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Cómo vestir a los 70, según Camilla y Brigitte Macron: la excentricidad británica de la reina frente al mito sexy de las parisinas

El primer viaje oficial del rey Carlos III a Francia propicia un choque de estilo interesante: el de la reina Camilla y la primera dama parisina, Brigitte Macron. Ambas, septuagenarias.

Camilla Parker Bowles y Brigitte Macron posan en la puerta del Palacio del Elíseo, en París. / GETTY IMAGES

Elena de los Ríos
Elena de los Ríos

En cada viaje oficial de los reyes Carlos y Camilla, los monarcas se enfrentan a la cruda realidad para las monarquías europeas: la magia no aparece sin una reina militante que sepa lucir espectacularmente tiaras, alta costura y aterciopelada melena. En la visita de los Windsor a París esperaban, además, no unos icónicos soberanos, sino la prosaica pareja presidencial Macron. Brigitte y Camilla ni siquiera supieron acompañar a un impresionante palacio de Versalles iluminado en la oscuridad parisina: vistieron azul noche.

No se puede decir que Brigitte Macron (70 años) o Camila Parker Bowles (75) militen en sus respectivas posiciones de poderosa monarca británica y primera dama: ambas han manifestado preferir una vida más allá de Buckingham Palace y el Palacio del Elíseo. Sin embargo, su coincidencia en París interesa más allá de su intención de ponerse más o menos al servicio de las instituciones que representan. ¿Acaso no vemos en ellas dos maneras abismalmente distintas de habitar la setentena?

A lo largo de este viaje oficial de los reyes británicos a Francia, la distancia de estilo entre Brigitte Macron y la reina Camilla se reprodujo una y otra vez. Donde la soberana elegía túnicas, vestidos midi, abrigos camiseros y sueltos, la primera dama optaba por el clásico 'petit robe noire', vestidos entallados y pantalones pitillo con la muy intergeneracional chaqueta de tweed. ¿Qué vemos en Camilla y Brigitte? Una señora elegante y una primera dama que no renuncia a ser sexy .

Rubias, bronceadas y setpuagenarias, el estilo de Brigitte Macron no puede ser más distinto al de la reina Camilla. / GTRES

Evidentemente, importan esos cinco años que separan a Camilla Parker Bowles y Brigitte Macron, tanto como la diferencia de edad en el matrimonio presidencial: Emmanuel Macron tiene 45 años y, sin duda, su jovialidad apuntala el rejuvenecimiento de su compañera. Sin embargo, la distancia de estilo de ambas mujeres permite explorar también la diferencia cultural que siempre ha distanciado al mundo anglosajón del francés, desde el punto de vista de lo femenino.

Dos mitos se encarnan en Camilla Parker Bowles y Brigitte Macron, vestidas para encontrarse en este histórico viaje oficial, el primero del rey Carlos III a Francia. Por un lado, el de la excéntrica aristocracia británica, identificada con la decadente familia Mitford o con una lady que se pone el mundo por montera y cambia el té de las cinco por los gin tonics en el brunch. Tal fue la costumbre de la madre de Isabel II, Isabel Bowes-Lyon, aficionada a los vestidos de flores, los sombreros con plumas y a apostar en las carreras.

La madre de Isabel II era una excéntrica conocida

La Reina Madre era jugadora, bebedora y muy mordaz . Cuando oyó que Edwina Mountbatten fue sepultada en el mar, soltó: «A la querida Edwina siempre le gustó salpicar». Tras su muerte, se supo que le encantaba el 'ska', un género musical jamaicano de ritmo acelerado y sin duda 'punk', del todo impropio en una monarca. Su hija, la fallecida reina Isabel, fue todo lo contrario: aburridamente correcta. Parece que ambas polaridades coexisten en la aristocracia británica: la obsesionada con la corrección y la que, a su manera, se la salta.

Podemos identificar como grandes excéntricas tanto a la muy 'british' duquesa de Alba, la añorada Cayetana Fitz-James Stuart , como a las viajeras de los siglos XIX que identifica Cristina Morató en 'Las reinas de África'. La escritora británica Edith Sitwell, una mujerona de 1,80 cm que vestía con turbante dorado y brocados, publico en 1933 'The English Eccentrics', catálogo de personalidades que ya daba cuenta de cómo la excentricidad formaba parte de la identidad nacional.

