Una joya de hace dos siglos acaba de hacer historia gracias a la magia de dos retratos, y es que a través del tiempo, las esmeraldas y los diamantes, Cayetana de Alba ha quedado unida a la mujer que ostentará su cargo y llevará su corona en el futuro, Sofía Palazuelo .
La Casa de Alba posee un amplio patrimonio formado por fincas, colecciones de arte, palacios, gente guapa y, como no, un joyero familiar bien surtido que no tiene nada que envidiar al de cualquier princesa europea sin trono. Las mujeres de la casa de Alba podrían presumir, si no fuera porque no están para esas cosas, de poder pasearse por palacio con una fabulosa tiara de perlas que perteneció a la Demperatriz Eugenia en la cabeza si les diera la gana (que no les da).
Pero de todas las joyas a su alcance la anterior duquesa de Alba, la inolvidable Cayetana Fitz-James Stuart, sentía predilección por una tan historiada como llamativa, una aparatosa corona ducal que, curiosamente, Sofía Palazuelo, la actual duquesa de Huéscar y futura duquesa de Alba, ha escogido para posar en los retratos que se pueden ver en la intimidad de los palacios de Dueñas y Liria.
La pieza en cuestión no es de las más bonitas que lució Cayetana sobre su rizada cabellera, pero sí es espectacular y, en su momento, estuvo muy de moda. El origen de su compra es un misterio no confirmado, pero los especialistas en joyeros de postín afirman que fue un regalo de boda de Eugenia de Montijo a su hermana María Francisca de Sales cuando ésta se casó con Jacobo Fitz-James Stuart y Ventimiglia.
La corona ducal era un must de la época si eras, obviamente, una duquesa española. Aquellas que estaban destinadas a ostentar tan digno rango las lucían orgullosas en sus fiestas de pedida o en sus bodas porque las diferenciaban de las demás mujeres de la sala, por mucho que en ocasiones esas «demás» tuvieran más fortuna que ellas.
En el siglo XIX, cuando fue elaborada, encargada y diseñada la corona ducal de los Alba, los ricos se codeaban con los nobles y, a veces, se casaban entre ellos por aquello de cambiar fortuna por apellidos. Por eso se puso tan de moda exhibir en público este tipo de joyas que estaban hechas según unos criterios estéticos concretos y reservadas a unas pocas elegidas.
Sólo las marquesas podían llevar coronas de marquesado y sólo las duquesas podían llevar coronas de ducado, las de las primeras eran más humildes que las de las segundas y desde luego todas eran más espectaculares que cualquier tiara que una plebeya enriquecida luciría jamás (a no ser que se casara con un duque o un conde pero esa es otra historia).
La corona que le gustaba a Cayetana de Alba por tradición e historia familiar es una buena representante de todo este juego de jerarquías. Cumpliendo la tradición joyera española la pieza presenta esmeraldas y diamantes repartidos en ocho hojas elevadas, denominadas florones, que descansan sobre una base circular adornada con perlas y diamantes.
A pesar de lo imponente del conjunto y su rigidez, la corona ducal permite varios usos. La madre de Cayetana de Alba, María del Rosario de Silva y Gurtubay , la llevaba como aderezo rodeandole su frente en los años 20. Cayetana de Alba, que la escogió en sus retratos de mayoría de edad para darse a conocer al mundo (y de paso hacerle un homenaje a la historia familiar), prefería colocarla como una diadema.
Aquellos retratos en blanco y negro de la duquesa joven y con corona de duquesa no fueron los únicos en los que se la vio luciendo la joya. También la empleó en ocasiones especiales, como bodas de sus amigos más íntimos, pero con el tiempo y los años la corona ducal desapareció del ojo público. Tanto es así que cuando la duquesa confesó haber vendido la tiara rusa (la misma que prestó a Matilde Solís y María de Hohenlohe en sus bodas con sus hijos) para que Cayetano pudiera competir en los Juegos Olímpicos de Barcelona, algunos se temieron lo peor.
Para cuando murió la duquesa, en 2014, ya nos habíamos olvidado de la existencia de la joya que llevaba décadas sin exhibirse en público, al fin y al cabo sólo ella podía lucirla y ella misma había decidido dejarla en el joyero durante décadas. Hasta ahora. Este mismo año Sofía Palazuelo, esposa de Fernando Fitz-James Stuart , futuro duque de Alba, ha desvelado de forma muy indirecta el destino final de la corona ducal: su cabeza.
Los curiosos que reservan día y hora y visitan los palacios de los Alba de Dueñas y Liria han fotografiado dos retratos muy curiosos de la futura duquesa de Alba. En el primero, supuestamente captado en la misma sesión de fotos del día de su boda, Sofía Palazuelo posa de perfil con, claramente, la corona ducal en su cabeza. Existe otro posterior, en el aparece de cuerpo entero con un vestido fluido verde junto a su esposo y su primogénita, Rosario (que algún día también será duquesa de Alba), en brazos, en el que también se aprecia la joya de esmeraldas en su cabeza. Está claro que la corona de los duques de Alba ha encontrado a su nueva dueña.
20 de enero-18 de febrero
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