Carlos Falcó, en una imagen de 2006. /
Los duques de Montellano fueron una de las familias más influyentes de la aristocracia en los años cuarenta y cincuenta y una de las más activas socialmente. Recibían en Madrid y en sus fincas de Toledo. Defendieron el regreso de la monarquía y prestaron un apoyo activo a Don Juan, padre de don Juan Carlos, en su exilio . La duquesa, Hilda Fernández de Córdoba y Mariátegui, era el centro y el alma de toda aquella actividad social.
Se había casado con Manuel Falcó y Escandón, duque de Montellano , con Grandeza de España, en 1928. El título fue creado en 1705 por el rey Felipe V. Montellano era, además, marqués de Castel-Moncayo y conde de Villanueva de las Achas, entre otros títulos, además de gentilhombre del rey Alfonso XIII.
Hilda, hija de los duques de Arión y dama de la reina Victoria Eugenia , fue condesa de Santa Isabel, marquesa de Mirabel y Condesa de Berantevilla. Nacida en 1908, era una mujer de carácter singular, gran anfitriona y la mejor montera de su época. Los duques de Montellano tuvieron cuatro hijos: Felipe, Rocío, Carlos y Fernando, hoy todos fallecidos.
Formó una exitosa pareja de caza con su padre, Joaquín Fernández de Córdoba y Osma, duque de Arión. Aprendió a disparar desde muy joven en la finca familiar Valero, en Toledo, que luego heredó al fallecer su padre. Le gustaba la caza mayor. Hilda era una de las pocas mujeres que se atrevían a cazar, porque estaba reservada a los hombres, en aquellos años treinta. Pero no solo decidió coger la escopeta, y desafiar las costumbres en el cerrado círculo de la aristocracia, sino que se convirtió en una de las cazadoras más diestras de España.
Era una mujer adelantada a su época, inteligente, con gran sentido del humor. De muy joven, era conocida en Madrid porque paseaba por la Castellana con una mascota muy especial, un jabalí. Hilda decidió traspasar directamente a su nieta Xandra, hija de Carlos Falcó , el título de Marquesa de Mirabel.
El marqués de Griñón, junto a su hija Xandra Falcó. /
Una de las razones por las que Hilda afinó tanto su puntería fue la escasez de munición que había tras la guerra civil. Escribió una especie de manual de caza con todo lo que debía saber un aficionado. Causaba una honda impresión en quien la conocía, recordaba hace un tiempo su nieta Xandra Falcó, que comentaba también su amor por la naturaleza y los animales. Fundó con su marido el World Animal Fund. Y nunca, aceptó que la trataran de forma diferente en el puesto de caza por ser mujer.
«Jamás se quejó del cansancio o del frio», aseguraba Xandra, en el prólogo del libro «Cazadores españoles del siglo XX» (ed. Turner). Hilda siguió cazando hasta el final de sus días. Transmitió su pasión a su hija, Rocío Falcó, condesa de Berantevilla, que también fue una gran cazadora y heredó además la pasión altruista de su madre y fundó el rastrillo de Nuevo Futuro .
Los Montellano dejaron España cuando se produjo el alzamiento militar de Franco y se instalaron en Londres. Retornaron a finales de 1936 y vivieron, durante la guerra, en el Palacio de Las Dueñas de Sevilla. Regresaron a Madrid, al final de la guerra. A finales de los años cuarenta, se instalaron en el palacete familiar de la Castellana, en rodeado de una hectárea de jardines –ocupaba una manzana entera en el numero 33– y con capilla propia. Durante la guerra había sido sede de la legación diplomática de Estados Unidos.
Pasaban los veranos en Estoril , cerca de Villa Giralda, la casa en la que vivían los condes de Barcelona con sus hijos en el exilio. Los Montellano recibían a menudo al emérito en su casa y, en 1955 le cedieron el palacete de la Castellana, para que se alojara en él, cuando preparaba el ingreso en la Academia Militar de Zaragoza. Los Montellanos tenían un espíritu cultivado y tolerante. Albergaban una importante colección de arte. En este mismo palacio fue presentado en sociedad don Juan Carlos a los aristócratas y embajadores.