Que Carlos III es un rey muy maniático no es, a estas alturas, un secreto para nadie. Desde que subió al trono tras el fallecimiento de su madre, Isabel II, hemos ido descubriendo excentricidades que el monarca tiene tanto en la esfera pública como, especialmente, en el ámbito privado. Y estas excentricidades también entran en su cocina, pues Carlos III tiene una serie de prohibiciones estrictas con respecto a qué se come en Buckingham Palace.
En lo que respecta a su alimentación, Carlos III sigue una rutina muy estricta y con una considerable lista de alimentos vetados. Los motivos van desde argumentos ideológicos hasta herencias de su madre. Pero sea cual sea, se traduce en el mismo resultado: esos alimentos no entran en las cocinas de las residencias reales británicas.
La alimentación del rey de Reino Unido se basa, principalmente, en productos ecológicos, y tiene una sensibilidad especial con el bienestar animal. La prueba más evidente de ello es que se ha negado rotundamente a comer foie gras y lo ha eliminado de todos los menús reales. Después de ser consciente del proceso de elaboración de este alimento a base de hígado de pato o ganso, el rey decidió dejar de tomarlo, motivado por sus convicciones éticas.
El foie gras no es el único alimento ingrato. Una de las prohibiciones más sonadas es la de no comer ajo. Esto, que ya lo instauró Isabel II, se debe al mal olor y gusto que deja este alimento, y que debido a la agenda de la familia real, puede ser desagradable en según qué ocasiones. Por su parte, el marisco tampoco es bien recibido, especialmente cuando viajan por el mundo, porque así evitan intoxicaciones.
Pero no todo tiene una razón de ser tan fundamentada como la de estas comidas. Algunos vetos se llevan a cabo, simplemente, porque al rey no le gusta. Esto pasa, por ejemplo, con el café. Si bien el rey es un gran amante del té, no soporta el sabor del café, por eso no se toma en Palacio.
Lo mismo ocurre con el chocolate. El refinado paladar del monarca no tolera su sabor, por eso los cocineros reales han tenido que buscar alternativas a todos los postres que contenían este ingrediente. Aunque algunas manías son heredadas, en este caso concreto no puede parecerse menos a su madre, que disfrutaba tanto de él que contaba incluso con un chocolatero personal en Londres.
El exquisito paladar de Carlos III requiere de cuidados muy específicos que van más allá de los vetos. La procedencia de los alimentos, las rutinas o los hábitos alimenticios están medidos por las exigencias del rey. Lleva una dieta basada principalmente en verduras y frutas de procedencia ecológica, con el consumo de carne y pescado muy limitado.
Otro dato curioso es que el rey prefiere saltarse el almuerzo, por eso acostumbra a hacer desayunos copiosos, especialmente los fines de semana. Su desayuno favorito es la fruta, especialmente la que viene directa de sus jardines de Highgrove, que destaca por el cultivo de ciruelas, manzanas o fresas.
Al rey Carlos III le pierden las galletas de mantequilla, el té y el huevo duro. Pero no le vale cualquier cosa: las galletas tienen que estar calentadas a una temperatura muy concreta, el té, mejor si es English Breakfast o Earl Grey, y el huevo no puede cocerse por más de tres minutos.
20 de enero-18 de febrero
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