La princesa Charléne de Mónaco, primera dama del Principado, en la escalinata del palacio Grimaldi. / d.r.

La guerra de Charlène contra Carolina de Mónaco continúa: no va al Baile de la Rosa pero hace de guía para turistas en el palacio Grimaldi

Sorpresa absoluta en Mónaco al comprobar que la princesa Charlène hace de guía para turistas en el palacio Grimaldi. ¿Un mensaje a las sofisticadas y elitistas protagonistas del Baile de la Rosa?

No puede ser una casualidad ni un movimiento inocente. Hablamos de la reaparición de la princesa Charléne, solo dos días después de la celebración del Baile de la Rosa, el más exclusivo y sofisticado evento de moda que los Grimaldi celebran para ponerse en el mapa del lujo. La primera dama de Mónaco no quiso o no pudo asistir a la tradicional fiesta presidida por Carolina de Mónaco y el príncipe Alberto y a mayor gloria de sus hijas, Carlota Casiraghi y Alexandra de Hannover. Ambas brillaron con altura.

Decimos que no puede ser casualidad ni la ausencia de Charlène en la fiesta más querida de Carolina ni su reaparición dos días después, en una actividad que nada tiene que ver con los eventos sofisticadamente lujosos que protagonizan los Casiraghi Hannover. ¿Quién iba a imaginar que la primera dama de Mónaco se prestaría a hacer de guía turística por el palacio Grimaldi?

Así ha sido: la princesa Charlène, con una sonrisa de oreja a oreja, se encargó de dar la bienvenida al palacio Grimaldi a los primeros turistas que han podido ver los frescos renacentistas que, tras un trabajo de restauración de varios años, pueden contemplarse por fin en la residencia de los príncipes. Se hizo fotos con todos.

A continuación, una renovada y alegre Charlène guió al mismo grupo de turistas por distintas salas institucionales del palacio que también habían sido sometidas a restauración, y que podrán visitarse hasta el próximo 15 de octubre. Es indudable: Charlène está perfecta y lo prueban las fotografías que han colgado los visitantes abrazándola cariñosamente.

La princesa Charléne abraza a una turista a la que guió por las instalaciones restauradas del palacio Grimaldi. / d.r.

Esta reaparición no puede ser interpretada más que como una declaración de intenciones en toda regla. Y una muestra de que la princesa Charlène ha vuelto decidida a trazar su propio camino como primera dama de Mónaco, probablemente fuera de las directrices marcadas por una Carolina de Mónaco mucho más conservadora.

Es inevitable hacer una comparación: mientras el grueso de los Grimaldi continúa con la tradición de agasajar el lujo y la fama con un Baile de la Rosa que cada vez muestra menos lustre, Charlène parece más inclinada a seguir los pasos de las princesas del pueblo que prefieren más contacto con la ciudadanía de a pie.

Por qué empeora la guerra entre Carolina y Charléne

Cada paso que da Charlène de Mónaco pone más metros de distancia con la cada vez más hierática Carolina, validando la leyenda de un enfrentamiento grave entre ambas. Tal es la necesidad de la primera de marcar la diferencia con su cuñada, que incluso la traslada al departamento estilo. Otro tanto que se apunta la princesa sudafricana.

Carolina de Mónaco y su hija, Charlène Casiraghi se han convertido en la cara pública de Chanel: la primera con su militancia constante en los looks de la 'maison' francesa, la segunda también como portavoz oficial de la firma. Se puede decir que los Grimaldi ejemplifican el espíritu clásico con guiños retro de la marca.

La princesa Charléne de Mónaco admira los frescos del siglo XVI que se descubrieron durante la renovación de algunas salas del palacio Grimaldi. / d.r.

Charlène, sin embargo, se proyecta mucho más en el espíritu contemporáneo, con referencias tech y siluetas innovadoras, de Louis Vuitton. Una divergencia que traslada al estilo la brecha que podría estar abriéndose entre una primera dama que busca su sitio y una desplazada Carolina, que representa los modos de hacer del siglo XX.

Esta es una de las escasas apariciones que Charlène de Mónaco (44 años) ha realizado desde que se recuperara de la infección que la retuvo durante diez meses en Sudáfrica, su país natal, y a su vuelta en el Principado, en una clínica en Suiza. De hecho, esta larga ausencia de la primera dama disparó todo tipo de rumores de divorcio con el príncipe Alberto (64 años), quien ha negado de todas las formas posibles la crisis matrimonial.

De momento, Charlène ha elegido eventos nada elitistas para ejercer las funciones de primera dama: visitó una maternidad, viajó a Oslo en visita oficial, hizo la alfombra roja del Festival de la Televisión de Montecarlo y acudió a la grada de un partido de rugby. ¿Alguien se imagina a Carolina de Mónaco en un partido de rugby? Difícil.