Los reyes Balduino y Fabiola de Bélgica junto al príncipe Felipe. / /
Al funeral del rey Balduino de Bélgica , que tuvo lugar el 7 de agosto de 1993, asistieron 15 reyes, incluidos el rey Juan Carlos I y la reina Isabel II , un emperador (Akihito de Japón), dos príncipes y decenas de otros miembros de familias reales y dignatarios. Y se encontraron con una ceremonia de exequias, celebrada en la catedral de san Miguel y Santa Gúdula de Bruselas, en Bruselas, bien diferente a lo que es habitual cuando fallece un monarca.
Fue decisión de la reina Fabiola , ya reina viuda, que quiso romper con la tradición de un funeral de Estado y convertir la ceremonia en una expresión de celebración y esperanza. El primer hecho llamativo fue su forma de vestir, totalmente de blanco, retomando la tradición que siempre habían seguido las reinas católicas en el pasado. El segundo, que Balduino, fue tratado como santo por los representantes de la Iglesia Belga.
El funeral fue oficiado, el 7 de agosto, por tres cardenales a petición expresa del monarca: el arzobispo de Bruselas-Malinas, Gotfried Danneels, el teólogo dominicano Jérome Hamer y el veterano Leon-Joseph Suenen, que le había casado en esa misma catedral 33 años atrás.
El cardenal primado Gotfried Daneels recordó cómo el rey, que comulgaba diariamente, llevó una vida de oración y fue un fervoroso penitente y lector del Evangelio. Le calificó como «defensor de los humildes, los pobres y los marginados» y añadió que «dio la vida por los suyos». Cuando suena el Magnificat de Bach, compositor favorito de Balduino, la emoción es intensa.
Los súbditos de Balduino llenan las calles, conmovidos. Muchos pasan la noche frente a la catedral, envueltos en mantas de la Cruz Roja. A la llegada del féretro resuenan las campanas junto con todas las del país. Asisten decenas de jóvenes de movimientos católicos que ayudan a organizar el movimiento del gentío. El rey había sido scout en su infancia y guardaba un gran recuerdo de esos años. Ellos le consideraban un guía.
Por su parte, la reina Fabiola, que se ocupó personalmente de todos los detalles, quiso convertir el funeral en una manifestación sencilla de alegría, donde estuvieran presentes el pluralismo de Bélgica como nación y aquellos que sufren.
Una exministra hizo un discurso en defensa de los inmigrantes, un médico habló del sufrimiento de los enfermos de sida y un periodista leyó la carta de una mujer filipina prostituta que explicó que el rey fue el único belga que la escuchó. En aquella época pronunciar la palabra «sida» en el interior de una iglesia estaba considerado como un tabú. Al día siguiente ascendió al trono de Bélgica Alberto II, hermano de Balduino . El luto nacional duró una semana, entre el 1 y el 7 de septiembre.
Era bien sabido que tanto Fabiola como Balduino eran profundamente creyentes. Se dice que la muerte por un infarto sorprendió al rey mientras rezaba en su casa de Motril, Villa Astrida, en Granada. Le gustaba subir a la azotea de la casa para estar tranquilo. Desde allí veía el mar y Sierra Nevada.
Balduino y Fabiola de Bélgica, en una imagen de 1980. / /
Allí le sorprendió la muerte el 31 de julio de 1993. La propia Fabiola había expresado, en varias ocasiones, su deseo de haber sido monja si no hubiera ascendido al trono de Bélgica. Balduino también expresó su deseo de ser monje en varias ocasiones. La austeridad de su vida lo demostró, aunque finalmente se convirtiera en rey.
El compromiso de Balduino con su fe le llevó a renunciar al trono durante 36 horas, en abril de 1990, para no tener que firmar la ley sobre la despenalización del aborto en Bélgica. Fue posible porque Balduino contaba con el respaldo casi total de los belgas. Alegó que «su conciencia no le permitía firmar la Ley» y pidió al Gobierno que buscara una solución constitucional para que pudiera evitar su firma. La polémica no se hizo esperar. Muchos pensaban que el rey tenía derecho a la objeción de conciencia, pero otros muchos consideraban que la Corona es una institución que juega un papel simbólico y no debe manifestar preferencias políticas.
En la reciente ceremonia celebrada en Granada en su memoria, hace una semana, a la que asistieron el rey Felipe de los Belgas y la reina Sofía, el arzobispo de Granada deseó que un día la santidad de Balduino, al que calificó como «hombre de Dios», sea reconocida públicamente por parte de la Iglesia. Balduino descansa en el Panteón Real de la Iglesia de Laeken, en Bruselas, junto a su tatarabuelo, Leopoldo I de Sajonia Coburgo, su bisabuelo, Leopoldo II, su abuelo Alberto I y su padre, Leopoldo III. A su lado descansa hoy su esposa, la reina Fabiola, desde su muerte en 2014.