Randi Zuckerberg durante un evento en Nueva York en 2019. /
A Randi Zuckerberg siempre le ha molestado que cada artículo que se escribe sobre ella o cada entrevista que concede a un medio se ocupe, antes que nada, de aclarar que es la hermana mayor del fundador de Facebook , Mark Zuckerberg . «Quizá un día eso deje de ser lo que la gente diga de mí», le explicó Zuckerberg al New York Times en 2011. Ese año, su camino y el de su hermano se bifurcaron definitivamente. Desde entonces, Randi Zuckerberg se esfuerza por dejar claro que es mucho más que la hermana de uno de los hombres más poderosos (y controvertidos) del mundo. Y tiene razón.
Como su hermano, Randi Zuckerberg estudió en Harvard. Pero al contrario que él, terminó la carrera (Psicología) y después de graduarse se mudó a Nueva York para trabajar, primero, en una agencia de publicidad y después como asistente de producción en la cadena Fox. En 2004, su hermano le compró un billete de avión y le invitó a visitar la sede de Facebook en Silicon Valley . Después del pertinente tour por las instalaciones, le recibió en su despacho y le escribió su oferta en un papel: un sueldo más modesto del que ganaba en Nueva York, pero un buen paquete de acciones de la que entonces solo era una 'start-up' pequeña, pero prometedora.
Randi tachó con un boli la oferta de stock options, dobló su salario y le devolvió el papel a su hermano. «Me quitó el bolígrafo, reescribió la oferta original que me propuso y me dijo: 'Confía en mí. No quieres lo que crees que quieres». Aunque pensó que no aguantaría más de seis meses en el puesto, terminó ejerciendo de directora de marketing y portavoz de la compañía y poniendo en marcha la exitosa plataforma de vídeos en directo Facebook Live. Hasta 2011.
Su salida de la tecnológica alimentó muchas teorías. Ella mantuvo un respetuoso silencio durante años, pero en 2018 lo rompió por primera vez en el documental Facebook at 15: It's complicated. «Odiaba ser la única mujer en todas las reuniones en las que estuve durante más de diez años», explicó entonces.
Su personalidad expansiva y polifacética, sus actuaciones musicales en los eventos de la compañía y sus controvertidas opiniones acerca del sector tecnológico, nunca encajaron del todo en la cultura dominante de Silicon Valley. «Todo tiene un precio, y descubrí que ese precio era una cultura que no dejaba espacio para las pasiones personales. Si no estabas cabizbajo 24 horas al día 7 días a la semana, centrado en tu empresa y conduciendo implacablemente hacia su éxito, te consideraban un frívolo», ha explicado.
Y ella, que estudió piano y siempre había soñado con hacer carrera en el mundo del espectáculo, tenía otras pasiones. En 2014, probó suerte en Broadway y llegó a formar parte del reparto de Rock of ages. Ese mismo año, Zuckerberg, cuya fortuna personal se estima en unos 100 millones de dólares, fundó Zuckerberg Media, una plataforma de creación de contenidos con un misión muy concreta: acercar la tecnología a las mujeres y atraer a las niñas hacia las carreras STEM.
En este tiempo, ha trabajado con entidades como la Clinton Global Initiative o las Naciones Unidas, creado una serie de televisión ( Dot), escrito varios libros (tres ensayos y dos cuentos infantiles), dirigido un par de podcast semanales, ganado tres premios Tony como productora y repetido, por activa y por pasiva, que nada le gustaría más que tener su propio talk show.
Pero su mensaje, que insiste en la necesidad de que más mujeres apuesten por fundar sus propias start-ups tecnológicas, no ha cambiado. «Muchas de las nuevas tecnologías que están apareciendo plantean cuestiones éticas y sociales que afectan a cómo nuestros hijos y nosotras mismas interactuaremos con la tecnología. Y si las mujeres no se sientan a la mesa en este momento, no tendremos voz en lo que suceda con ellas», explicaba hace solo unos días en una entrevista con Yahoo Finance.
Motivada por su vocación de aunar la tecnología y el arte, Zuckerberg se ha posicionado además como una de las voces más autorizadas de la Web3 y el universo cripto después de fundar HUG, una plataforma para artistas y coleccionistas de NFTs que pretende ser más inclusiva con quienes no están familiarizados con la tecnología blockchain. «Quiero que las mujeres entiendan este espacio, porque son tendencias que no van a desaparecer y van a dar forma a nuestras carreras profesionales en los próximos años», ha explicado la emprendedora, que asesora a una docena de compañías relacionadas con el metaverso , los NFT y las criptomonedas. Ser la «otra Zuckerberg» no tiene que ser fácil, pero ella lo ha convertido en un pequeño arte.