
DE GALA EN LA GRADA
DE GALA EN LA GRADA
Imposible confirmar si Felipe y Letizia aguantaron las casi cinco horas de espectáculo náutico sentados en la grada de autoridades, situada en Trocadéro. Tendría mérito, pues la esperada ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos de París 2024, por primera vez escenificada fuera de un estadio olímpico se desarrolló prácticamente en su totalidad bajo la lluvia. Pongámonos en situación: ¿cinco horas aguantando llovizna vestida de gala y bajo un poncho de plástico? El horror.
Muchos se preguntaron si, sabiendo que la lluvia podía ser un visitante inoportuno (estaba en todas las quinielas de los organizadores), no se podían haber acondicionado gradas con un techo para resguardarse. Pero no. Hasta aquel asiento a cielo descubierto llegaron Felipe y Letizia: él, de traje y la reina con los pendientes de diamantes para grandes ocasiones y el maravilloso vestido de Carolina Herrera con el que inauguró la Galería de las Colecciones Reales, en julio de 2023. Qué dolor pensar en su hermosa falda de vuelo mojada y bien mojada contra el vil metal de la terrible grada de autoridades. Y sin una chaqueta con la que abrigarse cuando se hizo la noche.
Alrededor, mujeres y hombres, incluida Jill Biden, la primera dama estadounidense, se habían vestido con más modestia y, desde luego, con chaqueta. También Mary de Dinamarca, Máxima de Holanda, Matilde de Bélgica y Charlène de Mónaco dejaron a un lado el 'glamour' regio para acomodarse estéticamente a esa grada matadora: todas llevaron chaqueta o manga larga y pantalones.
La llegada de la reina Letizia a su asiento provocó mirada de admiración a su alrededor y quizá también un poco de incredulidad, más que nada por el contraste entre el look elegido y la predicción del tiempo. La monarca iba, sin embargo, preparada: en algunas de las fotos se ve que llega a su posición con un paraguas. Evidentemente, nadie la informó de que los paraguas estaban prohibidos en la grada y que, en su lugar, debía colocarse un poncho de plástico que importunó hasta al rey Felipe. Le costó meter toda su envergadura debajo del endeble chubasquero.
Las malas noticias continuaron conforme la ceremonia de inauguración transcurría, con las delegaciones de los distintos países saludando con sus banderitas desde distintas embarcaciones que surcaron el Sena. La lluvia no solo no paraba sino que arreciaba, y la realización de la televisión no estuvo acertada cuando llegó el turno de devolver el saludo a la delegación española: no hubo plano para los reyes Felipe y Letizia, pese a que se levantaron de sus asientos y aplaudieron con ganas. Sí hubo, sin embargo, para Guillermo y Máxima de Holanda cuando navagaba la barcaza de los Países Bajos y también para los reyes Federico y Mary de Dinamarca al paso de los daneses olímpicos.
Algunas de las crónicas internacionales de la ceremonia de inauguración de los Juegos de París 2024 desvelan que hubo disgusto en la grada de autoridades. Presidentes, primeras damas, monarcas y demás cargos oficiales se contrariaron al comprobar que no se había previsto algún tipo de techado para cobijarlos de la posibilidad de lluvia. Una posibilidad que se venía contemplando desde hacía días. En este sentido, París no fue buen anfitrión para las personalidades más importantes.
Los reyes Máxima y Guillermo, entusiasmados al paso de la delegación de Países Bajos. /
La decisión de sacar la ceremonia del estadio tampoco convenció a muchos deportistas. La taekwondista española Coral Bistuer señaló en 'Huffington Post' con mucho tino la pérdida de importancia de los deportistas, engullidos completamente por el show y sin posibilidad de vivir el momento colectivamente, junto a las delegaciones de otros países. «Era maravilloso ver todos esos atuendos en Barcelona, con la bandera olímpica cubriéndonos a todos, simulando esa unidad mundial a través del deporte, sin diferencias de ningún tipo. ¿Toda esa filosofía dónde la ha dejado París?».
Los parisinos tampoco se sumaron masivamente a la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos, aunque las mismas autoridades locales pidieron a los ciudadanos que vieran el show desde casa, para evitar aglomeraciones y problemas de seguridad. El resultado de estos mensajes disuasorios fue un espectáculo desangelado, en el que la ciudad quedó reducida a un catálogo de edificios históricos, hermosísimos eso sí, pero sin el calor y la energía de aquellos que les dan sentido.
No hubo momentos de emoción, de conmoción ni de lágrima. Tampoco de risas o siquiera sonrisas. La desmesura se llevó la intensidad emocional y el sentido del humor que tanto adornaron las ceremonias de Londres 2012 o Barcelona 92. Por no haber, no hubo ni narración, pues el show se limitó a enlazar una serie de actuaciones o cuadros coreográficos sin un relato que les diera sentido.
Mary y Federico de Dinamarca decidieron subir un cuidado selfie a su perfil de Instagram. /
La ceremonia de inauguración de una de las ciudades más literarias del mundo, París , cayó en la tentación de realizar un espectáculo para las pantallas, no para vivirlo 'in situ'. Todo se basó en momentos producidos para convertirse en memes o imágenes virales: Lady Gaga y sus plumas rosa, homenaje a Zizi Jeanmaire; las María Antonietas vestidas de rojo sangre y decapitadas; un portador de la antorcha peligrosamente parecido al protagonista del videojuego Assassin's Creed o el cantante Phillippe Katerine como un dios Dionisio color pitufo.
Lo mejor de la noche fue la retransmisión paralela de la ceremonia en Twitter, donde proliferó la idea de que Catherine Deneuve debía encender el pebetero con un cigarrillo. Desafortunadamente, no hubo referencia alguna al existencialismo, pues la escultura dorada en homenaje a Simone de Beauvoir no consiguió emerger desde las aguas del Sena, como estaba previsto. Al final, Celine Dion cantó «Hymn to Love», de Edith Piaf, pero al otro lado de la pantalla ya solo quedaba cansancio y cierta sensación de vacío por tal acumulación de imágenes sin hilar. Y los reyes, además de cansados, se fueron completamente empapados.