La actriz Milly Alcock, antes de coronarse como la joven Rhaenyra Targaryen, no llegaba a fin de mes. Con solo 22 años su vida ha despegado a lomos de los seis primeros capítulos de La casa del dragón (después coge el relevo Emma D'Arcy para la etapa de adulta). Ha vivido la verdadera magia de la precuela de Juego de Tronos: pasar de ser una trabajadora sin popularidad a estar en boca de todos.
Igual que su compañera Olivia Cooke , ella tampoco había visto la serie ni leído los libros de George R.R. Martin. Lo único que sabía era que era un proyecto inmenso, según el New York Post. «Cuando obtuve el papel me vi las ocho temporadas en dos semanas. Fue intenso, me convertí en una fan muy pronto y comprendí por qué todo el mundo ama la serie», señala en la entrevista.
Para Milly Alcock era algo inimaginable seguir la estela de actrices como Maisie Williamso Sophie Turner. Tenía claro que quería ser actriz, pero participar en una producción con tal magnitud no entraba en sus planes. «Esas cosas no les pasan a la gente como yo», ha reconocido al periódico Daily Telegraph.
Nunca se le cruzó por la cabeza porque cuando la llamaron por teléfono para darle la noticia vivía en el ático de su madre. Y porque se dedicaba a lavar platos en un restaurante. Ese trabajo lo compaginaba con papeles pequeños que eran insuficientes para subsistir. Debutó a los 14 años y despuntó en su paso por creaciones como Upright, en la que interpretaba a una adolescente inadaptada. La serie, de 2019, tuvo buenas críticas, como una antesala a lo que vendría después.
«Cuando me dijeron que tenía el papel estaba en shock e incrédula. Tardé en asimilarlo, en emocionarme y en dejar de pensar que me iban a despedir. Eso duró hasta que empecé la preproducción», explica en una entrevista. Durante todo el rodaje siguió fascinada por todo cada detalle; su decorado favorito era la sala del trono.
Pese a que todas las miradas apuntan a Milly Alcock, en una entrevista reconoció que no sabe si es el inicio de algo o si jamás volverá a estar a la altura del su éxito actual. Por un lado, le aterra no volver a trabajar y, por el otro, le horroriza haber perdido su intimidad.
La fama está siendo un trabajo «arduo» para la australiana afincada en Londres, según ha reconocido en una entrevista con NME. «Mi trabajo es de media jornada», recuerda, aunque la repercusión no sigue horarios. Ella trata de no regocijarse con su éxito. «No me beneficia, solo me genera ansiedad», sostiene.
Lo más agotador para la joven no son los pases de prensa, los viajes, las entrevistas, la gente que le para y le pide fotos; es ver su cara «constantemente», en todas partes. «Nadie debería sufrir esto. De verdad, es una mierda», ha reconocido sobre lo que ella define como «un espacio difícil de navegar». Se le hace más confuso precisamente por sus orígenes, por no tener un referente en su familia que se dedique al mundo artístico. «Me siento sola y desapegada de mi círculo social», admite.
Esa extraña sensación de orgullo por el trabajo bien hecho y la tristeza por sus consecuencias, le recuerda a historias donde convergen varios mundos. «Es abrir la caja de pandora y mirarte en el espejo, como Alicia en el país de las maravillas. Es muy raro», intenta aterrizar en la entrevista.
Para llegar a las escenas que dejan atónitos a los fans de La casa del dragón y Juego de tronos, los actores tienen que adaptarse a medidas extremas. Milly Alcock asegura, en una entrevista con The Hollywood reporter, que uno de los mayores problemas fue el fuego.
La familia que convive entre llamas deja a unos actores achicharrados. «Como no hay electricidad en este mundo, todo se ilumina con fuego», cuenta la actriz. El set se calentaba cada vez más y más, y ella «sudaba mucho».
Las escenas más complicadas para Alcock fueron las de efectos especiales, como los dragones. «Estuve sola en el estudio de sonido tres días, en una especie de máquina con viento artifical», se queja en une entrevista con NME. La cara era lo que más le perturbaba, se debatía entre qué expresión poner (si abría la boca le golpeaba la presión del aire y acababa haciendo muecas).
De todas las complicaciones, Alcock tiene clara la peor: aprender el idioma Alto Valyrio. Le dedicó horas y horas, según recoge Sensacine. «Fue cansadísimo porque tenía que leer los libretos y traducirlos al idioma», asegura.
En cambio, lo que para los espectadores parece ser lo más morboso de la saga de Juego de tronos y La casa del dragón, para ella salió natural. Las escenas de sexo fluyeron. «Aunque parezca extraño, no fue incómodo», ha reconocido.
Lo que si le perturbó fue algún escenario. Hay una escena en un burdel que la directora, Clare Kilner, se aseguró de que fuera una sorpresa. «No vimos nada hasta que empezamos a rodar. Fue bastante impactante». Había extras que acababan de conocer que se pasaron horas haciendo poses sexuales. «Nos sentíamos muy vestidos porque todos estaban desnudos».
Todo el mundo imaginaba que Rhaenyra Targaryen iba a beber de su descendiente Daenerys (Emilia Clarke en Juego de tronos). Era demasiado evidente, así que Alcock se fijó en otras mujeres. «Hay similitudes en la moral, pero los dos personajes ven el mundo de manera muy diferente», aclara en una entrevista con el New York Post.
En cambio, se inspiró en otras dos fuentes que no tienen nada que ver con la saga. Una es Cate Blanchett en Elizabeth: la edad de oro, donde interpreta a la reina Isabel I, una mujer que aprende a controlar sus pasiones y defender su reino. La otra es Audrey Hepburn en Vacaciones en Roma, otra princesa que se escapa de su apretado horario para disfrutar de su libertad.
«Rhaenyra es la combinación de esas dos mujeres. Es ingeniosa y descarada, pero tiene que actuar constantemente y estar a la altura de ese papel real. En cambio, bajo la superficie, está incómoda en su piel», describe Alcock.
El personaje es complicado, tenso, esconde sus secretos y sus ansias de explorar. «Quiere que la vean», cuenta la actriz, y justifica que hay dos hombres que le prestan la atención que ella pide. Por eso, Rhaenyra Targaryen juega a sentir que tienen poder sobre ella, y también ejerce su autoridad sobre ellos.
20 de enero-18 de febrero
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