La agenda diurna de la reina Camilla y Brigitte Macron en París también subrayó sus diferencias de estilo: abrigo y vestido suelto para una, entallada chaqueta de twwed y pantalones para la otra. / gtres

«Los ingleses son especialmente propensos a la excentricidad, y creo que esto se debe, en parte, a ese conocimiento peculiar y satisfactorio de su infalibilidad que es el sello distintivo y el derecho de nacimiento de la nación británica», escribe. Sitwell es una de las excéntricas que fascinaban a Virginia Woolf. De hecho, dejó notas para una posible recopilación de perfiles que se han publicado en un volumen llamado 'Las excéntricas'. Allí dice:

«Si al llegar más o menos a los cuarenta años les parece que otras distinciones se desdibujan en lugar de nimbarlos de gloria, tal vez valga la pena que investiguen, suponiendo que insistan en llevar algún título, qué se puede hacer en aras de la excentricidad. Aunque déjennos advertirles que el fracaso es probable».

Las señoras excéntricas no rompen las reglas, las ignoran

Woolf era, ella misma, una gran excéntrica. «Tenía una presencia que la volvía notable de inmediato», escribió Madge Garland, legendaria editora de Vogue, al recordar la primera vez que la vio, en los años veinte. No solo se refería a su porte elegante y distinguido, sino especialmente a lo que coronaba su figura, «lo que solo podría describirse como un cesto de basura dado vuelta en la cabeza».

«No nos gusta demasiado que nos digan qué tenemos que hacer, una actitud nacional que se remonta probablemente a la época de la reforma anglicana y la separación de Roma», explica Ros Byam Shaw en 'English Eccentric: A Celebration of Imaginative, Intriguing and Stylish Interiors'. «Tal vez el hecho de vivir en una isla también nos haya hecho sentir más independientes en este sentido a lo largo de la historia», abunda.

En la cena de gala en el Palacio de Versalles, la reina británica y la primera dama francesa coincidieron solo en el color de sus vestidos, azul noche. / getty images

Más allá de las reglas sociales que estas señoras adineradas ignoran, este mito, estereotipo o personaje de ficción resulta de provecho para lo femenino. La existencia en la realidad y la ficción de la excéntrica señora británica, ya sea la vanguardista Virginia Woolf con su Mrs. Dalloway o la popular Agatha Christie y su Mrs. Marple, ofrece a las mujeres una manera divertida de cumplir años. De hecho, pone foco a la existencia de las señoras, poderosas en el mundo real pero insignificantes en el cine, las series y los medios de comunicación.

El mito de la parisina sexy de Brigitte Macron

En Brigitte Macron, sin embargo, vemos la encarnación del insumergible mito del sexy de la mujer parisina, eternamente delgada y ansiosamente joven, que encuentra su destino en el regocijo de la mirada ajena. En el documental 'She's French' (Netflix), Nathalie Duval, historiadora de la Universidad de la Sorbona, encuentra su génesis en el poderío visual de María Antonietta, mientras que otros lo acercan hasta los años 50 y 60, cuando el cine francés inventó a la mujer encarnada en la evidentemente 'lolita' Brigitte Bardot.

El 'petit robe noir' de Brigitte Macron frente al vestido camisero de la reina Camilla, representa a la perfección las diferencias de estilo a los 70 años de ambas. / GETYT IMAGES

Si la excentricidad es seña de identidad de la mujer británica de una cierta edad, la sobrecarga de sexualidad espera a las francesas o, mejor dicho, a las parisinas. De ahí la reticencia de Catherine Deneuve ante el movimiento #MeToo, al que contempla como asesino de la magia erótica entre los sexos. «Veo a una mujer que teme que este movimiento invalide su carrera, construida sobre el 'sex appeal'», escribió Jasmine Lobe en 'The Observer'.

En 'French Women Know: About Love, Sex and Other Matter of the Heart and Mind», Debra Oliver cita a la la actriz franco-americana Charlote Rampling, otro bellezón. «Las mujeres francesas son bellas gracias a [la mirada de] los franceses», explica Rampling. «Son muy conscientes de sus cuerpos, de la manera en que se mueven y hablan. Tienen mucha confianza en su sexualidad».

Aunque la coincidencia de la reina Camilla y Brigitte Macron propicia la comparación entre dos maneras de cumplir años marcadas por la identidad británica y la francesa, la realidad confirma que solo son dos formas posibles en un catálogo interminable. No es una mejor ni peor que la otra, aunque sea una ley de hierro que las mujeres que mantienen el factor sexy son más relevantes y apreciadas que las que lo ignoran. Quizá por eso no cultivar lo sexy resulta un artículo de lujo para tantas. O una libertad al alcance de pocas.