Nació en el seno de una familia plebeya, pero Kate Middleton (Reading, 1982) se ha convertido con 40 años en garante y principal activo de una de las instituciones más férreas, analizadas, admiradas, poderosas, cuestionadas y longevas del planeta.
El fallecimiento de la reina Isabel II, el pasado 8 de septiembre, convirtió automáticamente a la duquesa de Cambridge en princesa de Gales. Un título cargado de simbolismo y que, incluso 25 años después de su fallecimiento, sigue capitalizado por el recuerdo de Diana Spencer, la última mujer en ostentarlo.
Los expertos consultados para este reportaje consideran que la esposa del príncipe Guillermo está sobradamente preparada para recoger el testigo, aunque el camino que tendrá que recorrer hasta convertirse en la próxima reina de Inglaterra no será fácil, ni mucho menos.
Los escándalos que han golpeado durante estos últimos años a los Windsor, la bajísima popularidad de los actuales reyes Carlos III y Camilla, la conflictiva relación con los duques de Sussex, la denuncia sexual que implica el príncipe Andrés y la inestabilidad política y económica de un Reino Unido post-Brexit son solo una pequeña parte de los problemas con los que tendrá que convivir desde su nueva posición.
Ninguno le es desconocido, a pesar de que hasta ahora no le han concernido directamente. En un escenario en el que tanto ella como su esposo, el príncipe Guillermo, cobran mayor protagonismo, la pareja se enfrenta a serias pruebas, pero también tiene una coyuntura que puede hacerla salir reforzada.
Es lo que opina Bob Morris, investigador de la Constitution Unit de la University College de Londres, y que destaca que, hasta ahora, Kate «ha sido decisiva para mostrar una cara rejuvenecida y moderna de la monarquía». Según las últimas encuestas, tanto ella como Guillermo, son los dos miembros de la familia real mejor valorados por los británicos, en una lista en la que el rey Carlos III aparece el quinto y la reina consorte, Camilla, la sexta.
Los 73 años con los que el eterno heredero ha subido al trono no pasan inadvertidos para nadie. «Aunque tiene la ventaja de una mayor experiencia de la que tenía su madre cuando fue coronada con 26 años, ya no es un hombre con un largo reinado por delante, y eso se traducirá en que va a ser más consciente y dependiente de su relevo de lo que fue Isabell II, por lo que tendrá que contar con el apoyo de sus herederos», reflexiona Morris.
Entre esas nuevas obligaciones del hijo y la nuera de Carlos III, aventura que figurarán «un mayor número de viajes a los países miembros de la Commonwealth, así como a otras naciones con las que afianzar lazos de amistad, de lo que se hubiera esperado de ellos en este periodo».
Morris, que define a Kate Middleton como «una persona inteligente y realmente encantadora», subraya especialmente «el apoyo impecable que ha sido siempre para su marido», y no tiene dudas de que la princesa de Gales está preparada para seguir siéndolo «a medida que Guillermo adquiera nuevas y mayores responsabilidades».
Es una opinión compartida por Marlene Koening, experta en la realeza británica y autora de numerosos libros sobre su historia, quien pone un énfasis especial en cambios que resultan obvios en el organigrama de los Windsor, pero que se evidenciarán de forma simbólica y escalonada, respetando unos tempos imperceptibles: «Es la esposa del heredero al trono, el futuro rey, y por eso tendrá una agenda más pública, asumiendo más patronatos; quizás heredando algunos de los que asumió en vida Isabel II».
roberte lacey
Sobre su idoneidad para esa y otras labores, Koening no alberga dudas. Está convencida de que la nueva princesa «sabe lo que tiene que hacer: su función es apoyar a su marido y, sobre todo, al rey y a la reina en sus nuevas funciones». Tres expertos y unanimidad en las respuestas, aunque el prestigioso historiador y biógrafo británico Roberte Lacey va incluso más allá a la hora de hablar de los valores de Middleton.
Singularmente, tiene la vista puesta en un destino que demandará lo mejor de ella. «Kate tiene todo lo necesarios para ser una perfecta princesa de Gales y, llegado el momento, una buena reina», asegura con toda la solemnidad y la pompa real que una declaración así precisa.
