El comentado momento del beso en el balcón del palacio de Christianborg, tras la proclamación de Federico de Dinamarca como nuevo rey. /
«Una época ha llegado a su fin y una nueva puede comenzar», escribió el community manager de la Casa Real danesa en su perfil de Instagram para despedir a la reina Margarita y saludar al nuevo rey, Federico X. Abdicación y proclamación se sucedieron a toda velocidad de forma que el tránsito entre una y otro jefe de Estado se produjo en cuestión de minutos. No se nos escapa que Mary de Dinamarca se convierte en otra reina de clase media que no vive el dulce sueño de una coronación y tiene que conformarse con una versión más que minimalista, mínima. Y con un beso que no estaba para nada en el guión. De ahí la cobra.
Se pudo ver porque sucedió ante las cámaras de televisión con retransmisión online a todo el globo: cuando Federico X, llevado por el entusiasmo, acerca su cara a la reina Mary para estamparle un beso , ella vuelve totalmente la cara hacia el interior de palacio donde les observan sus cuatro hijos. El rey echa la marcha atrás, pero cuando la monarca vuelve a posición insiste en estamparle el beso que ella, evidentemente, no quería. Ha sido una cobra, una semicobra, en toda regla. Un gesto que retrata a un matrimonio que podría funcionar más como equipo de trabajo que como pareja sentimental.
La comparación con la coronación de Carlos III hace pocos meses es inevitable, más allá de que la reina Margarita tuviera que abdicar e Isabel II validara la regla no escrita de los monarcas, o sea, morir con la corona puesta. Lo que en Londres se vivió como una explosión de sentimiento monárquico al hilo de un espectáculo ritual fantástico, en Copenhague se convirtió en un trámite rápido y sin apenas pompa. Solo el carruaje de caoba del rey Christian IX con la reina a bordo, escoltado por el escuadrón a caballo del Regimiento de Húsares de la Guardia, se trasladó del castillo de Christianborg a Amalienborg, donde el poder cambiaría de manos.
Estamos ante dos estrategias bien distintas de proteger la monarquía para la historia: la grandiosidad que elige la familia real británica nada tiene que ver con la aparente humildad de la Corona de Dinamarca , poco rimbombante de puertas para afuera, aunque de puertas para adentro continúe las tradiciones de los viejos aristócratas, incluidas grandes sesiones de caza que han escandalizado a todo su país. También cuentan con un nivel de protección en la prensa danesa que es impensable en Reino Unido o en España.
Tras la abdicación, Federico y Mary celebraron juntos la proclamación en el balcón del palacio de Christianborg. /
Evidentemente, la Corona danesa considera la sucesión como un momento delicado, de ahí que el ceremonial sea concreto, corto y sin alharacas. Cuanta menos exposición tenga la familia real, menos ocasión de poner en entredicho el proceso. Los invitados a la pequeña recepción posterior a la proclamación fueron contados y tasados por razones políticas: solo Joaquín de Dinamarca y la hermana mayor de Mary Donaldson representaron a las respectivas familias de los nuevos reyes. Sí estuvieron la primera ministra de Dinamarca, Mette Frederiksen, y los presidentes de Groenlandia y las Islas Feroe, territorios autónomos daneses.
Por qué tanto control y cuidado en un ceremonial tan simple, podríamos plantear. Efectivamente, el evento habría de ser tan sencillo como su misma mecánica. Pero, evidentemente, tal no era el caso. Solo había que ver las lágrimas de la reina Margarita, inconmovible reina de acero , sonriente hasta cuando el príncipe Enrique perdía el norte y cargaba contra ella o contra toda la familia, pero incapaz de contenerse a la hora de firmar su abdicación. La imagen de la monarca saliendo de la sala del palacio de Christianborg cabizbaja y apoyada en su bastón fue tan literal, que casi roza el patetismo.
