Carmen Sevilla, Concha Velasco y Carmen Maura: tres mujeres que estuvieron al borde del abismo financiero con sus parejas

«Yo me ocupaba de los niños y mi marido de los gastos». Esta fue una de las frases más comentadas de la declaración de la infanta Cristina como imputada (ahora diríamos «investigada») en el caso Nóos. Son muchas las mujeres como ella (también hombres, pero en este caso nos centraremos en ellas) que decidieron dejar sus finanzas en manos de sus parejas o se vieron afectadas por sus decisiones patrimoniales, como fue el caso de Carmen Sevilla , que regresó a televisión tras años de retiro para tratar de frenar la sangría económica que suponía la finca extremeña de Vicente Patuel.

Carmen Sevilla nunca respondió a l tópico de la folclórica que emergía de una España profunda subdesarrollada que tanto fomentó Lauren Postigo en su programa Cantares, donde una de sus preguntas más recordadas era si tenían que haber robado gallinas para sobrevivir. La novia de España era lo que se dice una chica bien: su abuelo había trabajado en el Abc de Sevilla, su padre compositor y durante su matrimonio con Augusto Algueró vivió en El Viso, una de las zonas más elitistas de Madrid.

Cuando comenzó su relación sentimental con Vicente Patuel este había decidido deshacerse de diversos cines de los que era propietario en la Gran Vía de Madrid para comprarse una finca de 747 hectáreas en Herrera del Duque, que repobló de las famosas ovejitas a las que hacía referencia Carmen Sevilla de manera habitual en Telecupón y que, según personas que le conocieron, obedecía a un sueño que tenía de joven de parecerse a John Wayne, de quien era gran admirador.

Sea como fuere, como ha recordado Jaime Peñafiel en El Español, las deudas empezaron a ser acuciantes, por lo que negoció una suculenta exclusiva de la venta de su boda, y accedió a que su mujer volviera a la esfera pública, pero no al cine. Salía entonces a su rescate Valerio Lazarov y el resto ya es historia.

En cualquier caso, la muerte del empresario, en abril de 2020, nos mostraba a una actriz destrozada que se abalanzaba sobre el féretro, y abría el camino para deshacerse de esta propiedad que tantos quebraderos de cabeza les dio. La protagonista de El balcón de la luna supo invertir bien sus ingresos.

De hecho, Carmen vendió la mencionada finca en 2003, que salía al mercado por seis millones de euros, y, entre otras propiedades, ha dejado un ático en Marbella, en la urbanización Banana Beach, además de joyas y obras de arte, lo que evidencia lo bien asesorada que estuvo en los últimos años.

Concha Velasco , actualmente delicada de salud, también ha atravesado situaciones financieras delicadas, aunque en la actualidad, como ha destacado su hijo Manuel M. Velasco en diversas entrevistas, tiene una economía saneada y vive de la pensión máxima, gracias a tantos años de cotización, porque si algo ha caracterizado a la actriz vallisoletana es la devoción a su trabajo.

Durante muchos años se culpó a su exmarido, Paco Marsó, de sus problemas económicos, pero la protagonista de Más allá del jardín salió en su defensa manifestando que ella también le había forzado a sacar adelante producciones teatrales costosísimas y que tenían una viabilidad económica complicada. Explicó que ella habías sido gastosa. De hecho, sería ¡Hello, Dolly! la producción que le pondría contra las cuerdas: fue un desastre financiero, pero un éxito artístico.

La situación de Carmen Maura fue mucho peor… Dio poderes universales al que había sido su pareja durante trece años la estafó. Estas son las precisas palabras que empleó en una entrevista publicada por El País en 1997. Según desveló, en respuesta a otras informaciones que habían salido anteriormente, que fue consciente de su situación tres años antes, que desde entonces estaba pagando las deudas y que no se sentía avergonzada en absoluto de lo que le había ocurrido.

La protagonista de Mujeres al borde de un ataque de nervios desvelaba que su expareja, de quien nunca pronunció su nombre, se dedicó a pedir créditos en distintas provincias, que después no pagó. La bola se hizo tan grande que le llegaron a cortar el teléfono y debía sueldos a las personas que trabajaban con ella, sin ser consciente de esta situación porque ellos no se lo habían desvelado, pero se puso a trabajar a destajo para revertir la situación.

Carmen Maura, que tiene un piso en Francia, país donde es requerida habitualmente para trabajar, también cuenta con lo que ella denomina «mi pequeño campo», una finca que ha utilizado en los últimos años para recargar pilas y desconectar de todo, y en la que ha estado viviendo su hija. Aunque con más frecuencia visita su casa de Miraflores, en Madrid, donde cuenta con un jardín de 200 metros cuadrados. Su base de operaciones, sin embargo, es su ático en una de las calles más elitistas de Madrid.