Ana María y Constantino de Grecia, en una imagen de archivo. /
La reina Ana María , la hija menor del rey Federico IX de Dinamarca y hermana de la reina Margarita , apenas tenía 13 años cuando conoció a Constantino de Grecia, su primo lejano. Fue en un viaje oficial de la familia real griega a Copenhague, a finales de los años cincuenta. Constantino tenía 19 años y su padre, el rey Pablo I, ya reparó entonces en la gran impresión que había causado la joven Ana María en su heredero.
«Fíjate en Ana María: parece una mariposa. Espero que algún día, Tino se case con ella«, le diría Pablo de Grecia a su mujer, la reina Federica , según recoge la revista «Vanity Fair». Desde entonces han pasado casi sesenta años y siempre han estado el uno al lado del otro.
A pesar de la pérdida del trono y de los sinsabores de su largo exilio, su historia de amor no se ha marchitado con el tiempo. La reina Ana María, a la que vimos llorosa y emocionada en los funerales de su marido , fue una esposa y una madre feliz de cinco hijos, probablemente la más feliz de la realeza europea. En eso fue bendecido por el destino.
Ana María Dagmar Ingrid se educó en la exclusiva escuela de niñas Chatelard, y en el Instituto Le Mesnil, de Montreux, ambos en Suiza. Habla seis idiomas y estudió sociología. Fue una de las princesas it de los primeros sesenta, siempre vestida y tocada con los diseños más favorecedores del momento. Combinaba diademas de flores con abrigos en tonos pastel, redecillas con faldas evasé, y fue de las primeras en lucir camisetas de algodón.
Tras conocerse en Copenhague, Constantino y Ana María empezaron a escribirse. Su romance fue secreto al principio, pero el príncipe griego tuvo claro su amor, desde el primer momento, por aquella princesa alta y rubia, de ojos verdes, siempre sonriente. Pero los padres de ella consideraban que era demasiado joven y rechazaban una y otra vez las invitaciones de la reina Federica, la madre de Constantino, para pasar unos días de vacaciones en Corfú.
Tanto ella como su hermana, la reina Sofía, le apoyaban sin fisuras. En la boda de Sofía con don Juan Carlos , en 1962, volvieron a encontrarse. Ana María fue una de las ocho princesas reales que llevaron el manto de la novia. La pareja pasó junta las celebraciones del enlace. Estaban emparentados por muchas vías: tanto los reyes Pablo y Federica de Grecia como el rey Federico IX de Dinamarca eran bisnietos del rey Cristian IX de Dinamarca. Los padres de los jóvenes eran también descendientes directos de la reina Victoria de Inglaterra y de los Románov de Rusia.
Ana María de Grecia, de joven, demostrando que fue una de las primeras 'it royals' /
Constantino le propuso matrimonio a Ana María unos meses más tarde en unas regatas en Noruega. En cuanto ella cumplió los 17, se fijó la fecha de la boda, que se tuvo que adelantar unos meses por el fallecimiento del rey Pablo I, padre del novio, que llegó así al trono, con solo 23 años.
Se casaron el 18 de septiembre de 1964, ante mil invitados, en la Catedral de Atenas. Asistieron siete reyes reinantes, tres en el exilio y ochenta y siete príncipes y princesas. La celebración fue un gran acontecimiento en Grecia, un derroche de alegría y de majestuosidad, que los griegos siguieron en las calles.
Ana María lució un vestido de novia de estilo dieciochesco de satén y tul del diseñador danés Jorgen Bender, el velo de los Glucksburg que habían llevado su madre, la reina Ingrid, y su abuela materna, Margarita de Suecia, la tiara de Cartier regalo del Khedive de Egipto a esta, y una cruz de diamantes, regalo de Constantino, la misma que ha llevado estos días en los funerales, junto con un collar de perlas.
Ana María se convirtió, del brazo de Constantino, en la reina más joven de Europa. Pero el reinado duró poco. En una Grecia inestable, dominada por la crisis política, un golpe de Estado de los militares, el 21 de abril de 1967, dejó al rey fuera de juego.
Al día siguiente, Constantino II tomó juramento a los coroneles de la junta militar. Meses después, en diciembre de 1967, intentó un contragolpe con el apoyo de la familia real y del primer ministro. Pero fracasó y tuvo que abandonar Grecia.
Sus dos primeros hijos, Alexía y Pablo, el heredero, nacieron en Grecia, la primera en 1965 y el segundo en 1967. Ana María estaba embarazada cuando tuvieron que abandonar Atenas precipitadamente, tras fracasar el contragolpe y perdió al bebé. Su tercer hijo, Nicolás, vino al mundo en Roma, en 1969.
La familia se instaló, primero en Roma, y más tarde en Londres, en el elegante barrio de Hampstead, donde nacieron sus dos hijos pequeños, Teodora y Philippos, en 1986 y en 1989, respectivamente. La pareja, agotada por los sobresaltos de los últimos años, sufrió una crisis en los años setenta, que se agravó para Ana María, con la muerte de su padre, el rey Federico IX de Dinamarca. Pero las cosas volvieron a su cauce en los años ochenta.
Constantino y Ana María de Grecia con sus hijos, yernos, nueras y nietos en una foto familiar de vacaciones. /
Su vida en Londres fue tranquila, siempre con la satisfacción de ver crecer a su familia numerosa, a pesar de los numerosos desencuentros del rey Constantino con el Gobierno griego, que le retiró su pasaporte y le confiscó sus bienes. Pero los Grecia pudieron recuperar parte de las tradiciones de la corte de Atenas y vivir cómodamente, lo que matizó los sinsabores de la pérdida del trono. Siempre juntos, cogidos de la mano, siempre sonrientes en todas las fotos.
Tras cuarenta años de exilio, la familia pudo regresar a Grecia a principios de los años 2000 y se instaló allí definitivamente en 2013. Constantino y Ana María vivieron los últimos años en Porto Heli, una tranquila localidad costera, en una gran casa frente al mar en la que solían reunir a toda la familia, incluidas las hermanas de Constantino, la reina Sofía y la princesa Irene. También disfrutaron durante años de su yate, el Afroessa. En esta seis décadas, ni un rumor, ni un comentario malicioso han brotado nunca sobre ellos. Solo la muerte los ha separado.