VIAJEROS AL JET Por qué Luis Martínez de Irujo y Cayetana de Alba fueron los aristócratas españoles favoritos de la llamada nobleza sin descanso: el top de la alta sociedad

Antes de la tímida apertura de los años 60, Luis Martínez de Irujo y Cayetana de Alba ya triunfaban como los aristócratas españoles más cool entre la alta sociedad internacional. Los duques de Alba eran lo más.

Los duques de Alba, Luis Martínez de Irujo y Cayetana Fitz-James Stuart, frente al el retrato del III Duque De Alba, Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, obra de Tiziano. / @PALACIODELIRIA

Elena de los Ríos
Elena de los Ríos

Antes, mucho antes de la jet set y la 'yatch set', cuando ni se habían proyectado las influencers propietarias de aviones privados, la aristocracia en la cúspide de la jerarquía de la nobleza ya presumía de viajes. El mejor ejemplo de esta afición a moverse por las capitales del poder internacional lo tenemos en Luis Martínez de Irujo y Cayetana Fitz-James Stuart , los duques de Alba . Bellos, jóvenes y enamorados, fueron una 'power couple' 'avant la lettre'.

Hoy sabemos algo más de la vida de los duques de Alba gracias a José Miguel Hernández Barral, autor de 'Luis Martínez de Irujo, duque de Alba. El peso del nombre' (La esfera de los libros), un ensayo acerca de aquellos maravillosos años en los que el primer esposo de la duquesa Cayetana y padre de su seis hijos cogió las riendas del patrimonio de la Casa Alba con la intención de hacerlo perdurar. El relato, como casi todos los que atañen la duquesa, es fascinante.

Entre las narraciones acerca de la vida social de Cayetana y Luis que realiza Hernández Barral y las fotografías del álbum de familia que suele publicar Eugenia Martínez de Irujo en su perfil de Instagram, podemos reconstruir un pálido retrato de cómo debía ser la vida de los aristócratas más admirados de España o, al menos, los más Grandes. Aunque el duque no le hiciera precisamente reverencias a Francisco Franco.

Luis Martínez de Irjo y Cayetana Fitz-James Stuart, los recién casados duques de Montoro (aún no había fallecido el duque Jacobo), suben a un avión. (Foto: @EUGENIAMARTINEZDEIRUJO)

Aún así, los títulos y la riqueza de la Casa Alba permitía trazar cierto cordón de seguridad alrededor de la pareja, que procuró desde su matrimonio hacer una vida a la altura de cualquier otro matrimonio aristócrata europeo de su nivel. De hecho, Hernández Barral hace referencia al importante «tren de vida de Cayetana». «Los gastos de la duquesa no resisten comparación con los del duque, especialmente en vestimenta y joyería».

Otro gran gasto muy relacionado con el aspecto de los duques de Alba, siempre moderno e impecable, fueron los viajes. Que no eran, sencillamente, escapadas de placer: era mucho más. «Su actividad era frenética. Entre junio y septiembre de 1952 apenas estuvieron en Madrid. Pero, sobre todo, visitaron sitios muy diferentes. Esto no era una novedad, sino una seña de identidad de la aristocracia desde muchos años antes».

La duquesa de Montoro en la playa, con un traje de baño que recuerda mucho al icónico bañador de Marilyn Monroe. (Foto: @EUGENIAMARTINEZDEIRUJO)

Efectivamente, es lo que el historiador David Cannadine bautizó como la 'nobleza sin descanso'. «Se podía ver cómo los duques formaban parte de la alta sociedad parisina tanto como de la de Londres», cuenta el autor del ensayo 'Luis Martínez de Irujo, duque de Alba. El peso del nombre'.

Se hospedaban en los mismos hoteles que el viejo duque Jacobo: en Le Meurice y el Claridge (el mismo por el que tiene debilidad la reina Sofía). Acudían sin falta a Bayreuth, la capital Wagner en Alemania, y en Venecia tenían buenos amigos. Por si fuera poco, se movían sin parar también por España: San Sebastián, Pamplona, Oviedo, Santander, León…

El precio de la distinción para los duques de Alba: los gastos en joyas, arte y decoración de Luis y Cayetana

«Su estilo de vida les hacía distinguirse, pero no tenía una proyección pública notable», explica Hernández Barral. «Seguía siendo difícil saber dónde estaban los duques a través de la prensa, a qué eventos asistían o cómo iban vestidos. La distinción se cuidaba, pero ante todo se dirigía a los iguales».

Para su proyecto de abrir el palacio de Liria, cerrado desde la guerra y víctima de un gran incendio, Luis Martínez de Irujo viajó frecuentemente a Londres para comprar antigüedades u obras de arte. «Encargué en París las manivelas, cerraduras y placas par las puertas de los salones de Liria. Crematísticamente hablando es como si hubiera adquirido la 'Gioconda'», se queja el duque en una carta a su administrador.

Luis Martínez de Irujo, guapísimo con una camisa a la moda de los años 50. Cayetana, radiante, vestida de blanco a su lado. (Foto: @EUGENIAMARTINEZDEIRUJO).

El duque de Alba tenía un ojo excelente para las tierras y los cuadros. Cayetana no solía intervenir, aunque fue inflexible cuando se negó a prestar para una exposición 'El retrato del Gran Duque de Alba' de Tiziano. Luis, sin embargo, sí prestó 'La Virgen de la granada', de Fra Angelico, para una muestra en Florencia: veía estos préstamos como na ocasión para aumentar la fama y la influencia internacional de los Alba.

Los duques de Alba abrieron el palacio de Dueñas, en Sevilla, a Douglas Fairbanks, al que había conocido a su paso por Hollywood durante su luna de miel, y otros aristócratas. Sin embargo, su actividad viajera era mucho más importante que su actividad como anfitriones. Eran más que conocidos en los ambientes selectos de la alta sociedad europea: Londres, donde guardaban el grueso de su fortuna, Saint Moritz, París, Ginebra….

Los duques de Alba no pararon de viajar por negocios y por influencia durante toda la década de los 50, cuando España aún sufría la terrible posguerra. (Foto: @EUGENIAMARTINEZDEIRUJO)

Hernández Barral relata una cena en el Corviglia Club, en los Alpes suizos, en la que junto a los duques Luis y Cayetana se sentaron, Jacqueline de Caumont, Stavros Niarchos, Tina Onassis, Víctor Urrutia, Carla Boncompagni, Isidro Martín Montis y los marqueses de la Falaise. «Los Alba llegaban en esos espacios de sociabilidad internacionales a un perfil poco común en España«, cuenta el escritor.

«Procedencias diversas, parejas cosmopolitas, patrimonios desorbitados en ese entorno exclusivo que suponía Suiza. Probablemente Niarchos fuera el más rico de todos. Se trataba del armador más poderoso del mundo. Tras aquellos días de Suiza, los duques invitaron a Niarchos a Sevilla para asistir a la feria. El armador quiso corresponder e invitó a Cayetana y Luis a Marrakech. Hicieron el trayecto en el 'Creole', un velero de ensueño».