«¿Dónde está mi chica?», le preguntó la reina Letizia al rey Felipe , desde el barco que escoltó el buque escuela Juan Sebastián Elcano en dirección a las islas Canarias. «En el mismo sitio», contestó lacónico el monarca, más emocionado en sus gestos que en sus palabras. Mientras, Leonor seguía formada en cubierta y saludaba, con su uniforme azul reluciente y el gorro bicornio que cobija una melena que, probablemente, querrá cortarse antes de que pase un mes. No lo hará, claro.
La icónica melena rubia de la princesa Leonor forma ya parte de su identidad como futura reina y va a ser difícil que se deshaga de ella en las próximas décadas. Larga y densa, no va a ser fácil dominarla durante los cinco meses de embarque que tiene por delante. Mucho menos soportar durante tantas y movidas horas un moño que pesa bastante. ¿Podemos imaginar lo que le costará lavarse la melena cada día en las exiguas duchas del Juan Sebastián Elcano ?
Traemos a colación la cuestión de la melena de Leonor de Borbón por algunas observaciones a propósito de su primer desembarco, en el puerto de Santa Cruz de Tenerife. ¿Podemos ya escudriñar algún cambio en su gesto o en su disposición, tras seis días de disciplina a bordo? Podemos, aunque el comentario general ha tenido que ver con su pelo: ¿cómo logra ese moño perfecto que luce? ¿Acaso viaja con ella una peluquera de cabecera? No demos vueltas: la respuesta es no.
En el Juan Sebastián Elcano , además de los 76 guardamarinas y sus profesores, viaja una tripulación que se encarga de mantener a punto las necesidades básicas del buque escuela y sus ocupantes. Hablamos de 164 personas (en total viajan 210 hombres y 30 mujeres), la gran mayoría militares (16 oficiales, 21 suboficiales, 35 cabos primeros, 112 cabos y marineros), pero también algunos civiles, todos bajo las órdenes del capitán de navío Luis Carreras-Presas do Campo.
Si nos centramos en el pelo de Leonor, nos interesa entonces la identidad de esos civiles que viajan en el Juan Sebastián Elcano, entre los que se encuentran algunos profesores, un carpintero, un velero y, por fin, un peluquero. Gracias a Gonzalo Jiménez Tapia, periodista de ABC, podemos conocer el perfil de quien tiene encomendada la tarea de mantener a raya el cabello de los embarcados e incluso contemplar la pequeña peluquería en el buque-escuela. En 2022, cuando nuestro compañero embarcó, fue atendido por el peluquero Antonio Armario Muñoz, de 59 años.
Armario Muñoz, personal laboral del ministerio de Defensa, se encargó entonces de rasurar a los embarcados con la única ayuda de dos maquinillas, peine y tijeras y en un cuarto de tres metros cuadrados situado en proa. Frente a un pequeño espejo y en una silla de peluquero anclada al suelo, contó a nuestro colega que no se usan cuchillas de afeitar para no cortar a sus clientes con un movimiento brusco del barco.
En una semana de navegación, contó Antonio el peluquero a nuestro compañero periodista, atendió a 53 personas, incluido el comandante. Era su primera vez en el buque escuela Juan Sebasián Elcano y había embarcado como comisionado (voluntario, en el argot militar). Evidentemente, su relevo en 2025 tendrá un perfil similar: un peluquero de caballero.
No es factible que el peluquero que integra este año la tripulación del Juan Sebastián Elcano se encargue de peinar cada día a Leonor, por muy princesa que sea. De hecho, la percepción de esa perfección en el moño de la hija mayor de los reyes Felipe y Letizia puede ser errónea u optimista: al escudriñar las fotografías de esta primera escala de la travesía de formación por excelencia de nuestra Armada vemos un peinado correcto, pero no perfecto. Más aún: apostamos a que se lo ha hecho ella misma.
Por primera vez podemos ver con cierta claridad el famosos moño que sujeta la frondosa melena rubia de Leonor: una trenza baja que se enrolla sobre sí misma. Habitualmente luce pétrea, pero en Santa Cruz de Tenerife ya hemos podido apreciar como algunas hebras de cabello se salían del trenzado e incluso las horquillas que a los lados previenen que algún mechón más se escape e importune sus tareas. Confirmamos nuestra observación: es la misma princesa Leonor la que se trenza la melena.
¿Podemos apreciar algún otro cambio en la presencia física de Leonor que denote la exigencia de la disciplina a bordo? Solo han sido seis días de aventura, pero ya hay quien ha captado en el rostro de la princesa huellas de cansancio. Acaso no por el duro trabajo a bordo, sino por la excitación de la partida y las charlas hasta altas horas en los pequeños camarotes compartidos en los que duermen los guardamarinas.
22 de diciembre-19 de enero
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