BORBONES LIGONES Por qué los Urdangarin tienen más suerte en el amor que los Marichalar: rupturas de Victoria Federica, desengaños de Froilán y ligues discretos de Pablo

Tenemos frente a nosotros una década de alto voltaje sentimental, en lo que se refiere a las relaciones amorosas de la nueva generación royal. Los Marichalar, pioneros en esto de los novios; los Urdangarin , discretos pero seductores y las vigiladísimas Borbón Ortiz prometen darnos muchas sorpresas. Responden a las nuevas costumbres afectivas de su generación pero, también, a los valores que recibido de su entorno y de sus padres.

Para los nacidos antes de la irrupción digital, las costumbres amorosas de esta nueva generación de jóvenes de la familia real pueden sorprender. Lo estamos viendo en Victoria Federica y en Froilán : se encuentran emparedados entre el autocontrol sentimental y sexual que se le supone a un 'royal' y el derrumbamiento de (casi) todas las reglas de lo amoroso que se impone en las nuevas generaciones.

La distancia entre la generación X, los millennials y la generación X a la que pertenecen los Marichalar y los Urdangarin es enorme. Un reciente estudio realizado por Julie Arbit con 500 jóvenes británicos y estadounidenses desveló que los Z son los más pragmáticos: aceptan que van a tener distintas parejas que satisfagan diferentes necesidades en cada momento de su vida. Solo uno de cada 10 se mostraron dispuestos al compromiso. Tendrán más parejas informales, pero menos pareja sexuales ocasionales que los millennials y aún menos que la Generación X.

Un estudio similar en India desveló que el 66% de jóvenes Z acepta que «no todas las relaciones tienen que ser permanentes» y que un 70% rechazaría «una relación romántica limitante». Arbit lo explica así: «Están más enfocados en sí mismos, pero no por egoísmo. Saben que son responsables de su propio éxito y felicidad y que necesitan cuidarse a sí mismos antes que a otros», explica Arbit. 

Victoria Federica es la 'royal' de nueva generación que lo tiene más difícil: es la joven que ha de abrir camino a Irene, Leonor y Sofía en esta manera de relacionarse desde otras fórmulas. Lo peor: se ha colocado ella misma en el foco mediático que va a dar cuenta de cada uno de sus ligues, amigos íntimos, novios o candidatos a maridos. Va a ser interesante contemplar cómo equilibra la libertad afectiva de la generación Z, con las restricciones propias de su apellido y su educación. 

A Vic no le va a servir de nada el ejemplo de su madre, la infanta Elena, y de su tía, Cristina de Borbón. Estas apenas tuvieron relaciones importantes, de las que llegan a los medios de comunicación, más allá de sus respectivos maridos. Victoria Federica, sin embargo, ya contabiliza dos relaciones sentimentales estables, con el torero Gonzalo Caballero  y con el DJ Jorge Bárcenas. Solo tiene 22 años, así que lo previsible es que le conozcamos algunos novios más.

¿Qué destino puede esperarle a Vic, que armonice el inconformismo amoroso de su generación con los valores tradicionales de su familia? Probablemente, la monogamia consecutiva. Victoria Federica podría convertirse en la primera mujer de la familia real que forma familia dos (o tres) veces, algo que su madre y su tía parecen haber descartado totalmente.

Evidentemente, el destino sentimental de Victoria Federica no tiene porqué ser el de Irene Urdangarin, aunque comparten generación y entra dentro de la normalidad que mantenga varias relaciones amorosas cortas o puntuales antes de oficializar. Tiene a su favor la militancia en la discreción que le han inculcado sus padres y que sus hermanos practican religiosamente.

Irene tendrá que decidir si quiere vivir su vida amorosa sin vigilancia viral, como lo están haciendo Juan Valentín, experto en jugar al despiste en Madrid, y Miguel, alejado de los focos en Londres. O si, en cambio, le interesa mantener un perfil público que ponga bajo vigilancia sus relaciones sentimentales. Es lo que le ocurre a Pablo Urdangarin, estrella del deporte y guapo oficial de los Urdangarin Borbón.

Que los Urdangarin y los Marichalar pertenecen a distintas escuelas del ligue o lo amoroso queda claro en los currículos sentimentales de Froilán y Pablo, absolutamente en las antípodas. A Froilán le conocemos relaciones amorosas desde el internado: es un ligón, un enamorado del amor o un romántico. De Pablo, sin embargo, solo han trascendido amigas y conocidas, aunque quizá su primera novia oficial está en ciernes. Sea como fuere, su objetivo es competitivo: quiere triunfar, pero en lo deportivo. 

Evidentemente, parece que los Urdangarin se guardan, y mucho, sus relaciones sexo-afectivas, mientras que los Marichalar no tienen problema en vivir sus romances con luz y taquígrafos. Unos evitan la vigilancia, el control y la contabilización y a los otros no les importa nada en absoluto. Froilán se abrazó a Carlota en sus tiempos de internado; se 'ennovió' con Mar Torres y tuvo mucho con la influencer Belén Perea. A falta de objetivos profesionales, se centran en los sentimentales.

¿Afecta todo este panorama relacional a la princesa Leonor y la infanta Sofía? Sí y no. Obviamente, cuanto más ruido hagan sus primos con sus novias y novios, menos llamarán la atención sus propias relaciones sentimentales. Aún así, es poco probable que nos enteremos de quiénes van acelerando el joven corazón de las hijas adolescentes de los reyes: la protección de su intimidad en este aspecto va a ser máxima. Y por una buena razón.

Pese a la evolución de las costumbres, rapidísima en los últimos 40 años, es poco probable que Casa Real permita a Leonor una vida sentimental más variada que la que tuvo el príncipe Felipe, al que le conocimos tres novias formales antes de casarse: Isabel Sartorius, Gigi Howard y Eva Sannum. ¿Podrá la princesa Leonor darse este lujo? No está tan claro. En este sentido, su hermana Sofía va a tener mucha más libertad para desarrollar su vida afectiva.

Puede que Leonor, como futura reina, se vea obligada a esconder sus enamoramientos, precisamente por los convencionalismos que censuran a las mujeres que no se apresuran a 'sentar la cabeza'. Mucho tiene que cambiar Casa Real para no verse abocada a un matrimonio para toda la vida, un esquema relacional en el que ya no cree su generación. ¿La solución salomónica? Retrasar al máximo el momento boda.