Mario Vargas Llosa y Patricia Llosa en la ceremonia de entrega del Nobel en 2010. /
La literatura hispanoamericana está de luto. Mario Vargas Llosa ha muerto a los 89 años en su casa de Lima, «rodeado de su familia y en paz». Así lo indicaban en un breve comunicado Álvaro, Gonzalo y Morgana, los tres hijos que el novelista ganador del Premio Nobel tuvo con su exmujer, Patricia Llosa , que estuvo a su lado desde su regreso a Perú.
«Su partida entristecerá a sus parientes, a sus amigos y a sus lectores alrededor del mundo, pero esperamos que encuentren consuelo, como nosotros, en el hecho de que gozó de una vida larga, múltiple y fructífera, y deja detrás de él una obra que lo sobrevivirá», añade el mensaje, donde se añade que no habrá «ninguna ceremonia pública».
«Nuestra madre, nuestros hijos y nosotros mismos confiamos en tener el espacio y la privacidad para despedirlo en familia y en compañía de sus amigos cercanos. Sus restos, como era su voluntad, serán incinerados», termina el comunicado. El prestigioso escritor había vuelto a vivir en su apartamento limeño, donde hace tres años retomó su relación con la que fuera su esposa y confidente, Patricia Llosa, y los paseos por su ciudad adoptiva, siempre apoyando en su fiel bastón.
La vida amorosa de Mario Vargas Llosa estuvo marcada por tres mujeres: su tía, Julia Urquidi, su prima, Patricia Llosa, y la reina de corazones, Isabel Preysler . El escritor se casó en 1955 con su tía política, que era la hermana de su cuñada, cuando él tenía 19 años y ella 30. Huyendo de la desaprobación familiar, se llevaron su amor a París. Su historia de amor la relataría en uno de sus libros más conocidos, La tía Julia y el escribidor.
Pero nueve años después, el futuro Nobel cayó rendido ante los encantos de Patricia, sobrina de Julia y prima carnal suya, que había ido a pasar una temporada a la capital francesa con ellos para estudiar Filosofía. Ambos habían compartido juegos de infancia en Cochabamba, Bolivia, donde ella había nacido en 1945. Un parto que, según cuentan, contempló el propio Mario oculto desde un árbol.
Consentida y rebelde, su amor con su primo tampoco fue bien visto por su familia conservadora, pero de todos modos se casaron en 1965, poco después de que el escritor se divorciara de su tía. Por ella el Nobel sacrificaría su amistad con Gabriel García Márquez, al que asestó un famoso puñetazo en 1976 por defender el honor de su mujer.
El escritor junto a Patricia Llosa, la mujer que ha estado a su lado durante cincuenta años. /
Compañeros de viaje durante más de cinco décadas, juntos recorrieron el mundo, crecieron en la escena literaria y formaron una familia sólida. Patricia fue discreta, elegante y una presencia constante en los años más productivos del escritor. El Nobel calificó a Patricia como «la prima de nariz respingada y carácter indomable» sin la que, según él, su vida se hubiera disuelto en un «torbellino caótico».
Fue ella la responsable de criar a su familia y de organizar toda su vida. Así lo recordaba Mario Vargas Llosa en su discurso al recibir el premio Nobel en Estocolmo en 2010: « Ella lo hace todo y todo lo hace bien. Resuelve los problemas, administra la economía, pone orden en el caos, mantiene a raya a los periodistas y a los intrusos, defiende mi tiempo, decide las citas y los viajes, hace y deshace las maletas, y es tan generosa que hasta cuando cree que me riñe me hace el mejor de los elogios».
Pero en 2015 aquella aparente solidez de su unidad familiar se rompió cuando salió a la luz el hasta entonces secreto romance del escritor con Isabel Preysler . En un primer momento, Patricia Llosa y sus tres hijos emitieron un comunicado en el que se mostraban «sorprendidos y muy apenados» por la noticia. Su hijo Gonzalo se mostró muy crítico con la nueva relación de Vargas Llosa, asegurando que «yo temía que esto tendría unas consecuencias nefastas para mi madre, sobre todo porque desde los 18 años ella había dedicado enteramente su vida a mi padre».
Tras siete años de noviazgo en Madrid, relatados con detalle en la prensa rosa, la relación entre la socialité y el escritor se rompía en pedazos , con unas célebres declaraciones del peruano en las que justificaba la ruptura diciendo que ambos eran de «dos mundos muy distintos, muy separados».
Como célebre fue la carta que Patricia le envió a Isabel poco después de ser abandonada por su marido, en la que le advertía que el escritor le acabaría siendo infiel pues lo «ha hecho veinte o treinta veces a lo largo del matrimonio» y de que lo suyo tenía fecha de caducidad, ya que Mario siempre terminaba volviendo con ella.
De forma profética, «A Patricia» fue la dedicatoria de su última novela, Le dedico mi silencio, interpretada como una reconciliación con la madre de sus hijos, que nunca se llegó a conformar de manera oficial. En sus últimos años, el novelista fue visto feliz en reuniones familiares al lado de su prima, que, siempre discreta, también estuvo a su lado en uno de sus últimos grandes momentos: su investidura como miembro de la Academia Francesa .