HOMBRE DE SU TIEMPO

Jacobo Fitz James-Stuart, padre de la duquesa de Alba: rey de la alta sociedad, numerosas amantes y un triste matrimonio

El padre de la duquesa de Alba, Jacobo Fitz-James Stuart fue uno de los hombres más notables de su tiempo.

Jacobo Fitz-James Stuart, XVII duque de Alba, con su hija, Cayetana en 1942. / getty

Elena Castelló
Elena Castelló

Fue un hombre legendario en la aristocracia española, intelectual, mecenas, deportista, político y diplomático. Jacobo Fitz-James Stuart y Silva, XVII duque de Alba y X duque de Berwick –al que sus amigos llamaban Jimmy Alba– vivió una vida apasionante.

Entre sus amigos figuraba el rey Alfonso XIII, al que le unía una amistad fraternal que se había forjado en la adolescencia, pero también la tenista Lili Álvarez, que fue finalista en Wimbledon, o el pintor norteamericano John Singer Sargent, retratista de toda la alta sociedad de finales del siglo XIX y principios del XX. Sobrevivió a una tuberculosis y a la trágica muerte de su esposa, Rosario de Silva y Gurtubay , que falleció por esta misma enfermedad a los 34 años, sumiéndole en una profunda tristeza.

Jacobo Fitz-James Stuart nació en Madrid, en el Palacio de Liria, el 17 de octubre de 1878. Fue cinco veces duque, veintisiete veces marqués, nueve veces conde, vizconde, conde-duque, condestable, barón y señor, además de ser quince veces grande de España. Sus padres fueron Carlos María Fitz-James Stuart y Palafox y María del Rosario Falcó y Osorio, condesa de Siruela y miembro de la Real Academia de la Historia. Se educó con niñeras inglesas y se formó, en la adolescencia, en Inglaterra, con los jesuitas en el Beaumont College, en Windsor, y más tarde en Eton.

Se licenció en Derecho en la Universidad Central de Madrid y entonces inició una fecunda vida política. Se convirtió en diputado por el partido conservador y, más tarde, en senador. Su actividad cultural es igualmente fértil: entra en el patronato del Teatro Real y en el del Museo del Prado y en el Real Automóvil Club y preside la Asociación Wagneriana. Fue un gran mecenas y un gran lector y cualquier forma de cultura fue su pasión. Fue nombrado presidente de la Real Academia de la Historia.

Una gran vida social

Pero también disfrutaba de una gran vida social. Cazaba en países del centro de Europa, se disfrazaba de sus antepasados por carnaval, pasaba el verano en Deauville y no se perdía ningún acontecimiento de la temporada inglesa. Fue también un gran deportista, aficionado al tenis, el polo o el esquí.

Con 41 años se convirtió en subcampeón olímpico de polo. Gran admirador de la cultura británica, hablaba el inglés a la perfección. Invitó a España a Howard Carter, el descubridor de la tumba de Tutankamón, y era gran amigo de Churchill, además de primo lejano. Entre sus amistades estaba también la familia real británica .

Retrato de Jacobo Fitz James-Stuart, XVII duque de Alba. / archivo abc

En 1936, apoyó el levantamiento de Franco y se convirtió en ministro y embajador en Londres –donde se hizo famoso por servir a sus invitados siempre jamón, chorizo, vinos y aceitunas españoles–. Con el manifiesto de Lausana, emitido, en 1945, por el conde Barcelona, Don Juan de Borbón , solicitando a Franco una transición pacífica a la democracia y la reinstauración de la monarquía, Jacobo renunció a su puesto en Londres y su desafección al régimen fue creciendo. Quizá ese alejamiento es el que explica que se negara a que su hija Cayetana se pusiera de largo junto a Carmencita, la única hija de Franco.

Se dice que lo justificó con un «siempre ha habido clases». Sus críticas y el abandono de sus cargos le hicieron blanco de ataques. Le retiraron el pasaporte. Pero Jacobo siguió en sus trece. En la boda de su hija con Luis Martínez de Irujo, los invitados gritaron «¡Viva el rey!» en el brindis nupcial.

Fue retratado por Zuloaga, junto a su perro Jacobo, un dachsund. El amor por los perros es una de las cosas que le transmitió a su hija Cayetana, a quien llamaba cariñosamente «Tanuca». Durante su estancia en Londres como embajador, en plena II Guerra Mundial, se refugió de los bombardeos con su hija Cayetana en la casa de campo de Albury Park, propiedad de la duquesa de Northumberland, a quien se la alquiló. La relación entre padre e hija, tras el fallecimiento de la madre de la duquesa, fue siempre muy cómplice.

Las mujeres más bellas

Jacobo Fitz-James Stuart y Falcó fue también un gran seductor, con multitud de romances a lo largo de la Belle Époque y en los años 30 y 40, aunque siempre fue muy discreto con su vida privada. La mayoría de las mujeres admiradas por su belleza en esas épocas integran su lista: de la duquesa de Westminster, Constance Lewis, conocida como Shelag, que llegó a ser medallista olímpica en 1908 y con la que acabará teniendo una amistad que durará toda la vida, hasta Linda Lee Thomas, una rica divorciada, retratada por Man Ray, que se casó con Cole Porter, pasando por Piedad Iturbe, la madre del príncipe Alfonso de Hohenlohe , una de las más brillantes 'socialités' de la época, que parece que estuvo profundamente enamorada de él.

En su testamento, dispuso que se le pasara una pensión a dos de sus antiguas amantes, Constance Lewis, divorciada del duque de Westminster, y Marjorie Aguirre, marquesa de Pallavicini.

Pero para él lo primero fue siempre el deber, el de servir a su rey, ser digno de su nombre y desarrollar una gran vida intelectual. Finalmente se casó con una joven veinte años menor, Rosario de Silva y Gurtubay, hija de los duques de Aliaga, y dama de la reina Victoria Eugenia , conocida por su refinamiento y gran belleza, aunque de salud frágil. En la intimidad, la llamaba Totó.

El romance empieza en el Club Puerta de Hierro, mientras juegan al golf, el deporte favorito de Rosario. La boda se celebra el 7 de octubre de 1920 en la embajada de España en Londres. Pero el matrimonio no fue feliz. Jacobo vive entregado a su vida política. Rosario enfermó de tuberculosis e iba de sanatorio en sanatorio. Solo al final se dio cuenta el duque del amor que le tenía a ella, aunque nunca la hubiera entendido.

La duquesa de Alba, en una imagen de archivo. / GTRES

Su muerte, en 1934, le destrozó. Decide viajar con Tanuca a Suiza, Grecia y Líbano, pero luego regresa a Londres, dejando a su hija en Checoslovaquia, al cargo de los Hohenlohe. En 1947, se celebra la puesta de largo de la joven y, poco después, su compromiso con Luis Martínez de Irujo. El duque se gastó más de medio millón de pesetas en el menú de la boda de su hija, a la que asistieron 3000 invitados.

Jacobo dedicó sus últimos años a reconstruir el palacio de Liria, dañado en la Guerra Civil por un incendio. Pero no pudo verlo terminado y fue su hija, Cayetana, quien continuó con el proyecto. Sí pudo conocer a sus primeros nietos, Carlos y Alfonso. Murió en Suiza, en 1953, a los 74 años, de un cáncer de pulmón diagnosticado ese mismo año.