«La gente no se da cuenta de que Carrie era radicalmente diferente de lo que yo era, de lo que sigo siendo. Creo que, porque nos parecemos y vivimos en la misma ciudad , pensaban que para mí era muy fácil interpretarla, cuando en realidad necesitaba un esfuerzo inmenso para ser ella, entenderla y no juzgarla». Con estas palabras, Sarah Jessica Parker intentaba recordarle al mundo una vez más que su personaje de Sexo en Nueva York no tiene nada que ver con ella. El fenómeno del actor fagocitado por su alter ego no es nuevo, pero con ella ha sido aún más voraz. «En su caso, la actriz se ha convertido, al igual que Carrie, en un icono de moda. Ha cogido cosas del personaje que le han gustado para su figura como actriz tanto en la alfombra roja como en la vida, por lo que resulta complicado tomarla en serio en otro tipo de papeles», explica Pepa Blanes, autora de Abre los ojos. Pelis y series para entender el mundo (Fuera de ruta).
Son pocos los actores que consiguen romper con el falso reflejo de un espejo construido por guionistas y fans. Lo que diferencia a la planta carnívora llamada Carrie Bradshaw es que, al tragarse a Sarah Jessica, la ha empujado a un mundo biliar en el que luchar contra la sombra de un personaje al que muchos ni siquiera le tuvieron jamás cariño. Sus veteranos detractores cuentan con nuevos aliados nacidos ante la enemistad de la actriz con la que interpreta al personaje más aplaudido de la serie: Samantha Jones. Para comprender la rabia que ha despertado su rifirrafe con Kim Cattrall necesitamos echar la vista atrás hasta el 6 de junio de 1998, fecha del estreno de la serie que cambió la historia de la tele y, con ella, la de SJP.
Sexo en Nueva York, en la que los hombres son secundarios, se estrenó en el año en el que el mundo se reía con Algo Pasa con Mery y le había perdonado a Bill Clinton sus encuentros con Lewkinsky. No eran tiempos de guilty pleasures, porque la culpabilidad apenas existía, por lo que no tenía que pedir perdón por contar con cuatro protagonistas adineradas, caucásicas, heterosexuales y esbeltas para las que las injusticias se reducían a que Hermès les negara un Birkin.
Carrie no solo hizo que los jóvenes cambiaran las cervezas por los cosmopolitan. Se habló del «efecto Carrie Bradshaw» para explicar que la generación X gastara hasta un 60% más que los baby boomers en productos de belleza, un 74% más en accesorios de moda y un 32 % más en alcohol, como señaló una encuesta de American Express. La crisis de 2008 la quitó al mundo el filtro bañado de purpurina que lo maquillaba. Con él se fue también la devoción hacia el privilegiado grupo de amigas. Para comenzar, porque el gasto silencioso era el único permitido, por lo que el que Carrie tuviera en la película dos apartamentos en Manhattan (el segundo, para tener su propio espacio), hizo que al ser Sarah Jessica la productora de las dos películas que siguieron a la serie, fuera tachada de insensible. Al personaje y la actriz se culpó de los males económicos que azotaban a una generación engatusada por el gasto hedonista del que hacía gala la reina de los Manolos.
La segunda razón del odio hacia Parker está vinculada a la crítica cultural machista, que esperaba de Carrie y de su séquito moralejas y lecciones de vida ejemplificantes, algo que no se le exigió nunca a las series protagonizadas por hombres. «Sexo en Nueva York fue revolucionaria. Aunque el personaje de Bradshaw podía resultar algo desagradable, al final sucumbía a las normas del sistema. Ahora, desde la distancia, el que una mujer actuara como los hombres la convirtió en una antiheroína sobre la que indudablemente pesa la cuestión de género. Durante el tiempo relacionado con la ficción post 11-S, existía un pesimismo generalizado en el mundo que se plasmaba en que los creadores escribían figuras masculinas destrozadas por vida que hacían cosas terribles (Los Soprano, The Wire, Mad Men...). Sin embargo, cuando es una mujer la que lo hace, las críticas recaen sobre ella. El personaje de Carrie les resultaba más irritante por el mero hecho de ser mujer», explica Blanes. A la cultura pop de 2007 le parecía correcto que Sarah Jessica Parker, con sus cuatro Globos de Oro, sus dos premios Emmy y su nominación a los Oscar, fuera encumbrada por la revista Max como «la mujer menos sexy del mundo».
Pero el motivo definitivo del odio hacia SJP lo encontramos en la relación que tiene con la actriz preferida de Sexo en Nueva York, Kim Cattrall, es decir, Samantha. La ninguneada siempre fue Miranda, pero ahora, convertida Cynthia Nixon en activista LGBTIQ+, el personaje cuenta incluso con un libro homenaje: Todas deberíamos ser Miranda (Libros Cúpula). A Kristin Davis, hasta ahora casi siempre en segundo plano, los haters ya le han criticado sus supuestos retoques estéticos. Lo paradójico es que son los mismos que se han mofado de Sarah Jessica por tener canas. «Todo el mundo tiene algo que decir, especialmente en redes. Que si tenemos demasiadas arrugas, que si no tenemos… Es como si quisieran que nos sintamos siempre mal con nosotras mismas, bien elijamos envejecer de forma natural, y por ello no estar perfectas, o decidamos hacer algo para sentirnos mejor», ha expresado con hartazgo SJP. Pero ni Kristin ni Cynthia han recibido el odio que tantos sienten hacia Parker, a quien responsabilizan de que Samantha no esté en And just like that. Aunque su enemistad con Kim Cattrall salió a la luz en 2004, tuvieron que pasar 14 años, y una muerte, para que Sarah Jessica Parker pasara a formar parte del club de las odiadas de Hollywood. Cuando le envió a Kim Cattrall sus condolencias mediante Instagram a raíz de la repentina muerte de su hermano, recibió como respuesta un demoledor comentario en el que Cattrall le pedía que dejara de explotar su tragedia para fingir ser «una chica agradable»: «No necesito tu amor o tu apoyo en este trágico momento. No eres mi familia. No eres mi amiga».
Sarah Jessica Parker no ha sido víctima de la cultura de la cancelación, pero sí ha sido víctima de Carrie Bradshaw. Abducida por el personaje, compagina los rodajes con su trabajo como dependienta en sus tiendas de zapatos de Nueva York. Aunque la mejor forma de quitarse de encima el peso de Carrie no es volver a interpretar su papel, quizás la forma de hacerlo sí sea volver a dar vida a su segundo personaje más icónico, que recrea en la secuela de El retorno de las brujas, que se estrenará en 2022. O tal vez los zapatos no le estén dando buenos resultados y por eso ha hecho de las secuelas sus baguettes de Fendi, aunque este giro final sería la prueba definitiva de que Carrie y Sarah Jessica son iguales: dos mujeres que se evaden de sus problemas agarrándose a unos buenos tacones.
20 de enero-18 de febrero
Con el Aire como elemento, los Acuario son independientes, graciosos, muy sociables e imaginativos, Ocultan un punto de excentricidad que no se ve a simple vista y, si te despistas, te verás inmerso en alguno des sus desafíos mentales. Pero su rebeldía y su impaciencia juega muchas veces en su contra. Ver más
¿Qué me deparan los astros?