Bosco Martínez-Bordiú y Kucca Gotor.
Se ha convertido en una de las sensaciones de la nueva edición de Supervivientes.Bosco Martínez-Bordiú es hijo del empresario Pedro Juan Blach y de Clotilde Martínez-Bordiú, sobrina a su vez de Cristóbal Martínez-Bordiú, marqués de Villaverde y yerno de Francisco Franco. Con unos apellidos tan mediáticos y cargados de connotaciones, no siempre positivas para todo el mundo, está demostrando que las etiquetas y los prejuicios no son más que eso. Como pone de manifiesto su tía y madrina bautismal, Kucca Gotor, quien, al igual que el resto de la familia, está encantada con este salto profesional.
«Tuvo la suerte de que le contactaron. Ese concurso es Bosco. Es un niño de agua, de campo, deportista, brinca, salta… Es el programa para él. Estábamos todos felices cuando decidió apuntarse. Su madre Clotilde fue la primera que le empujó y le dijo que esta era su oportunidad, no solo para hacer unos ahorrillos, sino para hacer todo tipo de locuras. Es perfecto para él», nos comenta Esperanza Martínez-Bordiú y Bassó de Roviralta, nombre completo de la que fuera una de las diseñadoras más punteras en nuestro país en los años 90.
«Él tiene todos sus estudios terminados, tiene carrera. De hecho, cuando le captaron estaba trabajando en un hotel, que es para lo que ha estudiado (se formó la American School of Madrid y en la Drexel University de Filadelfia). Soy su fan número uno. Me encantaría que ganara porque es una rampa para todos sus proyectos.
Además, es un tío muy guapo. Es mi ahijado y tengo una gran debilidad por él. No solo es un buen chico, como se ve. A él se le abre un mundo de posibilidades dentro de los medios, del deporte, de los sponsors… Es una suerte espectacular la que ha tenido», manifiesta la hija de los barones de Gotor, José María Martínez-Bordiú y Clotilde Bassó de Roviralta, fallecidos en 2006 y 2008, respectivamente.
El más mediático de los seis hermanos es, sin duda, Pocholo Martínez-Bordiú, quien estuvo casado con Sonsoles Suárez Illana, hija del expresidente Adolfo Suárez. Alcanzó una enorme notoriedad en televisión por su desparpajo y su particular manera de vivir, alejada del boato que se atribuye habitualmente a la aristocracia: «Pocholo ya era popular cuando participó en Hotel Glam y en Supervivientes, porque tiene un culo fabuloso… Yo creo que él se enfadó un poco porque se fijaran tanto en eso, pero ya sabes que él es de otra dimensión», nos dice a propósito del actual barón de Gotor.
Bosco Martínez-Bordiú, en una imagen en sus redes sociales.. /
No todo el mundo sabe que Kucca, antes de adoptar su nombre artístico, tenía la intención de ser bróker, pero fue una vocación que no pudo llevar a cabo, al menos como ella la había concebido: «A mí me encanta lo de la especulación y lo de vender. Soy una persona nacida para vender y a ser posible ilusión, pero eso no pudo ser. Cuando Estefanía de Mónaco tuvo el accidente de coche con su madre, Grace Kelly (recordemos que la musa de Hitchcock falleció a consecuencia de las heridas el 14 de septiembre de 1982), se quedó una plaza vacía en la Chambre Syndicale de la Haute Couture (Cámara de Alta Costura Sindical de París) y ahí comenzó mi carrera en la moda».
Sus inquietudes artísticas, sin embargo, venían de muy atrás: «Siempre me había gustado dibujar y cuando ya nos habían quitado lo de ir vestidos los cinco hermanos iguales, aquello que hacían las madres antiguas, empecé a mezclar rayas, cuadros, flores y mi madre decía que yo tenía mal gusto. Mi hermana iba toda conjuntadita, pero yo combinaba los colores a mi libro albedrío. Al final eso es lo que funcionaba».
El periplo formativo de Kucca le llevó a codearse con grandes diseñadores que lo fueron todo y cuyo legado es inmortal. Tal fue el caso de Gianni Versace, asesinado por Andrew Cunanan el 15 de julio de 1997 a la entrada de su mansión de Miami Beach: «Versace era espectacular. Le tuve cerca porque trabajé en su equipo de diseño, pero el trato que tuve con él fue el que podía tener una niña jovencita con un Dios».
