Grace Kelly y su hija, una jovencísima Carolina de Mónaco. /
Cumplidos los 18 años, la princesa Carolina atraía ya la atención de la prensa internacional. No solo por ser la hija del príncipe Rainiero de Mónaco sino también porque su madre había sido una fulgurante estrella de Hollywood, gracias a películas de Hitchcock como La ventana indiscreta y Atrapa a un ladrón, que había dejado aparcada una carrera ascendente para someterse a la disciplina que significaba ser una más de los Grimaldi.
Por eso, The New York Times realizó un extenso reportaje a madre e hija en París y lo publicó el 19 de enero de 1975. En él daban pequeños pormenores de su día a día y grandes titulares desde su apartamento parisino. Carolina de Mónaco había llegado una hora tarde a su cita, porque, según ella, su peluquero la había dejado bajo el secador y se había olvidado de ella, así que le tocó a Grace Kelly hacer tiempo con el equipo mientras llegaba su hija.
Cuatro días más tarde alcanzaba la mayoría de edad la princesa. Grace Kelly , apenas había pegado ojo porque su hija menor, Estefanía , que tenía nueve años entonces, había tenido una subida súbita de fiebre, que desapareció tan pronto como apareció. No lucía su mejor aspecto la ganadora de un Oscar por La angustia de vivir, en unos días en los que tenía que lidiar con la falsa información publicada en un artículo en Alemania en el que se afirmaba que estaba gravemente enferma. También en Francia habían publicado que se encontraba en la capital francesa para escapar de Mónaco, donde no acababa de encajar. Ambos extremos los desmintió la actriz que explicaba el motivo de su estancia en París: cuidar de sus hijas, que estudiaban allí.
La prensa sensacionalista británica también se había cebado con Carolina de Mónaco, a la que habían bautizado como «princesa rompecorazones» y se aseguraba que había estado enamorada nada menos que una docena de ocasiones durante 1974. Su madre era consciente de la falsedad de estas afirmaciones estrambóticas porque a Carolina le acompañaban discretos guardaespaldas, que, por ejemplo, ese día concreto pudieron atestiguar que había salido del École Libre des Sciences Politiques y después un coche de la embajada la había llevado al peluquero.
Según se explica en la entrevista, el parecido físico de Carolina de Mónaco no había que buscarlo en la familia Kelly de Filadelfia sino en la princesa Charlotte, la madre del príncipe Rainiero. Con una vida muy reglada y de alguna manera controlada, la mayor de los Grimaldi aseguraba entonces que la imagen que la prensa estaba dando sobre ella era errónea: «Quiero dejar esto claro. No me paso la vida en la escena social y esas historias de romances me molestan. Por poner un ejemplo, en un periódico italiano vi una foto mía con alguien que acababa de conocer. Estábamos saliendo de una fiesta en Roma en un grupo de siete u ocho personas. Era un chico francés, pero el artículo afirmaba que se trataba de una estrella del pop inglés y que le conocía desde hacía tres años. No es cierto. No paro de leer cosas sobre mí y gente a la que no conozco».
La entrevista incidía en el particular acento de Carolina de Mónaco en inglés, una mezcla entre el británico y el estadounidense, consecuencia de haber pasado tres años en un campamento de verano en Pensilvania y también fruto de la relación con sus primos americanos. Una relación que Grace Kelly incentivó siempre y, en lo que concierne a los idiomas, ella hablaba en la lengua de Shakespeare con sus hijos y el príncipe Rainiero en francés para no generar confusión en ellos cuando estaban aprendiendo a hablar.
Según recogía The New York Times, la princesa Grace de Mónaco no estaba nada contenta con las especulaciones sobre su hija que la relacionaban con el príncipe Carlos de Inglaterra. Entre los obstáculos que podían impedirlo, quizás la de la edad no fuera la más importante (el príncipe de Gales tenía entonces 26 años) sino la barrera religiosa, ya que el ahora Carlos III es la cabeza de la Iglesia de Inglaterra, mientras que Carolina es católica romana. La historia, sin embargo, había corrido como la pólvora e incluso se dijo que habían almorzado juntos en secreto en el Palacio Grimaldi , que el primogénito de Isabel II se había quedado prendado de la princesa y que ésta, a su vez, había manifestado que era «el hombre más atractivo que he conocido nunca».
Carolina de Mónaco lo desmintió categóricamente en la entrevista: «Eso nunca pasó. No nos conocemos». Al mismo tiempo destacaba que la mayoría de sus amigos eran «chicos que he conocido en el colegio», entre los que se encontraban Henri Giscard d'Estaing, hijo del presidente de Francia, y al príncipe Enrique de Luxemburgo , de 19 años, gran amigo de Alberto de Mónaco.
«No voy a muchas fiestas. Parece que es así porque se me hacen muchas fotos cuando voy a una. Paso mucho tiempo en el colegio y haciendo los deberes. Mi escuela es muy difícil. Estoy en el primer curso de Económicas y Finanzas, Relaciones Internacionales y Derecho Constitucional. Dicen que el veinte por ciento lo van a dejar antes de que acabe el trimestre y que solo el cincuenta por ciento restante aprobará», añadió la princesa.
Una estampa familiar de los Grimaldi. /
«Esto significa que debo hacer mis deberes en cada momento que tengo libre. Tres horas cada noche y entre diez y trece horas los fines de semana. Si no voy a clase, voy a la biblioteca y trabajo toda la tarde, algunas veces hasta ocho horas. Estudio en casa», destacaba y también desvelaba que le gustaba escuchar música clásica mientras preparaba sus exámenes.
«Me encanta la música pop, especialmente Crosby, Nash, Stills and Young, Stevie Wonder y Paul Simon. Ha roto con Art Garfunkel, ¿verdad? Pero no puedo estudiar mientras suena música pop», explicaba la princesa que en aquel entonces tocaba el piano y la flauta. También era una buena bailarina, estudió ballet en Montecarlo, e incluso participó en una obra teatral en el colegio, El gato con botas, pero sin ninguna pretensión de emular a su famosa madre.
«No tengo ninguna ambición cinematográfica», declaró a The New York Times y desestimó cualquier rivalidad madre-hija: «No existe rivalidad entre nosotras. Nos llevamos muy bien. No quiero competir en el área de mi madre. Somos muy diferentes. Ella es tímida, pero yo no. Mi ambición es seguir estudiando durante un tiempo, porque hay mucho que aprender, ¿no es así? Y quizás algún día poder usar mis idiomas, francés, inglés, alemán y español. Quizás en conferencias internacionales, como intérprete. También me encanta viajar».
Pese a las duras temperaturas de ese día, Carolina de Mónaco pretendía montar a caballo después de la entrevista. Ya entonces era una excelente nadadora, una jugadora de tenis decente y una buena esquiadora tanto en pistas como en agua. Además, conducía una moto y pronto un coche que le habían prometido para su 18 cumpleaños. También estaba tomando lecciones de vuelo.
Una de las claves que avanzaba la entrevista y que ha quedado demostrado con los años es que no se preocupa demasiado por las rutinas de belleza y, como se ponía morena con facilidad, restaba credibilidad a que el sol envejeciera la piel: «Yo no me aso y tampoco hago dieta. Peso 54 kilos y mido 1,76, así que está bien. No como en exceso», afirmaba la princesa, que desvelaba que también usaba algunas de las prendas y complementos de su madre, ligeramente más baja que ella.