Luis Medina en una imagen de archivo antes del escándalo de las mascarillas. /
La historia de Luis Medina con su padre, Rafael Medina y Fernández de Córdoba, es un relato de drama y redención. El matrimonio en 1977 de Naty Abascal , la modelo que posó para Playboy, con el duque de Feria , uno de los herederos del legado de la Casa Medinaceli, fue durante años la relación preferida de la prensa rosa por el glamour de Naty Abascal y la desahogada posición de él. La llegada al mundo de los dos hijos de la pareja ( Rafael en 1978 y Luis en 1980) parecía completar el panorama de familia feliz que la alta sociedad sevillana esperaba de ellos, pero todo saltó por los aires en 1989 cuando se firmaron definitivamente los papeles del divorcio.
Hasta ese momento Luis Medina describe a su padre como un hombre tímido que siempre le tomaba el pelo «y me permitía todo». Las bromas paternas con el menor de sus hijos llegaban hasta tal punto que Luis Medina se enteró del divorcio de sus propios padres en el autobús escolar cuando sus compañeros se lo «chivaron». «No se han divorciado, se han separado sólo cinco minutos», les contestó Luis Medina a sus compañeros porque era lo que su propio padre le había explicado. Por intentar protegerlo, a Luis nadie le explicaba nada, pero el sistema, a la larga, no dio sus frutos.
La respuesta al divorcio de Naty Abascal fue intentar alejar a sus hijos del foco mediático a fuerza de matricularlos en internados. De las nannies y el colegio en Sevilla con el resto de parientes los niños pasaron a Villafranca de los Barros, los colegios de verano e incluso las visitas a Reino Unido. Todo con tal de alejar a los niños de Sevilla, lo que se traducía en alejar también a los hijos de su padre. Tanto es así que cuando años más tarde Luis volvió a retomar sus estudios en España el resultado fue un desastre: «Llevaba sin escribir en castellano desde los 13». La distancia con su padre también duró años.
Los más cercanos a la familia están de acuerdo que a quién más afectó este peregrinar de centro en centro afectó especialmente a Luis . «Yo no podía olvidarme de golpe de mi padre», declaró Luis Medina en la revista Vanity Fair en 2011. Desafortunadamente todo empeoró aún más en 1993. El 13 de mayo la revista Interviú publicó unas imágenes en las que se veía a su padre con dos niñas menores de 12 años. El duque acabaría condenado a 18 años de cárcel (que después el Supremo redujo a nueve) por rapto y corrupción de menores y sus hijos alejados de España y rumbo a Estados Unidos.
La incomunicación de Luis Medina sobre el proceso judicial de su padre fue casi absoluta, pero a pesar de las escasas noticias que le llegaban su deseo de mantener el contacto con su padre era constante. Al contrario que su hermano Rafael, que no habló con su padre durante años, Luis Medina consigue a través del padre de un amigo la dirección de la cárcel de Huelva donde puede escribirle. Define el día en el que recibió la contestación a su carta como uno de los más felices de su estancia en Estados Unidos.
De la correspondencia regular con su padre Luis Medina saca fuerzas para pasar al ataque: desea volver a España y establecerse con su padre. Naty Abascal es consciente de que su hijo menor no se ha adaptado a la vida en el internado de Pensilvania. Fin de semana tras fin de semana el adolescente le ruega volver a España. Finalmente lo consigue y acaba en El Escorial, en otro colegio exclusivo y privado al que es evidente que no ha llegado dispuesto de mejorar su curriculum escolar. A los 19 años, y tres días después de que su padre sea puesto en libertad, padre e hijo se van a vivir juntos a una de las casas que la familia tiene en Sevilla.
Vídeo. Quién es quién en el juicio de la Casa Medinaceli
Luis se convierte en el confidente y el testigo del duque de Feria, le copia el estilo, se pone sus corbatas, estrella una moto que él le regala y redescubre al hombre en el que se ha convertido tras su paso por la cárcel. Aún le quedan tragos amargos que beber a su lado, como cuando tuvo que rescatar a su padre de un intento de suicidio en 1998 (el duque se habia cortado las venas y su hijo fue quién le llevó al hospital) o cuando por fin se da cuenta de la dimensión real de la enfermedad mental que sufre su padre tras visitarlo en un psiquiátrico.
Para cuando acude a su entierro de su padre en agosto de 2011 Luis puede tener la conciencia tranquila: hizo todo lo que pudo para estar juntos. «Tengo muy buenos recuerdos de él. Estar con mi padre es la decisión que más me enorgullece, porque pude disfrutar de él en sus últimos años y me necesitaba», explicaba el hermano del duque de Feria a la revista Semana.