La teoría de la conspiración tras la muerte de la princesa Diana de Gales: venganza, gastos millonarios, un falso embarazo y mucho escándalo

A día de hoy la muerte de la princesa Diana sigue teniendo muchos interrogantes aunque el caso fue cerrado y se desestimó la teoría de la conspiración.

La princesa Lady Di./getty images

La princesa Lady Di. / getty images

Elena Castelló
Elena Castelló

Desde el mismo momento en que recibió la fatídica llamada telefónica en la que se le informaba de la muerte de su hijo Dodi junto a Diana de Gales , en la madrugada del 31 de agosto de 1997, el empresario egipcio Mohamed Al Fayed lo tuvo claro: todo había sido producto de una conspiración orquestada por la mano del «establishment» británico, y el instigador era el príncipe Felipe de Edimburgo, marido de la reina Isabel .

Eran los que llevaban décadas rechazándole y excluyéndole, recordándole una y otra vez su oscuro pasado, sus negocios poco claros y sus manejos para hacerse, en 1985, con los almacenes Harrods, símbolo del espíritu británico, y negándole la obtención del ansiado pasaporte. Al Fayed era un paria en la alta sociedad británica y aquella podía ser su oportunidad para vengarse.

Sin embargo, diez años y seis meses después de aquel terrible accidente, y tras una exhaustiva investigación, la justicia cerró el caso, en 2008. Los recursos presentados por el equipo legal de Al Fayed en Francia, Escocia e Inglaterra, en los que se gastó unos 20 millones de euros, no habían servido para nada.

Tanto la investigación francesa como la británica, que recibió el nombre de «Operación Paget», así como las pesquisas que se llevaron a cabo durante los juicios contra los nueve paparazis involucrados en esa persecución, determinaron que todas las acusaciones de conspiración carecían de fundamento.

A lo largo de 90 sesiones, durante seis meses, por la sala del Tribunal Supremo británico desfilaron más de 250 testigos. El jurado compuesto por seis mujeres y cinco hombres rechazó sus teorías conspirativas (por una mayoría de nueve contra dos) y sentenció que el accidente fue causado por algo tan banal como un chófer ebrio acosado por una decena de paparazzi.

Al Fayed llegó a solicitar que el duque de Edimburgo en persona se sentara en el banquillo de los testigos y no cejó en su búsqueda de los aspectos más escabrosos de las relaciones de la princesa de Gales con su familia política. Tampoco paró hasta sentar ante el tribunal a 11 miembros de los servicios secretos británicos, incluido uno de sus antiguos responsables.

Pero, aunque parezca que todo había caído en saco roto, Al Fayed consiguió su objetivo: dañar a fondo la imagen de los Windsor, presentados como enemigos de la princesa, sembrar dudas sobre la falta de escrúpulos del MI6, el servicio de espionaje británico, y dar vida a una truculenta historia en la que todo el mundo parece culpable y que, a pesar de las sentencias, sigue hoy alimentando el imaginario público.

Sin embargo, hay otro daño colateral que no le impidió seguir adelante con sus acusaciones: la imagen de una princesa desequilibrada emocionalmente, muy sola a pesar de su imagen pública y obsesionada con la idea de que la familia real la espiaba e incluso quería su muerte.

Conscientes de que sus teorías conspirativas eran imposibles de demostrar, Al Fayed y sus abogados intentaron empujar los hechos en otra dirección: que la princesa Diana y Dodi estaban prometidos al mes escaso de conocerse, y que Diana estaba embarazada al morir.

Al Fayed aseguró que la princesa se lo contó en una conversación telefónica horas antes de fallecer. Fayed aseguró también que iban a hacer público su compromiso el 1 de septiembre. Sin duda, la relación de Diana con los Fayed disparó, aquel verano de 1997, la inquietud en el «establishment» británico y muy probablemente en Buckingham Palace y en el número 10 de Downing Street, residencia del Primer Ministro.

Al Fayed era un conspirador antisistema muy resentido. ¿Se había convertido la madre del futuro rey de Inglaterra también en una antisistema? ¿Hasta dónde podía llegar en su rebeldía contra la familia real? ¿Era consciente de que la estaban manipulando?

El forense Robert Chapman, que practicó la autopsia a la princesa en Londres, recién repatriado el cadáver, no observó indicio alguno de embarazo, aunque tuvo que admitir que, en la fase inicial, es imposible detectarlo sin análisis específicos que no se llevaron a cabo.

