Prendas de alta costura y bolsos que serán subastados este jueves. /
Parece la protagonista de un cuento de Chéjov, pero es tan real que hasta podrás pujar por la ropa y los complementos que llevó en los años 50 y 60, y a precios muy ajustados. La subasta será este jueves, 26 de septiembre, a las 19 horas en la artística La Suite (Barcelona) con posibilidad de participar online. Prepárate porque es alta costura a tu alcance, como lo oyes.
Un traje de chaqueta en azul y beige de Balenciaga que destila sofisticación, un abrigo de cuadros de quitar el hipo de Givenchy, una chaqueta de tricot firmada por Chanel , un conjunto de noche de Dior… y en este plan. Todos andan entre los 100 y los 300 euros como precio de salida. Por no hablar de los bolsos de Hermès desde 150 euros o los pañuelos de la misma casa a partir de 50.
Así se las gastaba la «mujer del embajador», la dueña y señora del armario más tentador que te puedas imaginar. Puro misterio y puro glamour. No sabemos su nombre, prohibido revelarlo, pero sí que «era una chica italiana de la alta sociedad muy elegante que se casó con un embajador», tal y como nos cuenta Beatriz du Breuil, la directora de la sala de subastas. Aquí, en La Suite, los trajes y accesorios de este guardarropa están expuestos «como si fueran cuadros», descritos tal y como hacen con las piezas de Alta Época (anteriores al siglo XVIII), su especialidad, y tratados como las joyas que son. Han recreado hasta un salón para recibir al cliente con sus burros (percheros) y todo.
Beatriz du Breuil, experta en arte antiguo, fue la persona que se desplazó hasta la casa que los embajadores de esta historia, que ya no están entre nosotros, tenían en la montaña barcelonesa y que fue su retiro tras una apasionada vida nómada (Dubái, Sudamérica...). Lo hizo junto a su marido y socio en La Suite, Rafael Adrio. Los dos fueron convocados por la inmobiliaria para hacerse cargo, en principio, de dos cuadros, pero terminaron asumiendo todo lo que había dentro y las inesperadas maravillas que dormían en arcones igualmente dignos de alabanza.
La pena es que no todo se pudo salvar, solo lo que había sido guardado con naftalina. «El guardarropa nos vino de rebote. Fue una sorpresa encontrarnos con todo esto. Además, somos fanáticos de Balenciaga, acabábamos de ver la serie , y de repente abríamos el baúl y había un Balenciaga y otro y otro más. No puedo describir la emoción de sacarlos del arcón. Parecía Navidad», cuenta Beatriz.
El tercer vestido por la izquierda es de Balenciaga. /
«Cuando tienes un vestido suyo en la mano te das cuenta de hasta qué punto era un artista de la moda», añade esta anticuaria que lleva en el oficio cuarenta años. Así pues, no es de extrañar que por La Suite esté desfilando estos días todo tipo de público femenino en busca de hacer realidad sus sueños más fashionistas. «Acaban de venir unas niñas de 18 años como locas que se los quieren comprar, y no dejamos de recibir llamadas preguntándonos por las medidas, porque, claro, esto no es prêt-à-porter y la alta costura no tiene talla. Así que estoy todo el día con el metro. Es muy divertido», relata sorprendida por el éxito.
El problema es que nuestra protagonista «era muy delgada y con una cintura de muñeca; debía de estar en una 34-36», describe Beatriz. Así que es difícil encajar en su ropa. No obstante, a cuatro días de la subasta, ya tienen 300 personas apuntadas y están recibiendo llamadas de todo el mundo: Francia, Italia, Estados Unidos… Además, claro, del Museo Balenciaga, que probablemente se haga con alguna pieza, según nos anticipa; el Museo del Traje, tiendas de alta gama de segunda mano o un americano coleccionista que las quiere para un museo.
Hemos hablado de Balenciaga, pero también hay mucho Hermès , no pocos Dior, algún que otro Givenchy, varios Chanel, mucha alta costura italiana y un Gucci. Siguiendo el hilo de la vida de la dama en cuestión: primero el país transalpino, después París y un largo etcétera. Sobresalen los bolsos de Hermès en cuero o tela, en piel de cocodrilo o no y de varios colores; no falta el mítico «Kelly», este anterior a 1945 (entre 400 y 1.500 euros, precio estimado).
Enamoran los pañuelos en seda estampada y las capuchas con bufanda, complemento que tal vez haya que rescatar, también de esta maison, además de los pañuelos del modisto vasco, de dibujos más abstractos y muy elegantes tonos (desde 20 euros). Y qué decir de los sugerentes tocados de plumas, flores, hojas y los bonetes, tocados, diademas, boinas o pamelas (desde 10 euros). Puede que terminen en el fondo de armario de alguna empresa de alquiler de vestuario para películas, plantea la directora de La Suite. No es difícil imaginarse con ellos a la Grace Kelly de «La ventana indiscreta», la estilosísima y sofisticada Lisa Fremont.
Para rematar hay lotes de camisas de varias marcas, grandes baúles de madera, metal, piel y herrajes en dorado de los que hicieron época (desde 60 euros, años 20 y 30) y muchos y coloridos pañuelos, bufandas y corbatas en un guiño al embajador, que ya protagonizó una exitosa subasta en junio. En su nombre se subastó entonces todo el mobiliario, objetos decorativos, cuadros y demás que albergaba su exquisito y riquísimo interior. Esta vez le ha tocado el turno a su no menos enigmática mujer, lo que le ha supuesto a Beatriz du Breuil, en cierto modo, un reencuentro con la pasión familiar.
Su madre, Maite Ramírez, que falleció en 2009, fue toda una institución en el mundo de la moda. Precisamente estuvo a cargo de Hermès, así como de la primera tienda de Yves Saint Laurent y de Valentino también en la Ciudad Condal, además de regentar Suárez en sus últimos años. «Y era vasca, de San Sebastián, lo que cual me acerca todavía más a Balenciaga», destaca Beatriz, quien se curtió con ella en los mercadillos de antigüedades de los sábados. «Ahí fue donde me picó el gusanillo, la carcoma», reconoce.
Porque, pese a que ahora La Suite parezca una tienda de alta moda, lo suyo son los tesoros de los maestros virreinales, todo lo que tiene que ver de antiguo con la belleza y la devoción, con santas, reinas y magnas, o con apariciones y milagros. En definitiva, joyas de valor incalculable, aunque calculado, sobre las que esta anticuaria afirma: «Ojalá se pusieran algún día de moda. Quedarían muy bien al lado de un Chillida, por ejemplo». Ahora le toca sacar los lotes de alta costura y alrededores a subasta, a golpe de martillo y en tiempo real, y abrir el juego de la puja. «Lo que más me gustaría -admite- es que los compraran para usarlos, para darles una nueva vida». Por cierto, dentro de un bolso de Hermès había unos tickets del metro de París.