El seleccionador Jorge Vilda y, al fondo, Luis Rubiales, presidente de la RFEF. /
Quién iba a decir que un campeonato del mundo del fútbol femenino , una gesta histórica de tal magnitud, iba a acabar en una revolución femenina, con movimientos contestatarios y con dos figuras señaladas nacional e internacionalmente: Luis Rubiales , presidente de la Real Federación Española de Fútbol, actualmente suspendido durante tres meses, y Jorge Vilda, seleccionador de la Roja femenina desde 2015.
Sobre Luis Rubiales y su familia lo hemos sabido prácticamente todo en estos días vertiginosos. De nada sirvieron ni su pedida de perdón un tanto desafortunada en las formas y en el fondo en un vídeo para el que supuestamente se intentó forzar a Jenni Hermoso, ni su comparecencia pública ante la Asamblea de la Federación. En su alocución enfatizó que no iba a dimitir y echó la culpa al «falso feminismo» de la situación generada por esas imágenes que han dado la vuelta al mundo y han ocupado lugares de enorme relevancia en periódicos como The New York Times o The Guardian y en cadenas de televisión como BBC o CNN.
Jorge Vilda inicialmente respaldó a Rubiales al afirmar que «hemos sufrido mucho, pero hemos estado juntos». Sin embargo, conforme los acontecimientos iban virando hacia un descrédito mayor respecto a Rubiales, cambió su enfoque y emitió un comunicado el pasado sábado en el que podíamos leer lo siguiente: «No cabe duda de que es inaceptable y no refleja en absoluto los principios y valores que defiendo en mi vida, en el deporte en general y en el fútbol en particular».
Vilda ya arrastraba un gran cisma en la Selección. De hecho, en septiembre del año pasado, 15 jugadoras cuestionaban su situación abiertamente en un correo electrónico que enviaron con idéntico texto y a título individual a la Federación Española de Fútbol: «Los últimos acontecimientos acaecidos en la selección española y la situación generada, hechos de los cuales son ustedes conocedores, están afectando de forma importante a mi estado emocional y por lo tanto a mi salud». Este valiente paso de las jugadoras no se quedó sin consecuencias y como respuesta se les recordó que volverían a ser convocadas «si asumen su error y piden perdón».
Jorge Vilda ya fue puesto en el punto de mira cuando tras conseguir el triunfo en el Mundial y utilizó el término «campeones» en lugar de «campeonas», pero nuevamente Rubiales volvió a salir en su rescate en la mencionada asamblea al manifestar que no había que acomplejarse por utilizar el plural genérico «campeones». Unos hechos, finalmente, que han ligado más si cabe los destinos de dos hombres ahora puestos en cuestión. Rubiales expuso en su caída a sus tres hijas, su madre se ha encerrado en huelga de hambre en la iglesia de la Divina Pastora de Motril, y sus primas han salido en su defensa.
La futbolista Ona Batlle y el seleccionador Jorge Vilda. /
En el caso de Jorge Vilda, del que solo ha trascendido que está casado y tiene dos hijos, un niño y una niña, que se llevan siete años entre sí. Su exposición mediática ha sido pequeña y la otra figura pública de su familia es su hermano mayor, que es diseñador de moda. Se llama Ángel Vilda, como su progenitor, y es el artífice de la firma Brain & Beast, una marca rompedora que el seleccionador ha lucido en muy contadas ocasiones porque no encaja demasiado con su estilo, mucho más clásico.
Por el momento, nadie de su entorno más íntimo se ha pronunciado sobre su delicada situación y él mismo, en sus manifestaciones públicas anteriores a esta gigantesca controversia, no ha dado demasiadas pistas sobre su vida personal. Él mismo dice que no tiene redes sociales, ni bajo pseudónimo. Admite que por obligación pasa mucho tiempo delante de las pantallas y por ese motivo evita hacerlo de manera suplementaria. Asimismo, confiesa que sí es lector de prensa. La misma prensa que en el momento de escribir estas líneas ya estaba pidiendo su cabeza. Metafóricamente, claro.
Lo que sí es público y notorio es el linaje al que pertenece. Nacido en Madrid el 7 de julio de 1981, su padre es Ángel Vilda, quien fuera preparador físico del Barcelona de Johan Cruyff y del Atlético de Madrid de Luis Aragonés. Además, fue entrenador de las selecciones femeninas de fútbol sub-17 y sub-19. De hecho, en 2010 se dio la circunstancia de que su padre estaba al frente de la sub-19 mientras él se ocupaba de la sub-17. En 2014 ocupó el lugar de su padre en la sub-19 y al año siguiente fue designado seleccionador de la absoluta, tras la dimisión de Ignacio Quereda, que llevaba 27 años en el cargo.
Su salida del cargo también estuvo precedida por el escándalo, que apareció reflejado en el libro No las llames chicas, llámanos futbolistas, de Danae Baronat, en el que se describen supuestos comportamientos no ejemplares del seleccionador. También redunda en los mismos aspectos de su conducta el documental estrenado por Movistar+ Romper el silencio, que la cadena promocionaba en los siguientes términos: «En 1988 Ignacio Quereda accedía a seleccionador nacional de fútbol femenino y fue objeto de críticas por parte de varias generaciones de futbolistas. España llegó a estar 16 años sin acudir a competiciones internacionales y su mejor clasificación FIFA fue una 14ª plaza. Su secreto para mantenerse en el cargo, la connivencia de la RFEF de Ángel María Villar».