Pero Versace no fue el único: «De las personas con las que he trabajado el número uno, el más cercano y el más espectacular fue Óscar de la Renta, con quien trabajé en Nueva York. Era un hombre que dentro de estar en lo más alto de la moda en Nueva York, de ser querido no, lo siguiente, era afable, amable, educado, atento. Sabía cómo se llamaba la que recogía los alfileres, dónde vivía… Y luego era un genio, cogía una tela y hacía cosas increíbles, se te ponían los pelos de punta. Toda la combinación del trato humano con lo que era capaz de hacer con sus manos lo convertía en un hombre excepcional».
El diseñador dominicano, fallecido en 2014, alcanzó una enorme dimensión social en nuestro país por su amistad con figuras como Naty Abascal o Julio Iglesias, pero su firma sigue siendo el epítome de la atemporalidad y la elegancia clásica: «Cuando coincidí con Óscar de la Renta estaba haciendo un training, un stage, era una becaria, así que como no me pagaba me regalaba complementos, chaquetas, trajes… Esa ropa se la siguen poniendo mis hijas. Es alucinante, porque no se ha pasado de moda. Mis hijas son de comprar en internet, no van prácticamente nunca a una boutique, salvo que vayan conmigo porque quieren algo muy especial. Visten como todas la niñas de ahora. Matan por esos trajes, les entusiasman».
Kucca Gotor se convirtió por méritos propios en una diseñadora muy conocida en nuestro país, lo que redundó también en alguna que otra incursión en la pequeña pantalla: «En un programa de Belinda Washington llegué a llevar una sección de moda, me lo pasé genial. Fue una época maravillosa, pero muy dura. La gente cree que en la moda todo es glamour, pero tienes que echarle muchas horas a un dobladillo, a vender… Se trabaja más horas que en la hostelería. Además, la gente con el Martínez-Bordiú te pone etiquetas, confunde… Luchar por el Gotor fue lo que más fuerza me dio. Luché por ser Kucca Gotor y creo que lo conseguí.»
No ha caído en el olvido la figura de Kucca Gotor, que puede presumir de tener algunas de sus prendas expuestas en el Museo del Traje en Madrid, concretamente un original vestido de novia de 1999, con un cuerpo en organza, un cancán negro de tafetán de seda unido a la falda, con aplicaciones de organza y tul, y un velo de tul de fantasía, del que se siente muy orgullosa: «Que sigan exponiendo en el Museo del Traje algunas de mis creaciones es maravilloso para mí. En España hay grandes nombres en el mundo de la moda y muchos de ellos son amigos».
Traje de novia negro diseñado por Kucca Gotor. /
Plantearse lo que pudo haber sido y no fue no es un ejercicio sano ni aporta nada, pero Kucca nos explica los pormenores de su parón que la apartó de las pasarelas: «Yo lo dejé porque me vino una enfermedad muy gorda que me tuvo fuera de juego tres años y cuando ya quise volver vi que no era negocio. Cuando estudias Moda, estudias también cómo llevar una empresa. Así que cuando hice los números vi que no salían. Por eso no he vuelto a montar nada de cara al público, aunque sí sigo con mi fábrica. A los chavales jóvenes les cuesta mucho arrancar ahora porque tienen que competir con internet. Hay ropa monísima muy barata y no le puedes pagar 19 euros a una persona que esté cosiendo un vestido durante una semana».
A propósito de la enfermedad, que truncó su ascendente carrera, recuerda que «aunque está todo muy oído, me aferré a la vida, a mis dos hijas pequeñas y a mi marido (José Villaseñor, con quien contrajo matrimonio en 2004). La verdad es que no me dejaron un segundo. Cuando fui al médico, me dijo que tenía cáncer y que me quedaban tres meses de vida le respondí que no me venía nada bien. Esto ocurrió en 2013 y sigo aquí. Hay que luchar. Cuando veía hablar en reportajes a Ana Rosa Quintana y a tanta gente que es más pública que yo, leía que pedían más dinero para la investigación, contaban lo que les pasaba, pero ahora que lo han pasado son otras personas. Te cambia la vida y la percepción de las cosas».
Al haber sobrevivido diez años sin rastro del cáncer, podría considerarse que está curada, pero no baja la guardia nunca: «Me hago revisiones anuales, porque la prevención es fundamental. Ahora en el mes de julio me toca y no me la puedo saltar.
