Mohammed Al-Fayed y la reina Isabel II./ /
El multimillonario egipcio Mohamed Al-Fayed , fallecido el pasado 30 de agosto, saltó a las primeras páginas de los periódicos del mundo tras la muerte de su hijo Dodi junto a la princesa Diana en un trágico accidente en el puente del Alma, en París, el 31 de agosto de 1997. Al-Fayed, propietario durante 25 años de los almacenes Harrod's y todavía del club de fútbol Fulham F.C., encargó una investigación del accidente por su cuenta, alegando que ambos habían sido asesinados en una conspiración en la que estaba envuelta, además de los servicios secretos británicos y franceses y la CIA, la familia real británica .
Nunca, hasta su muerte, a los 94 años, cejó en sus acusaciones, aunque se había retirado de la vida pública durante la última década, que pasó en su mansión de Surrey, junto a su esposa, Heini, de origen finlandés. Su fortuna ascendía a unos 2.200 millones de euros.
Puede que Al-Fayed sorprendiera a la opinión pública con sus teorías, protagonizadas por el príncipe Felipe de Edimburgo a quien llegó a tildar de «nazi» y «racista» en una entrevista, pero la actitud desafiante y bronca del empresario no era ninguna novedad para los Windsor y para los círculos económicos y políticos del Reino Unido. Al-Fayed, nacido en Alejandría en 1929, montó una empresa marítima en sus comienzos, pero su carrera como empresario despegó en los sesenta, al convertirse en asesor personal del sultán de Brunei, uno de los hombres más ricos del mundo.
En los setenta se instaló en Reino Unido. Pudo hacer negocios sustanciosos con la élite financiera del país, pero, para su desesperación, nunca fue aceptado por la clase alta, cerrada y selectiva. Hasta en dos ocasiones – en 1994 y en 1999 – le denegaron la nacionalidad británica. Al Fayed presionó, se dice incluso, que llegó al chantaje con algunos miembros del parlamento, para hacerse con Harrod's, pero las puertas del «establishment» permanecieron cerradas.
El empresario egipcio había iniciado una especie de carrera por hacerse con los símbolos británicos del poder. Estuvo casado con la hermana del traficante de armas Adnan Khashoggi, Samira, matrimonio del que nació su primogénito, Dodi, diminutivo de Mohamed Abdel Mena. En 1985 compró los almacenes Harrod's y poco después la villa parisina –la Villa Windsor – en la que pasaron sus años de exilio Eduardo VIII y Wallis Simpson . Además, compró una finca en Escocia de 26.000 hectáreas. En París, completó su patrimonio adquiriendo el Hotel Ritz.
La compra de Harrod`s, proveedor de la familia real, le permitió también adquirir un centenar de establecimientos comerciales por todo el Reino Unido. Antiguos socios le acusaron de haber utilizado el dinero del Sultan de Brunei para la compra y de haber mentido al gobierno británico sobre su fortuna y sus negocios. Harrod's fue comprada en 2010 por Qatar Holdings. Al-Fayed se vió envuelto también en un asunto de soborno a parlamentarios británicos para que hicieran preguntas sobre sus intereses en las sesiones de control al Gobierno.
Lo intentó todo para llegar a la cúspide: financiaba las carreras de la Reina, se fotografiaba con ella y trabó amistad con los Spencer , la familia de Diana de Gales . No estaba acostumbrado a que le dijeran que no. La amistad con Diana nació de las actividades benéficas en las que participaba el empresario y en las que coincidía con la princesa y otros miembros de la familia real británica. La princesa inició un idilio pocos meses antes de morir con Dodi, que se dedicaba a la producción de películas.
En agosto de 1997, los Al-Fayed invitaron a Diana a su yate Jonikal para recorrer el Mediterráneo. Las imágenes de aquel verano, con la princesa en su barco y acompañando a Dodi, fueron una especie de venganza retrasada. El egipcio que no era aceptado por la buena sociedad veía cómo uno de los personajes más estimados de la realeza británica se convertía en la novia de su hijo. Las teorías conspirativas posteriores a su muerte, que Al-Fayed construyó, señalaban que Diana y Dodi iban a casarse y que ella estaba embarazada, algo que la familia real no podía permitir, por tratarse de un nieto de Al Fayed.