Los años en Filipinas de la joven Isabel Preysler: colegio de monjas, fiestas en el jardín y una fuga secreta con un playboy

Isabel Preysler es la reina de corazones, un título que se ganó incluso antes de llegar a España y a la vida de Julio Iglesias.

Isabel Presyler en una imagen de los años 80 en Nueva York / getty images

Silvia Vivas
Silvia Vivas

Francisco Umbral rebautizó a Isabel Preysler con el apodo «reina de corazones» y la socialité filipina ha logrado demostrar que no se equivocó. Pero hubo un tiempo, antes de Julio Iglesias, Carlos Falcó y Miguel Boyer, que Isabel Preysler era solo una chica de clase media en Manila. Y aún así, consiguió deslumbrar a todos y protagonizar momentos épicos.

María Isabel Preysler Arrastia vino al mundo en Manila el 8 de febrero de 1951 convirtiéndose en la tercera de seis hermanos. El objetivo para su madre, Beatriz Arrastia, siempre fue crear una familia numerosa al estilo de la suya propia (su madre, Teodorica, dio a luz en nueve ocasiones) y criar a sus hijos en sus firmes convicciones religiosas.

Aunque en casa de los Preysler-Arrastia reinaba la disciplina más estricta y fuera de casa las normas del colegio de monjas católico en el que Isabel Preysler se educó, la futura reina de las portadas de la prensa rosa española guarda un recuerdo alegre de su niñez en Filipinas.

En alguna ocasión ha relatado cómo siempre estaba haciendo cosas con sus hermanos y primos y, lo que sería más importante para su futuro, cómo aprendió a desenvolverse en tres idiomas distintos: el inglés, que hablaba con sus hermanos; el español, que le imponían sus padres, y el tagalo, que era el idioma con el que se desenvolvía en el colegio.

No es extraño que la madre de Tamara Falcó conserve tan buen recuerdo de su niñez, se crió en uno de los mejores barrios de la capital de Filipinas, el de San Lorenzo​​. Sin ser millonarios se puede considerar que los Preysler estaban bien situados económicamente.

Su padre, Carlos Preysler Pérez de Tagle, era descendiente de españoles que emigraron a Filipinas e hicieron negocio en las grandes plantaciones de azúcar que existían en la isla cuando era colonia española. Dejando atrás la herencia familiar más agrícola, Carlos Preysler desempeñó cargos de importancia en Manila como el de gerente de las Líneas Aéreas Filipinas y el representante del Banco Español de Crédito en la capital filipina.

Por su parte, la madre de Isabel, Beatriz Arrastia, descendía de una familia que poseía grandes plantaciones de arroz y azúcar en la región de Pampanga heredadas del matrimonio de Valentín Arrastia (bisabuelo de Isabel) con una rica heredera nativa, Francisca Salgado. Además en algún momento Beatriz Arrastia quiso tener un negocio propio (una agencia inmobiliaria), pero a lo que dedicó la mayor parte de su tiempo fue a la crianza de sus seis hijos.

La Filipinas de los años 60 no era como la de ahora, ni en cuanto al ambiente social ni a lo que se esperaba de las niñas de familias con cierto poder adquisitivo. Básicamente se esperaba de todas ellas una única cosa: que estuvieran bien educadas y se «casaran bien».

Con ese objetivo muchas jóvenes casaderas filipinas de buena familia acababan viajando fuera del archipiélago, a Europa y Estados Unidos, para buscar un buen marido, un destino que compartiría en 1969 la propia Isabel Preysler pero por motivos bien diferentes.

Antes de pensar en matrimonio (que era el monotema femenino de la época) Isabel se formó en un colegio de monjas francesas, el de la Asunción y allí permaneció con desigual éxito académico (nula en matemáticas y excelente en habilidades artísticas e historia). Pero aquello, en realidad, no iba de estudiar, sino de ser popular, y ahí Isabel Preysler era imbatible.

Para sorpresa de nadie sus compañeras de colegio destacan que la Isabel Preysler niña y adolescente era presumida pero bien educada y con un gusto infalible a la hora de escoger el vestido adecuado y el complemento perfecto.

La revista Época afirmó en 1993 que gracias a su buena actitud e imagen «recibió un trato de preferencia en el colegio. Siempre representaba l os papeles protagonistas en las obras de teatro y generalmente lo hacía muy bien. Durante cinco años seguidos, fue la Virgen María en el pesebre viviente Esto le infundió bastante seguridad en sí misma».

Con esa misma confianza, timidez y buenas maneras María Isabel o Chábeli (como se la llamaba en aquel momento), comenzó a pasearse por las fiestas de la alta sociedad a la tierna edad de 15 años con un éxito evidente entre el público masculino. Isabel Preysler entonces, como ahora, sabía convertirse en el centro de las fiestas de jardín donde se reunían los jóvenes casaderos de buna familia con las jóvenes casaderas de idéntico estrto social.

En aquella época Isabel Preysler no dudaba en jugar la carta de su belleza y participaba como modelo en desfiles destinados a recaudar fondos para causas benéficas en el Sheraton (en los que por supuesto era coronada como la reina).

De todas aquellas reuniones elitistas salieron los primeros «novios» de Isabel Preysler, de los que Paloma Barrientos, en su libro «Reina de corazones», desvela tres nombres: Gregorio Araneta, Charlie López y Bobby Santos.

Pero como no podía ser de otra forma, la Chábeli Preysler filipina acabó «muriendo» de éxito. Siendo menor de edad se enamoró de la persona más inoportuna: un reconocido playboy 10 años mayor que ella llamado Jun Ikalav.

Georgina Padilla Zóbel, íntima de los Preysler, le comentó al periodista Jaime Peñafiel por qué ese enamoramiento acabó en el traslado de Isabel a España con tan solo 17 años: «A sus padres no les agradaba esa relación. Además, en aquella época en Manila se había puesto de moda que las chicas jóvenes que se enamoraban se escaparan con el novio. Si esto ocurría, lo único que podía hacer la familia era autorizar la boda».

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Dicho y hecho la propia Isabel Preysler acabó confesando en las páginas del ¡Hola! que ella misma «picó» con este sistema de consolidar relaciones clandestinas. Un domingo al salir de misa la adolescente Chábeli dijo a sus padres que estaría en el club de Polo pero, en realidad, y con el bikini en el bolso, se fue en la avioneta de su playboy a disfrutar del sol en una casa playera que tenía en otra isla.

El problema vino cuando llegó la hora de volver a Manila (a las seis de la tarde) y la avioneta se negó a arrancar. Un viaje en lancha y cinco horas de coche más tarde la Isabel Preysler adolescente llegó a la casa familiar de madrugada donde se encontró a sus padres en pie de guerra. Diez días después de aquella escapada secreta con su novio Isabel Preysler volaba junto a su madre en otro avión, pero esta vez rumbo a España.