Hubo un tiempo, no demasiado lejano, en que Tamara Falcó nos parecía un personaje friqui de la crónica social sin más trascendencia que ser la hija de Isabel Preysler. Eternamente encasillada como la última esperanza familiar de heredar 'lo Preysler' que no terminaba de suceder, la veíamos de acompañante en alfombras rojas y poco más. El acelerón y la metamorfosis que ha experimentado hasta convertirse en la mujer viral del año es innegable. Seguro que a Ágatha Ruiz de la Prada le da una envidia total.
Las comparaciones son odiosas, pero permitámonos el pecado aunque sea como regalo de Navidad. Un año más, Tamara Falcó (41 años) y su vida sentimental lo ocupan todo, pero si existe una famosa que rivaliza en estrategia con la marquesa de Griñón es Ágatha Ruiz de la Prada (62), una mujer con muchísimas tablas en el mundo de la fama que, sin embargo, también ha acelerado muchísimo su poder viral en los últimos años.
A una edad en la que casi todas se acomodan en la segunda fila de la popularidad, es un placer contemplar cómo Ágatha Ruiz de la Prada pide los focos a su persona: qué pocas mujeres mayores de 60 se reivindican como estrellas. Este deseo desacompasado de 'front row' viral también está en una Tamara cuarentañera que ha cambiado la maternidad que tocaba (siempre según el formato tradicional de lo femenino que defiende) por alfombras rojas.
Otro punto en común ante las dos estrellas más excéntricas de nuestro panorama social: jamás se han cortado un pelo a la hora de epatar con sus declaraciones. Sus estilos están en las antípodas, con una Ágatha extremadamente cerebral e irónica y una Tamara que parece no darse cuenta de sus 'boutades'. Y, sin embargo, ambas le sacan un partido fabuloso a decir cosas que otras no se atreven ni a mencionar, una desde el cálculo y otra desde una desarmante naturalidad.
Imposible no ver oro en estas mujeres fabulosamente extravagantes, aunque sus trayectorias y talentos no tengan apenas nada que ver. La carrera de Ágatha Ruiz de la Prada es incontestable: pocas diseñadoras españolas pueden presumir de haber levantado una marca desde la nada para crear a su alrededor un negocio extraordinario. La de Tamara está por ver, aunque de momento reina en la influencia del lujo. El lugar donde se encuentran, justo en este final de 2022, es en la viralidad.
Esta es la hipótesis: Ágatha Ruiz de la Prada podría convertirse perfectamente en una Tamara Falcó senior, ese personaje adictivo que no podemos parar de consumir en redes y fuera de ellas. Atención, porque puede que este sueño ya se esté fabricando, porque detrás de la reciente viralidad de la diseñadora está Susana Uribarri, la representante de famosos más famosa de nuestra alfombra roja nacional. Es la mujer que mece la cuna profesional de Ana Obregón o Giorgina Rodríguez y, sorpresa, Tamara Falcó.
El nexo de unión Uribarri entre Tamara Falcó y Ágatha Ruiz de la Prada lleva a trazar paralelismos interesantes. Por ejemplo, el uso de los títulos aristocráticos como valor añadido para la comunicación. Todos percibimos el 'upgrade' de Tamara en cuanto recibió el título de marquesa de Griñón. Sintomáticamente, Ágatha ya presume de ser marquesa de Castelldosríus (con grandeza de España) y baronesa de Santa Pau en la promoción de sus recientes memorias.
Imposible no ver el factor Uribarri en las apariciones de televisión de Ágatha Ruiz de la Prada. No puede ser casualidad que las dos marquesas frecuenten sin ningún prejuicio espacios mediáticos de audiencia masiva que otras aristócratas podrían considerar, recurramos a un eufemisno, impropios. La jugada es inteligentísima: son la vía más rápida hacia la viralidad.
El público ama a las marquesas divertidas y extravagantes, personajes de otro mundo que nos epatan con su manera de vivir. Por eso Isabelle Junot, marquesa de Cubas tras su amtrimonio con Álvaro Falcó, no terminó de cuajar en 'MasterChef Celebrity', mientras que Ágatha podría convertirse en un personaje viral tan potente como Tamara e infinitamente más interesante que, por ejemplo, Carmen Lomana.
Moda, opiniones polémicas, vía directa con la alta sociedad… A Ágatha Ruiz de la Prada no le falta detalle. Tampoco una vida sentimental más apasionante que la de Tamara. Desde su divorcio en 2016 de Pedro J. Ramírez, la diseñadora puso en práctica lo del 'revenge body', se quitó kilos y arrugas y se adjudicó una serie de novios fascinantes. El más, Luismi 'el chatarrero', ex pareja de Carmen Martínez-Bordiú y propietario de uno de los mayores desguaces de Europa.
Después de 'el chatarrero', un Íñigo Onieva con menos planta pero más honestidad y gracia, Ágatha Ruiz de la Prada encontró a su Hugo Arévalo en el discretísimo Luis Gasset, director de la casa de subastas Ansorena. Lo dejaron porque a él «no le gusta quemar las noches de Madrid», según confesión de ella. «Estoy acostumbrada a algo más pasional», explicaba Ágata en 'Sálvame'. «Luismi es un animal», remataba.
Ahora, la marquesa de Castelldosríus sale con el abogado José Manuel Díaz-Patón. En los 80 fue copropietario de Archy, la discoteca favorita de la jet set de Madrid (y de los jóvenes Borbones de la época). Qué importante es divertise. Cuánto podría enseñarle Ágatha a las Tamaras del mundo que se debaten entre novio que gusta a todo el mundo y el que te gusta, y punto.
¿Por qué Netflix no le propone una docuserie a la única marquesa que supera en todo, en diversión, en títulos, en vivencias extraordinarias, en casas y en novios, a Tamara Falcó? Las recientes memorias de Ágatha Ruiz de la Prada, 'Mi historia' (La esfera de los libros), nos ha dejado con ganas de más. Las princesas mediáticas están bien, pero a la audiencia adulta nos gustan más las reinas.
20 de enero-18 de febrero
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