Ana Obregón trabaja ya en un guión para la serie de televisión que contará su vida, llena de éxitos y tragedias, incluido el fallecimiento de su hijo, Álex. / getty images

Aniversario del triste adiós a Álex Lecquio: todas las tragedias que Ana Obregón ha vivido en silencio, más allá de la terrible muerte de su hijo, de la pérdida de su gran amor a las duras heridas de los escándalos

La vida de Ana Obregón narra una mezcla única de privilegio, fama, romance y drama. Tuvo de todo lo material y una familia unida, pero ha vivido tragedias en lo sentimental y lo profesional.

Son días duros para Ana Obregón, aunque sin duda cada día es duro cuando pierdes a un hijo de una manera tan dura como la que le tocó sufrir a Álex Lecquio. Hace dos años que su único hijo falleció a consecuencia de un cáncer, un sarcoma de Edwing, contra el que luchó infatigablemente durante dos años, soportando tratamientos, operaciones, dolor y desesperanza. A su lado estuvo siempre su madre, un ejemplo de resiliencia y supervivencia que ha contado con el magro consuelo de la solidaridad de todo un país. «Mi dolor es su dolor, porque él quería vivir», dijo en su primera entrevista tras la tragedia. «Amaba la vida. No voy de víctima, ay, pobrecita, no. Me duele su dolor de no estar aquí. Era la persona más vitalista que he visto nunca. Me morí el día que se fue mi hijo. Me morí. Sé que voy a renacer, pero estoy muerta. Aunque por otro lado, fíjate, me siento muy libre porque ahora no tengo miedo a nada».

La tragedia personal de Ana Obregón, un viaje que nadie quisiera, se redobló un año después y también en el mes de mayo, con el fallecimiento de su madre Ana, matriarca de un clan de mujeres fuertes y unidas. Tenía 95 años y una vida vivida. Ana Obregón lleva luto blanco desde entonces. Otra coincidencia amarga une el fallecimiento de Álex, a los 27 años, con el trágico accidente que en 1989 terminó con la vida de Fernando Martín, el gran amor de Ana Obregón, al que lloró desconsoladamente en su entierro. Lamentablemente, también tenía 27 años.

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Martín y Obregón salieron durante cuatro años y en secreto, con lo que la crónica social se perdió a la pareja de guapos más guapos de la época. Ella ya era la más chispeante actriz novel y él, la estrella del Real Madrid de baloncesto y el primer jugador europeo que llegó a la exigente NBA, la liga estadounidense.

«Sentí que alguien, por fin, me quería de verdad», contó Ana de aquella relación furtiva. Sin embargo, por él lo dejó todo: abandonó su plan de conquista de Hollywood y volvió a España para probar suerte como empresaria. «Cuando tenía a la mejor agencia allí y una serie a punto de empezar, me pudo el corazón y volví. Me enamoré», reconoció.

De hecho, años después Ana Obregón ha confirmado que Fernando Martín ha sido el hombre más importante de su vida, después de su hijo. «Fue el amor de mi vida en plan pareja. Alessandro [Lecquio] lo sabe. Alessandro es la persona más importante del mundo porque me ha dado lo más importante de mi vida, pero sabe que mi gran amor fue Fernando Martín«, explicó recientemente. «Sin embargo, no es lo mismo perder un amor que perder un hijo. Porque un amor es sustituible, aunque sea por un simulacro de amor, pero un hijo, no».

Su encontró con el italiano Alessandro Lecquio le trajo otro tipo de infortunio, aunque Ana siempre le ha defendido como el padre de Álex y también ha agradecido su comportamiento durante la enfermedad y fallecimiento del hijo que tuvieron en común. Alessandro Lecquio ha sido el gran apoyo de Ana Obregón, junto a sus hermanas Amalia y Celia. Sin embargo, la tormentosa relación que mantuvieron hizo un daño inmenso al crédito profesional de la actriz, atrapada ya entonces en el papel de chica mona pero tonta que demandaba la industria de aquella época (y también, aunque menos descaradamente, la de esta).

Ana Obregón y el desastre Lecquio

En realidad, el escándalo Lecquio le dio la puntilla a las posibilidades de Obregón para salir del redil de la máquina caníbal de la prensa del corazón. Tuvo que vérselas en las portadas y los platós con la esposa de Lecquio, la temible Antonia Dell'Atte, y más tarde con su amante, Mar Flores. Y aunque Ana era una experta en dar la callada por respuesta, sus intentos de guardar la posición en cierta discreción fueron en vano: se hablaba de ella y de su vida sentimental las 24 horas del día. La sociedad machista de aquella época cargó las tintas contra todas las mujeres que triangularon con Alessandro Lecquio, mientras que este presumía de hombría y se labraba una carrera de polemista en televisión.

Se conocieron en 1990, meses después del fallecimiento de Fernando Martín. Fue en un evento, y Dell'Atte confesó posteriormente: «Mi cabeza no podía pensar que se iría con la Obregón porque no era su tipo». Ella admitió: «Me pareció evidente que no estaba satisfecho con su vida, que estaba sufriendo y no tenía muchos hombros en los que llorar (...) Yo nunca he salido con un hombre que estuviera felizmente casado. No es mi estilo meterme entre dos personas que se quieren. Pero Alessandro y Antonia y no eran un matrimonio y él me necesitaba, igual que yo a él».

Al final, las infidelidades de él terminaron en humillación pública para ella. Los comentarios hirientes de Antonia y las fotos de Lecquio en la cama con Mar Flores fueron letales para su credibilidad. Esta vez no solo se hundió emocionalmente: profesionalmente la hicieron polvo.

El fango de los programas de corazón, entre ellos el salvaje La máquina de la verdad, donde Antonia Dell'Atte la puso pingando, atrapó a Ana, ya para siempre personaje de lo rosa en vez de actriz cómica importante. Este encasillamiento cruel que ella misma no vio venir jamás hizo que su gran éxito al frente de Ana y los 7, la serie que batió récords de audiencia en 2002, no fuera más allá de lo anecdótico. Ni con millones al otro lado de la pantalla mirándola logró reflotar su autoestima como intérprete, una total y absoluta injusticia profesional que algunos empiezan a reinvindicar ahora.

Ana Obregón empieza ahora a trabajar en una serie de televisión en la que contará su vida y que, en parte, protagonizará ella. Ya trabaja en el guión con Yolanda García Serrano, ganadora de un Goya por la película Todos los hombres sois iguales y de varios premios teatrales, por la obra Shakespeare nunca estuvo aquí, premio Lope de Vega, y Corre, por el que obtuvo en 2018 el Premio Nacional de Literatura Dramática). Esta vez sí tendríamos que tomarla en serio. Se lo merece y mucho.

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