Cristina Pedroche /
Sin ser ya una niña, Cristina Pedroche ha triscado por los platós de televisión como burbujeante y pizpireta presencia tocada por cierto complejo de Peter Pan. No sabemos si a la vallecana le han dejado madurar en televisión; si ha sido condenada a representar el mismo sempiterno papel de «graciosilla» que ella dice querer recuperar. De ser así, este libro, Gracias al miedo, pincha esa burbuja y destapa a la Pedroche que es hoy: una mujer de 35 años, recién convertida en madre de Laia . Y que acude a confesarse con Pablo Motos, en El Hormiguero.
En las primeras página de 'Gracias al miedo', Cristina Pedroche confiesa que el libro le ha ayudado a superar su posparto, que define como «psicológicamente malo». También admite temer «no poder con todo», aunque no tiene que ver con la duda que pueden tener tantas madres trabajadoras de a pie. No se trata, evidentemente, de una ansiedad que tenga que ver con los recursos económicos, sino con « no estar a la altura de mis propias expectativas». Madres que os conforméis con sobrevivir a cada día: este libro no es para vosotras.
Cristina Pedroche construye un relato confesional alrededor del miedo similar al que Vicky Martín Berrocal escribió acerca del sobrepeso . Ambas pretenden ayudar a las lectoras que se encuentren en la misma problemática a través de sus vivencias. Berrocal lo tenía fácil para ser superventas pues no hay mujer que no sufra por sus kilos. El gancho de Pedroche es más complejo, porque la cuestión del miedo resulta ciertamente vaga. ¿Miedo a qué? Pues un poco a todo.
«Gracias al miedo» empieza fuerte, con una admisión francamente sorprendente por parte de Cristina Pedroche, una mujer que siempre ha llevado a gala la 'normalidad' de su origen vallecano. «Reconozco que es algo de mi forma de ser que no es demasiado gratificante, porque también me empeño en otro imposible: tenerlo todo bajo control, aunque sepa que hay cosas que no se pueden controlar. Imagínate si a mi autoexigencia se le añade la imposibilidad de controlar determinadas situaciones, como me pasa ahora. El resultado te puede llevar a la ansiedad».
Cristina Pedroche cuenta a calzón quitado lo mal que lo pasó en la última noche de 2022, cuando ya se había filtrado que estaba embarazada y se dio cuenta de que la gente iba a estar más pendiente de su tripa, «del morbo», que del espectáculo de moda que había preparado. «Me gusta imaginar que la última noche del año saco la energía de una Beyoncé ante su público. Pero ese día no fui ni una sombra de aquella inspiración», confiesa.
Es un momento de máxima tensión, aunque a lo largo del libro vamos a ir encontrando escenas verdaderamente dramáticas, insospechadas en una mujer aparentemente tan jovial como Cristina Pedroche. La presentadora recuerda la segunda noche de vida de Laia y el shock de la primera toma de contacto con la lactancia.
Cristina Pedroche con su libro /
«Y, en plena crisis, empecé a escuchar unas voces del exterior», escribe Pedroche. «Había dos mujeres en la puerta de la habitación diciendo cosas horribles sobre mí, sobre mi parto, sobre mi hija... Poniéndonos verdes a mí y a Dabiz porque no nos soportaban, les caíamos mal. Me hicieron sentir muy pequeña, muy vulnerable, cuando empezaron a criticar a la niña».
El miedo a que los comentarios de gente tóxica dañen a Laia es real. Tanto, que Cristina Pedroche le cuesta salir de casa. «Yo, por mí, seguiría encerrada con ella hasta los veinte años. ¿Te imaginas? Está claro que exagero y que no sería una manera realista ni efectiva de vivir. ¿Qué me hace pensar algo tan extremo? Ahora Laia no es consciente, pero cuando se entere, cuando vaya al colegio y le digan algo de mí... Se me hace difícil pensar cómo podremos gestionarlo en casa. Obviamente, tenemos recursos como padres y personas sensatas que somos. Pero es imaginármelo y que me entren todos los males. El botón del miedo se enciende, otra vez».
De puro agotamiento, Cristina Pedroche y Laia se escurre entre la cama y la cuna. Un accidente que le ha ocurrido a muchísimas madres y padres y que no suele tener consecuencias: la resistencia de los bebés es proverbial. La presentadora narra que no puede superar la situación: se castiga con ella. «Dabiz me hizo ver que podía necesitar ayuda, hacer terapia, consultar mi angustia con un psicólogo. En aquel momento de crisis fui incapaz de verbalizar nada y, anímicamente, tampoco me sentía bien. De hecho, estuve el resto del día muy hundida. Noqueada. Lamentándolo todo y machacándome. Todavía lo hago».
Cristina Pedroche admite una vida emocional absolutamente polarizada. Si en lo físico muestra un equilibrio y una potencia de deportista de élite, en lo emocional vive totalmente descompensada, desgarrada por su necesidad de controlar y sus miedos. «Creo que este amor tan profundo y exagerado viene acompañado de un dolor grande y unos miedos exacerbados», escribe.
Cristina Pedroche con su libro /
«Hasta ahora no lo veía como algo negativo, porque con las técnicas de meditación que he ido aprendiendo, con ese afán por conocerme y ver mi interior, encontraba la forma de solucionar mis problemas o inquietudes», admite Pedroche. «Pero antes no me sentía loca ni me sentía sola como en los últimos meses», concluye. El terrible relato de sufrimiento psicológico que desgrana 'Gracias al miedo», el primer libro de Cristina Pedroche, lleva a la presentadora a replantearse todo lo que ella era antes de la maternidad. Un proceso que, por lo que relata, está lejos de terminar.
Con una ironía que aparece poquísimo en su primer libro, Cristina Pedroche se bautiza a sí misma como la señora Penas. Parece increíble, dada la centralidad que tiene en su personaje televisivo el sentido del humor y lo mucho que le gusta verse a ella misma como payasa. «Hay cosas que de repente me dan pena y lloro. No puedo parar», admite. «Y son cosas que, en teoría, hacen reír a la mayoría de las personas, pero a mí ya no. 'Ay, qué pena', es la expresión que más digo a lo largo del día».
Cristina Pedroche vive por y para su hija, eso lo deja claro. Incluso llega a afirmar que, aunque Dabiz Muñoz está al 50% en la paternidad, ella se siente irremediablemente sola. Sola con su maternidad híper entregada. «Puedo estar hablando de cualquier cosa, que mi mente se va siempre hacia Laia. Estoy todo el rato pensando en mi hija», dice. «No me apetece hablar de otras cosas y hay personas con las que no quedo. No quiero acabar siendo la madre que solo habla de su hija, que quedas con ella y todo es «la niña». Pero, claro, si es lo único que hago y lo único que tengo en mi mente, ¿de qué voy a hablar?».
En un arrebato casi de rabia, Cristina Pedroche escribe que a la gente le molesta que «siga siendo exitosa profesionalmente y encima haga lo que me salga del coño, que me ponga los vestidos que me dé la gana y siga y siga». Conforme pasan las líneas, la rabia torna en la amargura propia de una mujer que recibe muchísimo odio en las redes sociales y fuera de ellas. Cristina Pedroche se pregunta por qué es de las españolas más detestadas. «Yo soy una 'rara avis', porque no soy ni la presentadora al uso ni la 'influencer' al uso. Lo mío es una mezcla que a veces no se entiende. Creo que levanto tanto odio porque muchos no saben dónde catalogarme exactamente», cavila.