Un año de su muerte
Un año de su muerte
El 9 de junio de 2022 murió en su casa parisina Olivia Valère, a los 75 años, víctima de un cáncer de estómago que arrastraba desde hacía algo más de un año y del que recibía tratamiento en la capital francesa. Nos dejaba una de las leyendas de la noche marbellí, cuyos restos mortales eran trasladados a España para que reposasen para siempre en el cementerio judío de Casabermeja en Málaga. Una muerte que se produjo, por cierto, una semana después de Kasia Gallanio, la denominada jequesa de Marbella, y un mes más tarde que Régine, otra de las reinas de la noche marbellí, que había fallecido en mayo, con quien mantuvo una rivalidad legendaria.
Olvia Valère estuvo casada en dos ocasiones y con sus dos maridos mantuvo una buena relación hasta el final. El primero, Albert Albouhair, es el padre de sus dos hijos mayores, Karen y Arnaud, y el segundo, Philippe Roger Valère, con quien tuvo al menor, Xavier, fue su pareja durante casi cincuenta años. Sin embargo, esta concordia familiar ha quedado empañada este verano por declaraciones cruzadas entre los dos hijos mayores de la empresaria y su viudo, con acusaciones de allanamiento de morada y sustracción de objetos de gran valor material y emocional por parte del viudo.
Más allá del conflictivo reparto de la herencia y de estas polémicas, el legado inmaterial de Olivia sigue muy vigente. Nacida en Meknes (Marruecos), estudió Literatura en París y fue relaciones públicas en el Senado francés. En 1981 abrió su primera discoteca en la capital francesa, pero sus cartas estaban marcadas… Su destino era la Costa del Sol, a donde llegó de la mano de su amiga la cantante coreana Kimera, recordada por sus excéntricos maquillajes, y, sobre todo, por el secuestro en 1987 de su hija Melodie, fruto de su matrimonio con el controvertido empresario libanés fallecido en 2014.
Un año antes, en 1984, había visitado Marbella por primera vez, pero quizás fuera en 1985, cuando acudió a una fiesta de cumpleaños de Kimera en su mansión de Estepona, cuando, arropada por su amiga, sintió que había llegado el momento de emprender un nuevo camino en su vida. Abrió su primera discoteca en Marbella, Gray D'Albion, en 1985 y enseguida empezó a codearse con lo más granado de la jet internacional que estaba de paso en nuestro país u otros como Sean Connery, que llegó a ser uno de los ilustres habitantes de Marbella.
Olivia Valère, que nunca perdería su acento francés, se convirtió en la mejor anfitriona de la noche y su vida fue tan extraordinaria que ella misma se postuló como material para una serie basada en su vida. Es más, señaló a un malagueño de excepción, Antonio Banderas, para que se pusiera al frente a un hipotético proyecto que, de momento, no ha visto la luz, pero que no sería descartable, habida cuenta el enorme interés que suscitan este tipo de leyendas más grandes que la vida.
En el año 2000 abriría su local más emblemático, de la mano de Jesús Gil. La discoteca Olivia Valére se inauguraba por todo lo alto con Naomi Campbell de madrina, ya con las heridas cerradas de su reciente ruptura con Joaquín Cortés. El que fuera presidente del Atlético de Madrid y alcalde de la ciudad era el encargado de cortar la preceptiva cinta. A partir de entonces se convertiría en el 'place to be' definitivo de la Costa del Sol y entre sus djs ocasionales más célebres tuvo nada menos que a Prince. Allí vivieron recuerdos efímeros de su biografía Luis Miguel y Mariah Carey, Alberto de Mónaco o Paris Hilton, Eva Longoria y Bruce Willis, entre otros. El antes mencionado Antonio Banderas celebraba allí su 59 cumpleaños.
Olivia Valère se acercó al gran público en el reality Mujeres ricas, un formato en el que se mostraba la vida de cinco mujeres adineradas. Una de las facetas que más destacó fue su sentido del humor y una de sus afirmaciones más comentadas: «Si me quedo demasiado tiempo delante de un espejo parezco un travesti». Y también descubrimos que en1988 había publicado una versión gipsy latino de la popular Cantinero de Cuba.
Su última aparición televisiva tuvo lugar en Ven a cenar conmigo: edición gourmet, en Cuatro, donde demostró una gran destreza entre fogones. Los 3.000 euros que ganó los donó a la fundación Pequeño Deseo. También participó en el programa ¡Mira Quién Salta!, en el que se tiraba a la piscina desde el trampolín con cierta destreza y se sometió a la valoración de una leyenda de este deporte, Gemma Mengual, siempre sin perder la sonrisa.
La empresaria, que quería haber sido actriz y no lo pudo lograr, consiguió acercarse a ese mundo a través de la pequeña pantalla. Especialmente en el mencionado reality, en el que, de alguna forma, se interpretaba a sí misma, como reconoció la propia Olivia. Su padre era un gran admirador de Olivia de Havilland, por Lo que el viento se llevó, de ahí su nombre de pila, y ella sí tuvo la suerte de conocer en las distancias cortas a otras leyendas del celuloide como Elizabeth Taylor o la manchega más universal, Sara Montiel.
Nada le gustaba más que pasar tiempo con sus nietos, disfrutar de sus dos perros, Dolce y Gabbana, y viajar a París, a Nueva York, o a Punta del Este, donde pasaba largas temporadas. Algunos de sus grandes amigos como Alfonso de Hohenlohe o Jaime de Mora y Aragón hace tiempo que nos dejaron también. Habituales de su primera discoteca, compartieron con ella noches irrepetibles.