Mientras se recuperaba, Kucca no perdió el tiempo y comenzó entonces su primera reinvención: «Me dediqué a cocinar este tiempo para entretenerme y por eso me metí en la restauración. Mi restaurante se llamaba Reset. En restauración conviven dos mundos, la cocina y la sala, donde están los camareros. Me metí en medio para conocer ambos y me enamoré de los profesionales, pero decidí que nunca más tendría un socio porque al final cada persona tenemos un criterio. Para gustos los colores y más en restauración. Es muy complicado que tengas que luchar tantas horas para dar de comer. Lo que tú tardas una hora en cocinar se lo comen en cinco minutos. Después de esas horas de lucha, que las mesas estén bonitas, que el baño huela bien, te llegan los socios diciendo que harían esto o lo otro. Es muy complicado. Pasamos el relevo a los socios y desgraciadamente el restaurante no les siguió funcionando»
Llegó entonces una gran oportunidad profesional que, a priori, no parecía encajar con ella, pero que ha sido todo un éxito: «Después de eso pensé en reinventarse una vez más. A mí lo que me gusta es vender ilusión, que es lo que haces en moda, hacer que una niña se sienta de Cenicienta a Princesa. Entonces nos surgió una oportunidad de comprar una administración de lotería en Madrid y dije que sí quería como cuando te piden matrimonio. Fue a través de unos abogados y se desarrolló rápido. Tenía contactos con Doña Manolita, porque conozco a una de las dueñas, y eso sí que es vender ilusión. Siempre le toca a alguien. Cuando vendes un décimo por ventanilla a una persona te cuenta hasta por qué lo compra y a quién le daría el premio. Ahora estoy feliz porque ya tengo el negocio centrado y encima este año ha tocado a doscientos metros míos, en el Palacio de Hielo. Estoy en Canillas, en Mota del Cuervo».
¿Seguirán sus hijas sus pasos? En principio, parece que no: «La pequeña, Jimena, tiene 16 y empieza ESO. y la mayor, Clotilde, termina este año y no tiene muy clara su trayectoria, aunque sí le gustaría irse hacia la Policía y la Guardia Civil», nos desvela.
Que Kucca no siga en primera línea en el a veces proceloso mundo de la moda no significa que haya perdido su criterio y su olfato: «Cuando alguien está en moda y compra algo sabe lo que no se le va a pasar nunca. Tengo piezas buenas con vistas a futuro. Me sigo poniendo todo lo de Pedro del Hierro, a quien quise con locura y tuvimos un trato muy cercano, de Amaia Arzuaga, de Purificación García.»
Uno de los titulares más llamativos que se han vinculado a Kucca es que en una entrevista en la radio afirmó que había sido «el Felipe Varela de las infantas Elena y Cristina», a quienes les unió una bonita amistad, que no desapareció, pero sí evolucionó por sus respectivas decisiones vitales: «Vestí más a doña Elena, en muchas ocasiones. Éramos todas jóvenes, no solo las vestía, teníamos trato… Luego nos casamos, tuvimos niños, vivo en el campo…».
Letizia, con el famoso vestido rojo de Lorenzo Caprile del que habla Kucca Gotor /
En cuanto a la reina Letizia, tan ponderada por los medios internacionales especializados en moda, hace la siguiente reflexión sobre cómo es percibida en España: «No la acaban de ubicar por carácter. Va todo al unísono. No tiene un carácter adorable, que es lo que nos gustaría a todos los españoles y que pasaba con doña Sofía. A mí su forma de vestir me gusta. Encuentro que lleva el punto clásico que debe llevar, porque no deja de ser la reina de España, tiene que lucir largos y hechuras correctas, aunque de repente se permite alguna licencia. Va tan correcta que, por eso, la gente no lo destaca, pero es que su finalidad, es lo que quiere hacer. No va nunca mal ni demasiado bien. De hecho, uno de los trajes más comentados de su reinado fue el rojo famoso de corte sirena de que puso para la boda de Federico de Dinamarca (diseñado por Lorenzo Caprile). Ella consigue lo que busca».
A propósito de su momento actual, Kucca lo tiene muy claro: «Tengo una vida feliz, me la he construido, no me han regalado. La edad y las circunstancias no me han parado y ese es el mensaje que quiero transmitirle a mis hijas. Aunque te vayan mal las cosas no hay que pararse. Cuando te van bien no te fijas. Con la lotería lo están viendo más, porque oyen las historias de la gente, sus anhelos, sus necesidades».