JOYAS PERDIDAS
JOYAS PERDIDAS
De la extensa colección de joyas que tenía a su disposición Cayetana Fitz-James Stuart había una especialmente espectacular. Se la conocía popularmente como «la rusa» aunque su procedencia era española: una tiara art decó de diamantes y brillantes de la firma Ansorena que la duquesa de Alba adoraba, pero que acabó al otro extremo del mundo, en Estados Unidos.
Antes de desaparecer del joyero de los Alba a la duquesa le gustaba ceder la pieza en las ocasiones familiares más especiales, concretamente en las bodas de sus hijos.
Gracias a ello, en una sociedad cada vez menos habituada a los bailes de gala, fue posible contemplar la tiara favorita de la duquesa en la boda de Matilde Solís con Carlos Fitz-James Stuart y en el enlace de María de Hohenlohe-Langenburg con Alfonso Martínez de Irujo.
No es extraño que la rusa fuera la tiara de las bodas porque llegó a manos de los Alba, precisamente, por un enlace, el que se produjo en 1920 y unió a María del Rosario de Silva con Jacobo Fitz-James Stuart, los padres de Cayetana de Alba.
Hasta ese momento la feliz propietaria de la tiara era la abuela de Cayetana, María del Rosario de Gurtubay, pero acabó heredándola la duquesa de Alba más conocida de todos los tiempos.
A pesar de que era una pieza que encantaba a la duquesa no todas las novias de la casa de Alba mostraban el mismo entusiasmo a la hora de llevarla. La propia duquesa confesó en sus memorias que María de Hohenlohe no quería combinarla con su vestido de boda y la suegra y la nuera tuvieron su primera gran pelea preboda por ese motivo.
El aprecio de la duquesa por la diadema resulta obvio cuando se comprueban imágenes de archivo: fiesta tras fiesta aparece del brazo de su primer marido posando orgullosa con ella.
De hecho, la rusa fue uno de los complementos escogidos por la duquesa de Alba para posar ante la cámara de Juan Gyenes y hacerse un retrato cuasi oficial. Sin embargo, un buen día, la tiara desapareció del rico patrimonio de la Casa de Alba sin ninguna explicación.
La pérdida se produjo en el año 1992 y los motivos de dicha desaparición fueron económicos o, más bien, problemas de liquidez. Pero tanto la venta como el paradero de la pieza se hicieron en secreto y no había constancia ni en los registros de la propia Casa de Alba, algo que alimentó durante años la rumorología sobre su paradero.
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De lo que le había sucedido en realidad nos enteramos mucho después, cuando la propia duquesa explicó el destino final de la rusa en su libro de memorias.
«Tuve que vender la diadema rusa para que Cayetano se pudiera comprar un caballo maravilloso, Gigoló, y pudiera dedicarse a la equitación y competir». Recordemos que en 1992 Cayetano Martínez de Irujo aspiraba a ser olímpico y la equitación no es, precisamente, un deporte asequible.
Muchos años después la tiara reapareció en el sitio más insospechado: en la caja fuerte de un joyero de Manhattan, Joseph Saidian, que pretendía subastarla por, al menos, dos millones y medio de dólares. Si lo consiguió o no, es otro misterio.