Esa es la imagen que la propia Kate, convertida ya en princesa, quiso mostrar el 19 de septiembre, durante el funeral de Isabel II. Gesto sereno pero firme de quien se sabe observada, juzgada y obligada a mostrar a sus futuros súbditos (y al mundo entero) que es digna de asumir la responsabilidad que las circunstancias le han otorgado y para la que lleva décadas preparándose.
Le ha acompañado en ese aprendizaje su esposo, incluso antes de convertirse siquiera en su prometida: «Como heredero, Guillermo aprendió la lección del deber y la lleva tan a rajatabla que, cuando conoció a Kate, tardó nueve años en casarse; lo que necesitó ella para aprender el oficio», recuerda Lacey. Ambos han retroalimentado algo que ha caracterizado a la pareja: la facilidad para mostrar cercanía y respetar los códigos de la Corona.
Apenas una semana después, con el luto por Isabel II guardado ya en el armario, Guillermo y Kate inauguraron su agenda como príncipes, precisamente con una visita al país que acompaña su título, Gales. Esta vez lo que reinaron fueron las sonrisas, las charlas animadas y, algo impensable para Carlos III, los abrazos con los habitantes de Anglesey, donde vivieron sus tres primeros años de matrimonio.
marlene koening
La primera nota de prensa de su oficina de comunicación también era en sí misma una declaración de intenciones discreta, pero tan definitoria como definitiva: «El príncipe y la princesa de Gales abordarán sus roles de manera modesta y humilde». Hacia más de un cuarto de siglo que ninguna princesa llevaba ese título. Desde el divorcio y la posterior muerte de Diana Spencer. A pesar de su boda con Carlos, se decidió que Camilla Parker-Bowles no lo usase en señal de respeto hacia la difunta.
El citado comunicado abordaba, sin mencionarla, la alargada sombra de la madre de Guillermo: «La nueva princesa de Gales aprecia la historia asociada a este rol pero, comprensiblemente, querrá mirar hacia el futuro mientras crea su propio camino». Como apunta Koening, «ella sabía que este momento era inevitable y ahora tendrá la oportunidad de hacerlo suyo».
Por su parte, Morris está convencido de que la esencia de Middleton seguirá intacta: «Su rol ha cambiado, porque ahora es la esposa del heredero al trono, pero me resulta improbable que cambie su carácter reflexivo, obediente, alegre y siempre disponible».
Otra de las imágenes simbólicas del funeral de Isabel II lleva el sello Made in Kate: la de George y Charlotte, los hijos mayores de la pareja, comportándose de manera ejemplar durante la jornada luctuosa, a pesar de tener solo 9 y 7 años. «Kate entiende que su papel es polifacético: la crianza de los hijos junto a su marido y su continua preparación como futura reina algún día. Ahora seguirá poniendo la maternidad en primer plano, mientras compagina la asunción de más responsabilidades y deberes, siendo ella misma el mejor ejemplo para sus hijos, que son segundo, tercera y cuarto en la línea sucesoria», asegura Koening.
El elefante en mitad del salón sigue siendo la relación con los duques de Sussex. Durante la visita a la ofrenda floral en el castillo de Windsor, así como en el funeral, la tensión entre ambos matrimonios se evidenciaba explícitamente en la distancia física entre ambas esposas.
BOB MORRIS
Lacey, autor del libro Battle of Brothers, en el que desvela la tumultuosa relación entre los hijos de Carlos III, insiste en que «se ha hablado y escrito mucho sobre la mala relación entre Kate y Meghan, perpetuando el tópico sexista de «pelea de gatas». Ambas son inteligentes, ambiciosas y se tienen un gran respeto.En realidad, la batalla entre las mujeres es la batalla entre los hermanos».
¿Será éste el momento de dejar las diferencias a un lado? Como el propio Lacey apunta: «El éxito de Isabel II fue que, a pesar de que nunca esperó ser reina, aprendió a trabajar en equipo y, cuando se convirtió en capitana, siguió siendo una jugadora más». Todavía no se exige a la princesa Kate que entre al partido, pero ella observa desde la banda. En juego está la Corona.