Alberto de Mónaco y su esposa, la princesa Charlène /
El verano pasado, con una princesa Charlène todavía a medio gas, el príncipe Alberto firmó un decreto en el que convertía a su esposa en su futurible regente en caso de que a él le pasara algo antes de que su hijo Jacques cumpliera la mayoría de edad.
Ahora, con los rumores de un supuesto cáncer de piel del príncipe de vuelta a la primera plana de la prensa sensacionalista (un rumor recurrente que ya se dio en 2014, por ejemplo), muchos han decidido analizar la letra pequeña de aquel decreto y han sacado sus propias conclusiones.
Según el medio Vanitatis, la regencia aprobada por Alberto II para su esposa la deja, en realidad, atada de pies y manos. La revista alemana Bunte le da la razón: para los germanos el consejo de regencia establecido por Alberto de Mónaco supone, en realidad, poner blanco sobre negro que Alberto no confía en su mujer la princesa Charlène .
Pero que exista un consejo de regencia es una medida común cuando un país está gobernado por una familia real. El propio Juan Carlos de Borbón tuvo un Consejo de regencia a su lado cuando murió Franco, aunque fue de carácter temporal (básicamente hasta que juró su cargo). ¿Qué diferencia al Consejo de regencia de Alberto de Mónaco de otros?
Gobernar Mónaco no es una tarea sencilla y el príncipe Alberto, a pesar de sus amplios poderes, no la acomete, ni mucho menos, en solitario. A pesar de que el Grimaldi es la cara visible del principado, el poder recae, además de en él, en su ministro de Estado y el Consejo de la Corona.
El Consejo de la Corona es una institución integrada por siete miembros nombrados por el príncipe reinante para un periodo de tres años. Una característica imprescindible para formar parte de este consejo es la de demostrar fidelidad a la familia Grimaldi, porque Mónaco es una anomalía en el mapa de Europa.
El principado más caro del viejo continente, refugio de milmillonarios, ha sido históricamente un territorio tutelado por Francia. De hecho, desde 1930 y durante todo el gobierno del príncipe Rainiero III, Francia era quién elegía de facto al jefe del gobierno de Mónaco que debía ser, a posteriori, refrendado por el príncipe.
El príncipe Alberto de Mónaco ha nombrado a Charlène su regente, pero con limitaciones.
El sistema era sencillo, Francia proponía a Rainiero a seis posibles candidatos franceses a Ministro de Estado y de todos ellos Rainiero tenía que escoger a uno. El ministro era francés; el consejo de la corona, monegasco. A pesar de ello, el ministro de Estado de Mónaco es quien preside el Consejo de la Corona y además se encarga de la policía, la defensa y la seguridad en el principado.
Este era el sistema que se seguía hasta 2002, el año en el que cambió todo. Durante su etapa como gobernante, el príncipe Rainiero luchó para ganar una mayor independencia de Francia y en 2002 consiguió una victoria pequeña pero significativa: a partir de ese momento los monegascos también podían ser escogidos como ministros de Estado y sería el príncipe quién escogiera a la persona correcta previa consulta al gobierno francés.
Así las cosas, y antes de la muerte de su padre, el príncipe Alberto de Mónaco se vio obligado a asumir la regencia de La Roca en 2005. Seis días antes de que falleciera su padre. Una regencia breve pero previsible.
Desde que la salud de Rainiero se empezó a deteriorar, el príncipe Alberto había sido el jefe de Estado en la sombra. Con la decisión de ese 31 de marzo, Alberto heredó los poderes casi absolutos de su padre con el beneplácito del Consejo de la Corona, que hizo público en un breve comunicado el nuevo estatus del príncipe heredero.
A nadie le sorprendió que, en aquel momento, Alberto diera un paso al frente, pero aún así le costó diez días de negociaciones conseguir su reconocimiento como regente. Y eso a pesar de que había realizado muchas «misiones» a la vista de todos en las que quedaba clara su valía como gobernante. Por ejemplo, fue el encargado de viajar hasta la sede de la Naciones Unidas en 1993 para dar el discurso del ingreso de Mónaco en dicho organismo.
Durante su reinado, el príncipe Rainiero intentó ganar independencia de Francia. /
Cuando Alberto de Mónaco se convirtió en regente llevaba 30 años ejerciendo de algo más que del príncipe playboy de Europa, también había estado aprendiendo política, diplomacia y relaciones internacionales durante tres décadas. No sólo conocía los entresijos de la política familiar, sino que estaba formado como experto en finanzas en la mismísima Wall Street. ¿Posee la princesa Charlène un bagaje de este calibre?
A la pregunta de qué sucedería si el príncipe Alberto de Mónaco falleciera inesperadamente o quedara imposibilitado para gobernar antes de que su hijo y heredero fuera mayor de edad, hay que remitirse a los estatutos de la familia soberana de Mónaco.
Este documento oficial incluye los cambios en la Constitución que se realizaron en 2002 y el decreto fundacional de la dinastía de 1882. Los estatutos dictaminan que si el príncipe reinante muere o es incapaz de gobernar, el heredero es, automáticamente, el beneficiario de la Corona.
Pero si el heredero es en ese momento menor de edad, el Consejo de la Corona debe reconocer su imposibilidad temporal para gobernar a través del secretario de estado y se abre entonces un periodo de regencia que debe ejercer el cónyuge del príncipe fallecido o incapacitado.
Durante esta regencia el cónyuge del príncipe fallecido o incapacitado puede declararse no apto para el gobierno del país, y en ese caso quien toma el poder es el consejo de regencia, un órgano formado, entre otros, por el presidente del consejo de la corona, el presidente del consejo de estado y el miembro más antiguo del consejo de la corona.
Más que un desprecio a Charlène, parece que con su decisión del verano pasado, y ante la evidente fragilidad de su mujer, Alberto de Mónaco decidió blindar su posición en el Principado si en algún momento él mismo no puede defenderla.
Vídeo. Las razones por las que Charlène no quería volver a Mónaco
En los cambios realizados en 2022 queda estipulado que Charlène sería la regente, pero que gobernaría apoyada en un consejo de regencia del que sería la presidenta. Ese consejo estaría formado por siete personas: tres de ellas serían los cargos oficiales descritos en los antiguos estatutos y otras cuatro personas designadas por orden del príncipe. Dado que el hermano de la princesa Charlène, Gareth Wittstock , recibió este mismo año la nacionalidad monegasca, no habría problema para que el favorito de la princesa formara parte de este consejo.
Otro curioso detalle que aparece en las nuevas medidas de la regencia es que se cita que, para ejercer como regente, es obligatorio que el cónyuge no esté separado del príncipe que cede la Corona ni legalmente ni de facto. Un buen motivo para no firmar jamás los papeles del divorcio, porque, de separarse, Jacques seguiría siendo el heredero de la corona. Y se mantendría bajo la tutela del Consejo de Regencia, pero la regente de facto sería Carolina de Mónaco. Con estos datos, se admiten apuestas.