Fue uno de los «cisnes» de Truman Capote , esa élite de mujeres hermosas, elegantes y ricas que el autor admiraba y descuartizó narrativamente en su novela inconclusa Plegarias atendidas. Pero a Gloria Guinness no le hacía falta ningún escritor para elaborar una historia magnífica de su vida y convertirse en la reina de la «gente guapa» mucho antes de que Alfonso de Hohenlohe fuera capaz de inventarse la jet set en Marbella .
Desde su México natal hasta recorrer la Quinta Avenida codeándose con Gloria Vanderbilt, Peggy Gugenheim o la mismísima Jackie Kennedy , la exótica Gloria Guinness ha creado su propia narrativa a base de belleza, estilo, ambición… y unas bodas muy bien escogidas. Una existencia apasionante en la que se confunden realidad con rumores y que merece una serie en Netflix.
Pasar de México a Nueva York y ostentar la corona de mujer capaz de lucir un Balenciaga como nadie es más difícil de lo que podamos pensar, especialmente si los Balenciagas no han llegado a ti desde el mismo momento de tu concepción.
A pesar de su diminuto tamaño, los diseñadores de alata costura adoraban diseñar modelos para Gloria Guinness. /
Gloria Rubio y Alatorre, como buena socialité, miente sobre sus orígenes, sus padres y su fecha de nacimiento cada vez que quiere. Ha sido hija de revolucionario mexicano y lavandera, y de periodista y mujer de la alta sociedad mexicana. Ha nacido en Veracruz y en Guadalajara. Ha construido su historia según le convenía como muchos y muchas de los que ostentan títulos que no les corresponden, pero lo que siempre ha sido cierto es que fue una de las reinas del estilo en las décadas de los 60 y los 70.
Su melena azabache y su fisionomía privilegiada llegaron en el momento justo a las portadas de Vogue y Harper's Bazaar y al Nueva York de las «ladies who lunched», ese selectísimo grupo de mujeres ricas y muy ricas que se embutían en modelos de Givenchy o Balenciaga y que llegaban con sus Hermès del brazo hasta los restaurantes franceses de moda para almorzar, mirar y ser admiradas. Allí las descubrió y las emboscó Truman Capote. Y seguramente en su misma mesa estaba sentada Gloria Guinness.
Gloria Guinness fue un icono de estilo para toda la aristocracia a un lado y otro del océano. /
El camino de la Gloria mexicana hasta esa mesa con Capote fue largo y a golpe de mal casarse con los hombres adecuados. Su primer matrimonio fue con Jacob Sholtens, un hombre del que poco sabemos salvo que era casi 30 años mayor que ella (él había cumplido 47, ella 20), tenía más dinero del que su arruinada familia contaba en ese momento y que su unión duraría apenas dos años. Su segundo matrimonio le consiguió el título de condesa von Furstenberg y el rumor de que era una espía que trabajaba para los nazis: se casó con Franz-Egon el tercer Graf von Furstenberg-Herdringen, con el que tuvo dos hijos.
Como no hay dos sin tres, Gloria escogió para su tercer matrimonio a un príncipe egipcio, el tercer elegido para pasar por el altar fue Ahmad-Abu-El-Fotouh Fakhry Bey, nieto del rey de Egipto. Pero el espaldarazo definitivo hacia el apartamento de la torre Waldorf de Manhattan y los desayunos ante los escaparates de Tiffany's le llegaron con su último matrimonio, el banquero Thomas Loel Guinness, al que le debe el apellido por el que saltaría a la fama de la elegancia y el lady que le gustaba anteponer a él.
Su vida estuvo rodeada de privilegios, excesos y escándalos varios, pero ninguno de ellos consiguió deslucir su título de «mujer más elegante de todos los tiempos». Tuvo varios amantes, entre ellos embarajadores y condes, (uno incluso llegó a alabar sus capacidades amatorias en público), puso de moda los pantalones Capri, aguantó que su hija se casara con su hijastro, acogió en su casa a Wallis Simpson y al fugado rey Eduardo VII, sobrevivió a los rumores de que había sido prostituta de lujo, poseía un vestidor completo en cada una de sus casas para no molestarse en hacer maletas y uno de sus vestidos está expuesto en el Victoria & Albert Museum inglés. No está nada mal para una diminuta mujer mexicana que apareció en el panorama social cuando se llevaban las voluptuosas rubias estilo Marylin Monroe.