FALSAS APARIENCIAS

Así fue el fiestón preboda que Constantino de Grecia le regaló a la reina Sofía, en el que Juan Carlos persiguió a Grace Kelly

Juan Carlos de Borbón y la princesa Sofía de Grecia se casaban un lunes, concretamente el 14 de mayo de 1962. Pero antes de pasar por sus tres bodas, Constantino de Grecia le regaló a su hermana mayor una fiesta preboda que jamás podría olvidar.

Los reyes eméritos Juan Carlos I y doña Sofía. / gtres

Silvia Vivas
Silvia Vivas

Los días previos al 14 de mayo de 1962 Atenas era un hervidero de curiosos. La primogénita de la reina Federica de Grecia se casaba con un desconocido heredero sin corona, Juan Carlos de Borbón, y para festejarlo desde el día 9 de ese mes la capital griega se estaba llenando de royals y apellidos ilustres.

Pero ninguno de ellos era tan importante para el futuro rey Constantino que el de la jovencísima princesa danesa Ana María . Completamente enamorado de ella, el heredero de la corona griega estaba decidido a seducir a su suegra, la reina Ingrid, e impresionar a la que esperaba fuera su futura esposa. Y si para ello tenía que esforzarse en organizarle la mejor fiesta preboda posible a su hermana mayor, así lo haría.

Con la excusa de la boda de su hermana Constantino organizó en el Hotel Gran Bretaña una velada inolvidable en la que él, y no los novios, brilló por su atención a los detalles. Por ejemplo, como señal de lo bien que sabía hacer las cosas, prestó especial atención a la comodidad de los condes de Barcelona, padres del novio,

Por ellos Constantino se encargó de que en la puerta del hotel que daba a la calle Panepistimiou, esperando su llegada en la alfombra azul oscuro, hubiera dos Grandes de España de su entera confianza. Pero su elección de los candidatos a anfitriones fue tan jugosa de cara al cotilleo como todo lo demás que pasó en aquella fiesta.

Los cotilleos escondidos en la fiesta de los príncipes

Sin comerlo ni beberlo Constantino y sus decisiones estaban repletas de gossip. Los designados para recibir a los condes de Barcelona fueron Cayetana de Alba y el duque Beltrán de Alburquerque. La elección de Cayetana era lógica, su padre había sido íntimo de los condes de Barcelona y la propia duquesa se desvivió porque todo fuera perfecto para los Borbones en el enlace de su hijo con la princesa griega.

En España fue una de las nobles que participaron en la recaudación de fondos para dar respaldo económico a Juan Carlos de Borbón el día de su boda (consiguió para él 10 millones de pesetas de la época). También adelantó su viaje a Grecia para ilustrar a la entonces princesa Sofía sobre la que sería su nueva vida y su nueva patria. Llevaba más de un mes en Tatoi cuando se celebró la fiesta del hotel Gran Bretaña.

Pero quién estaba a su lado esperando a los condes de Barcelona, era su ex, Beltrán de Alburquerque, o al menos eso afirmaban los expertos en la alta nobleza española de la época. Antes de su boda en 1947 con el aristócrata madrileño Luís Martínez de Irujo y Artacoz, la heredera de la Casa de Alba durante su adolescencia fue la novia no oficial de Beltrán. Aunque el idilio entre ambos jamás se confirmó, muchos pensaron que lo suyo acabaría en boda. Pero no pudo ser.

Doña Sofía y don Juan Carlos, en una imagen de archivo. / gtres

Cayetana y Beltrán no fueron la única pareja de ex condenados a entenderse en aquella fiesta. Entre las primeras invitadas que llegaron al evento se encontraba la marquesa de Blandford. A pesar de usar un título británico y ser joven (33 años) la marquesa ya tenía dos hijos y dos maridos en su currículum. Ella era Athina «Tina» Livanos, deslumbrante hija del armador Stavros Livanos, y primera ex esposa de Aristóteles Onassis.

A Onassis de toda aquella agitación social provocada por la boda real lo que menos le preocupaba era coincidir con Tina o con su actual marido, el marqués de Blandford. Él, en aquellas celebraciones previas a la boda estaba, como lo estuvo siempre, interesado en humillar al también armador griego Stavros Niarchos.

Aristóteles Onassis se había casado, de hecho, con Tina Livanos, sólo para restregárselo al otro hombre interesado en casarse con ella: Niarchos. Pero en la fiesta preboda de los príncipes lo que estaba en juego no iba de mujeres, sino de la luna de miel de los príncipes .

Niarchos había ofrecido a la princesa Sofía su famoso yate, el Creole, además de una tiara de rubíes que la reina aún hoy conserva y usa. Aristóteles Onassis , por su parte, peleó todo lo que pudo para que los príncipes despreciaran la oferta de Niarchos y se subieran a su yate en la luna de miel, el Christina.

Pero esta vez fue Onassis quien perdió la apuesta para sonrisa triunfal de Tina Niarchos, que no guardaba buen recuerdo ni de su ex ni de su yate. Al fin y al cabo fue en el Christina donde Onassis le fue infiel con María Callas… mientras Tina viajaba con la pareja. Con semejante victoria en la recámara, no era extraño que la condesa dedicara a los fotógrafos apostados en la puerta del hotel la mejor de sus sonrisas al llegar a la fiesta.

Constantino nervioso y Juan Carlos de Borbón, en su salsa

Mientras estos pequeños dramas sociales se vivían en la periferia de la fiesta, Constantino siguió recibiendo a los invitados reales y no reales siendo más que obvio en sus intenciones: caerle bien a la que ya considera su próxima suegra, la reina Ingrid. El príncipe heredero la recibió en cuanto bajó del coche y le dió conversación hasta que consiguió que la monarca le prometiera que la día siguiente él sería su guía por la Acrópolis.

El hecho de que se quedara pasmado cuando la princesa danesa Ana María, de 16 años, bajó del coche acompañada de sus hermanas en el siguiente coche que llegó a la fiesta, desató todas las alarmas.

Doña Sofía y don Juan Carlos en la década de los años sesenta. / GTRES

Pero por si a algún paparazzi no le había quedado claro el asunto del flechazo real, la propia reina Federica se dedicó a dejarlo reflejado, blanco sobre negro, en el Metron of Understanding: «En la recepción de la boda de Sofía, Constantino bailó sólo con Ana María. Yo, de vez en cuando, le susurraba al oído: »Por favor, ocúpate también de las otras chicas«. »No«, me respondió »No quiero que nadie más tenga la misma idea que yo tengo sobre Ana Maria»«.

¿Y qué hacía mientras el futuro marido de Sofía y monarca español? Pues Juan Carlos de Borbón, a pesar de tener el brazo inmovilizado porque su cuñado Constantino le había roto la clavícula en una sesión de combate cuerpo a cuerpo, encontró la forma de bailar gran parte de la noche con una sonrisa en los labios… en los brazos de la deslumbrante princesa Gracia de Mónaco.

Si no hubiera sido por el embobamiento evidente de Constantino de Grecia con Ana María, que captó las miradas de todos, las fotos del futuro novio ignorando a la princesa Sofía y bailando feliz con Grace Kelly hubieran sido, sin duda, la comidilla de la fiesta preboda de los futuros reyes de España.