Las lágrimas de la reina Margarita no fueron las únicas que delataron el dramatismo y la presión con la que la familia real danesa ha vivido las últimas semanas. Quizá desde que se destapara el pasado noviembre la relación del entonces príncipe Federico con Genoveva Casanova . Quizá desde antes, pues no es el primer supuesto affaire extramatrimonial del heredero que sale a la luz.
Si el heredero presionaba a su madre para activar el relevo por razones de salud (la reina fue operada hace algunos meses de la espalda), solo logró su objetivo comportándose exactamente al contrario de lo que su posición requería. El golpe para la monarca debió de ser duro. Difícil precisar si entre madre e hijo se produjo alguna ruptura, pues solo declaraciones de alguna de las partes podría destapar cualquier grieta.
Sucedió con el príncipe Joaquín y la princesa Marie cuando Margarita de Dinamarca decidió despojar a sus cuatro hijos de sus títulos de príncipes, pero solo porque los disgustados padres así lo desvelaron en la prensa. Si la monarca abdicó contra su deseo y para proteger la institución, seguirá custodiándola guardando las apariencias por su hijo. Aunque para hacerlo se le saltaran las lágrimas.
Al final del acto oficial, toda la familia real danesa a excepción de la reina Margarita salieron al balcón para saludar a la ciudadanía. /
Sorprendentemente, el rey Federico de Dinamarca tampoco pudo controlar su emoción y lloró dentro de palacio y fuera, frente a los miles de daneses que siguieron la proclamación a pesar del frío. Sin duda estamos ante una nueva generación de soberanos que, a diferencia de un Carlos III o un Felipe VI, sí se permiten mostrar sus sentimientos, su alegría o su alivio, en público. El nuevo rey pareció vivir un momento casi catártico, pues hasta realizó una declaración del todo inesperada en su primer discurso como monarca.
«Quiero devolver la confianza que se ha puesto en mí, necesito la confianza de mi querida esposa, de vosotros y de lo que es más grande que nosotros mismos», dijo desde el balcón del palacio de Christianborg. «Encaro el futuro con la certeza de que no estoy solo».
La referencia directa a sus problemas conyugales con Mary Donaldson, quizá demasiado directa para los estándares españoles o británicos, prueba el talante llano del nuevo rey, apodado popularmente 'Pingu' por su particular manera de nadar (como un pingüino) en una ocasión que su traje de buzo se inundó durante unas maniobras militares.
Federico y Mary de Dinamarca abandonaron Amalienborg en el mismo carruaje de caoba que minutos antes había utilizado la reina Margarita para llegar al complejo real. /
Las incesantes lágrimas del rey, tan conmovedoras como reveladoras, no aparecieron en los ojos de la reina Mary, impecablemente vestida de blanco, como una novia, para simbolizar el borrón y cuenta nueva que supone esta nueva etapa. Aunque el rey Federico posee un 79% de aprobación popular, es Mary la que posee el mayor índice de popularidad de la familia real, con más del 83% según un sondeo del instituto Epinion.
La influencia de Mary Donaldson sobre la opinión pública danesa es tal, que gran parte de la ciudadanía la llama irónicamente 'el rey'. Federico cae simpático, pero la reina australiana pasa por ser la verdadera líder de la familia. Su capacidad para comunicar, su oratoria y su talento es de dominio público en Dinamarca.
Así las cosas, para muchos Dinamarca ha coronado a dos monarcas: uno con gran tirón popular pero poco interesado en los asuntos intelectuales y de Estado, y otro que mueve los hilos de la Corona desde la sombra. Una fórmula sospechosa, pues es habitual asignar a las mujeres este tipo de papeles oscuros y perversos. Seguramente Mary continúe con su labor con luz y taquígrafos, como hasta la fecha, mientras que Federico se mide con la tarea de sustituir a su madre, la soberana más querida del país.
No es Mary Donaldson la figura que amenaza a la credibilidad de Federico X, sino su propio comportamiento. Si acaso, quien puede eclipsarle de aquí en adelante es su hijo, el príncipe heredero Christian. Cuando salió al balcón de palacio acopañado por sus hermanos Isabella, Vincent y Josephine los vítores se elevaron casi al cielo.