residencias de lujo
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El rey Carlos III tiene planes para las residencias reales. Al tiempo que perfila los detalles de su coronación, ha previsto cambios en Windsor, Sandringham y Balmoral, la residencia escocesa en la que falleció la reina Isabel II, el pasado mes de septiembre.
El castillo de Balmoral reabrirá sus puertas el próximo 1 de abril hasta el 31 de julio de 2023, antes de la llegada de los Windsor para sus vacaciones, como era habitual, en los últimos años. Las entradas ya están a la venta en su web oficial. Sin embargo, el rey le está dando vueltas a la posibilidad de ampliar el horario para los turistas, al igual que otras residencias reales.
El pasado verano, los horarios se vieron alterados por el fallecimiento de la reina. Balmoral cerró sus puertas el 2 de agosto, justo antes de las vacaciones de la reina, y reabrió el 3 de octubre, tres semanas después de su muerte. El castillo escocés abre de 10 de la mañana a 4 de la tarde, y ofrece visitas guiadas gratuitas, en esta ocasión también en noviembre y diciembre.
Balmoral, al igual que Sandringham y Windsor son propiedades privadas del rey y abren al público de abril a julio. Solo el castillo de Windsor abre todo el año. En 2022 atrajo a 1,6 millones de visitantes, un verdadero record para una residencial real.
En Balmoral, los visitantes no tienen acceso a ninguna estancia privada, pero sí podrán contemplar en la sala de baile una exposición con fotos de los diferentes monarcas que han disfrutado de su retiro, un recorrido fotográfico desde la reina Victoria hasta su tataranieta Isabel, que estará abierto hasta el día de la coronación de Carlos III, el 6 de mayo de 2023.
Los visitantes también pueden disfrutar de los parques y jardines. Se puede elegir entre un paseo en Land Rover de dos horas o un paseo con los guardias forestales a través de los bosques, para entender la flora y la fauna locales. Estas visitas y otras podrán extenderse todo el año, si así lo decide el rey. Parece que, incluso, podría abrir Balmoral durante sus vacaciones privadas.
Carlos siempre ha preferido Birkhall, la casa solariega cercana al castillo. Más pequeña y accesible, esta residencia de Aberdeenshire, construida por el rey Alberto para su esposa la reina Victoria, le es muy querida. La heredó de su abuela, la reina madre, y, sobre todo, fue aquí donde pasó su luna de miel con la reina consorte, Camilla, en 2005. Un lugar de paz, que el rey quiere preservar lejos del público.
Carlos III va imprimiendo su huella poco a poco, pero de manera firme, en todo lo concerniente a palacio y a las residencias reales. Él ha escogido no instalarse de momento en Buckingham y ha preferido continuar en su casa de los últimos treinta años, Clarence House, cercana al palacio. Por el momento solo las salas de recepción de Buckingham están abiertas al público de julio a septiembre y se puede hacer una visita guiada de viernes a domingo durante el invierno. Unas 500.000 personas visitan el palacio, símbolo de la monarquía británica, cada año.
Las residencias reales también están cambiando poco a poco, bajo la impronta de Camilla. «La nueva reina gusta de hacer las cosas de otra manera», revelaba al Mail Online, una fuente de alto nivel en Palacio. Y parece que esa «diferencia» está causando una pequeña revolución en cada una de las residencias reales: Buckingham, Windsor y Sandringham, donde las cosas se han hecho igual durante casi el último siglo.
Camilla se ha dado cuenta de que los invitados, especialmente en Sandringham, durante las fiestas navideñas que los Windsor celebran allí, es demasiado frío e impersonal y quiere acabar con eso. Según el Mail Online, «tanto el rey como la reina consorte quieren acoger a los invitados con mayor calor«, al igual que ocurre en el castillo de Dumfries House, en Escocia, perteneciente a la Fundación del Príncipe de Gales y muy querido por Carlos.
Camilla quiere alejar ese ambiente de hotel, plastificado, que ha caracterizado a los palacios de la familia, especialmente en los últimos años. Los detalles en los que se ha fijado la esposa de Carlos III van desde las toallas dobladas sobre las camas, algo que ella encuentra frío, para disponerlas sobre los toalleros de los baños.
También quiere que los invitados encuentren jabones de olor de calidad y no las muestras individuales propias de un establecimiento profesional. Estos pequeños cambios ha hecho que más de un responsable de palacio haya levantado la ceja. Se comenta incluso que ha habido alguna dimisión entre el personal.
Parece que los cambios introducidos por Carlos y Camilla van hasta el punto de pedir al servicio que se «relaje» y que no continúe con la costumbre de retirarse caminando hacia atrás, como era habitual hasta ahora. Quiere primar lo humano sobre la institución. Pero las tradiciones, tratándose de la monarquía británica, son difíciles de romper.