En 2021, cuando cumplió 70 años, Carmen Martínez-Bordiú pidió desde su retiro de Portugal que todo el mundo se olvidara de ella. La nieta de Franco no quería saber nada de la prensa y había decidido entregarse a la buena vida en su nueva casa de Cascais, en la costa lusa. Sin embargo, su petición fue, parafraseando a Capote y a Santa Teresa de Ávila, una «plegaria desatendida».
De hecho, esta semana, la «nietísima» ha vuelto a acaparar todos los focos al subastar algunas de las pertenencias de su abuelo , Francisco Franco, que percibió en concepto de herencia tras la muerte de su madre, Carmen Franco, en 2017. Entre los objetos destacan una pistola Colt Derringer y un uniforme militar. Menudencia si se tiene en cuenta que cada uno de los siete nietos del llamado Caudillo han recibido recientemente diez millones de euros por la venta del edificio de la calle Hermanos Bécquer de Madrid, donde residía Man, como era conocida la matriarca del clan.
La de su madre no es la primera herencia que nuestra protagonista ha disfrutado en vida. Hace 36 años, en marzo de 1988, la entonces llamada Carmen Rossi, ya que vivía en París con su segundo marido, el anticuario Jean Marie Rossi, obtuvo por sorpresa un legado que no esperaba. Fue entonces cuando Claudia Antonia Heard, una rica heredera americana, le legó sus pertenencias al fallecer ese año.
La finada era seguidora de Franco, íntima de sus padres, los marqueses de Villaverde, y tuvo una vida de fantasía. Carmencita cuantificó en 50 millones de pesetas lo que le correspondía, por lo que no fue exagerado cuando los periódicos del momento contaron que a la nieta de Franco le había caído una lluvia de dinero. Al cambio: unos 300.000 euros.
«Tenía la intención de dejarme muchos de sus vestidos de gran valor histórico desde el punto de vista de la moda, creados por Balenciaga , para que yo, a su vez, los donase. Eso es lo que habíamos hablado», contó Martínez-Bordiú en su libro de memorias, «A mi manera», donde especificó de qué conocía a la legataria. «A través de mi madre, que era amiga suya. La invitó a mi boda [con A lfonso de Borbón, duque de Cádiz] y nos hicimos muy amigas. Siempre que pasaba por Madrid me acercaba a verla. Y cuando ella iba a París también nos encontrábamos. Jean Marie y yo la invitamos en varias ocasiones para que pasara las vacaciones con nosotros. Era una mujer estupenda».
Sin embargo, la única hija de Claudia Heard, Macarena Osborne Heard, quien recurrió a los medios de entonces para protestar, no se lo iba a poner tan fácil cuando conoció las últimas voluntades de su madre. En 1996, ocho años después del fallecimiento de la millonaria, Carmen continuaba de pleitos. «Cuando llamaba a los abogados de Nueva York apretaban un reloj que iba contabilizando sus minutos de trabajo. No estaba dispuesta a que ese asunto, que ni me iba ni me venía, costara dinero», finalizó. Nunca más se supo de este asunto.
Nacida en la localidad de Corpus Christi, en Texas (Estados Unidos), era hija del magnate del petróleo Claude Heard, quien pasó de secretario del tribunal del condado a nuevo millonario gracias al «boom» que tuvo la explotación de crudo en la región. Antes de aquella bonanza económica, la madre de Claudia trabajaba en una casa de huéspedes. Sus padres se divorciaron cuando ella era muy joven.
Aún así, ella nunca se descarriló y pareció tener muy claro su futuro: se matriculó en la Universidad de Texas, donde coincidió con Edward Marcus, miembro de la familia que fundó las tiendas Neiman Marcus. Durante su adolescencia, fue pareja del actor Tyrone Power, padre de Romina Power, ex mujer de Albano , destinado allí como soldado. Sin embargo, antes de que estallara la Segunda Guerra Mundial, se mudó a México, donde conoció a un empresario de origen español, Rafael Osborne Macpherson, miembro de la legendaria dinastía de Jerez de la Frontera (Cádiz), más tarde conocido por su amistad con Salvador Dalí y por ser el impulsor del toro de Osborne como icono publicitario.
La pareja se casó en Refugio (Texas) en 1948. Tras la guerra, sus días transcurrieron en una 'dolce vita' interminable: iban a la ópera de Milán y París, donde llegaron a cenar con Aristoteles Onassis en Maxim's, esquiaban en Gstaad (Suiza)... pero lo que más le gustaba a Claudia Heard era recalar en la 'maison' de Balenciaga en París, donde se hacía toda la ropa. Así se convirtió en una de las mejores amigas y clientas del maestro de Guetaria, al que, nada más quedarse embarazada de su única hija, Macarena, nacida en 1951, le encargó un conjunto de maternidad en seda negra.
Desde entonces, era habitual que viajara de Madrid, donde Balenciaga se comercializaba bajo el nombre de Eisa, a París con el objetivo de lucir las últimas piezas del «couturier», con quien veraneaba en el Château de La Reinerie, un palacio del siglo XVIII que éste tenía en Orleans, cerca de la capital gala, como así lo cuenta Myra Walker en el libro «Balenciaga and His Legacy: Haute Couture from the Texas».
Su buen gusto era legendario en aquellos años de finales del siglo XX. Todos, como Tomás Terry, quien la trató, la recuerdan siempre elegante, con tocados y el humo proveniente de su larguísima boquilla de cigarro que lucía tan bien como su palmito.
Cuando murió Balenciaga, pidió que cuando fuera ella la que exhalara su último suspiro la enterraran con un vestido de él así que Cristóbal la reconocería nada más entrar en las puertas del universo, si San Pedro así lo consideraba. Tras el fallecimiento del donostiarra, comenzó a ser clienta de Hubert de Givenchy o de Yves Sain Laurent . Hoy, gran parte de sus fondos forman parte de la Texas Fashion Collection.
Claudia y Ricardo combinaron sus periplos por los grandes salones del poder europeo con las estancias en la maravillosa finca que adquirieron en el Puerto de Santa María llamada El Cerrillo. Allí levantaron un fabuloso palacete que, más tarde, fue el escenario de la mítica discoteca Joy Sherry, propiedad de Pedro Trapote. Por ejemplo, en aquellos predios se celebró la coronación de la duquesa de Alba como Lady España con una actuación en directo de Rocío Jurado .
Tras la muerte de Ricardo en 1985 y de Claudia en 1988, el inmueble pasó a manos de Macarena, su hija, quien se casó con Juan Carrillo de Mendoza y Pérez de Guzmán y con el torero Agapito Sánchez 'el Bejarano', fallecida prematuramente en 2012 a los 61 años. Después de pasar por varias manos, el palacio gaditano de la rica heredera texana que dejó su herencia a Carmen Martínez-Bordiú será un hotel de lujo. Al menos, será un lugar con historia.
20 de enero-18 de febrero
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