Las amigas íntimas de Diana aseguraron, sin embargo, que tenía el periodo de forma normal y que estaba tomando anticonceptivos. Además, ¿cómo es posible saber que hay un embarazo tras apenas un mes de relación? Ni la propia Diana podría haberlo conocido. Otro aspecto crucial de esta teoría fue la existencia de un supuesto anillo de compromiso.

Es cierto que Dodi compró un anillo en París, en la joyería Repossi, el día anterior al accidente. Pero, ¿era de compromiso? Esto nunca se aclaró. Para Al Fayed, todo apuntaba en la misma dirección: que alguien quería matar a Diana y orquestó el fatal accidente de esa noche. El multimillonario dijo que la familia real «no podía aceptar que un musulmán egipcio pudiera algún día ser el padrastro del futuro rey de Inglaterra».

Dentro de esa estrategia conspirativa, se culpó también a los fotógrafos. Había una base de verdad: la preocupación que había perseguido a Diana durante toda su vida por su interés, a menudo obsceno, en ella. Según esto, el grupo de paparazzis persiguió y empujó al Mercedes de Diana para provocar, de una forma o de otra, el accidente.

Los teóricos de la conspiración afirman que la dirección del coche se bloqueó y que conducía a una velocidad inusual, porque su mecánica había sido alterada. Y otro elemento que quedó descartado, pero que entusiasma a los que desconfían de toda la investigación, es el de los destellos de luz: numerosas personas dijeron haber visto una luz muy brillante cuando el automóvil se dirigía al túnel poco antes de estrellarse.

Pero el problema es que cada uno de los testigos habló de esa luz en diferentes momentos y lugares. No hubo manera de que se pusieran de acuerdo, probablemente porque nunca existió. Hubo otro elemento que alimentó horas y horas de especulaciones: los análisis practicados a los restos del Mercedes revelaron que el coche había chocado con un Fiat Uno de color blanco, que había dejado restos en la carrocería.

Sin embargo, este Fiat 1 es como el unicornio blanco: todos dicen haberlo visto, pero los intentos de la policía francesa por encontrarlo fueron inútiles. Al Fayed alegó en su declaración en julio de 2005, con motivo de la investigación británica, y en otras ocasiones, que el Fiat 1 blanco pertenecía al espionaje británico,​ y que fue utilizado para provocar que el Mercedes desviase su rumbo y se estrellase en el túnel.

Al Fayed dio nombres de supuestos colaboradores con el espionaje del MI6, pero los supuestos agentes habían muerto en el momento de la investigación. Sin embargo, las teorías fueron creciendo en sofisticación y atrevimiento a medida que las pruebas desmentían muchos de los elementos de la conspiración. Hubo quien dijo, que fueron los médicos franceses los que permitieron deliberadamente que Diana muriera.

S i la hubieran llevado al hospital más cercano y la hubieran tratado allí, en lugar de hacerlo en el lugar del accidente, es posible que hubiera sobrevivido, dicen. Sin embargo, la atención de urgencias es simplemente diferente en Francia a la del Reino Unido.

En Francia los equipos de emergencia se concentran en estabilizar al herido antes de trasladarlo al hospital; en el Reino Unido se intenta llegar cuando antes al hospital. Al-Fayed alegó también que el cuerpo de Diana fue deliberadamente embalsamado poco después de su muerte con el fin de que cualquier examen «post mortem» arrojase un resultado erróneo.

Lo que sí demostraron las investigaciones fue que Henri Paul el jefe de seguridad del Hotel Ritz de París, que conducía el coche, había bebido una gran cantidad de alcohol en el momento del accidente, aunque Al Fayed no dejó pasar la oportunidad de asegurar que estaba a sueldo del espionaje de Francia o del Reino Unido.

Y que, para encubrir que no estaba borracho, se intercambio su cuerpo con el de otra persona para que los análisis de alcohol dieran positivo. Todo es susceptible de manipulación, cuando no se acepta algo tan sencillo como un choque a gran velocidad, con un chófer ebrio y sin los cinturones de seguridad bien colocados, en una vía invadida por coches y motos que quieren obtener una fotografía a cualquier precio.

Diana, dentro de su fragilidad emocional, sospechó siempre de los servicios secretos, convencida de que grababan sus conversaciones telefónicas para filtrarlas a la prensa, como ocurrió con la charla mantenida con su amante James Gilbey, que salió a la luz en 1992. Tras su divorcio, en 1996, rechazó la escolta policial oficial.

La princesa trataba de encontrar consuelo y no siempre en las personas adecuadas, como su ex mayordomo, Paul Burrell, al que envió, un año antes de morir, cuando el proceso de divorcio estaba en su apogeo, una carta en la que le confesaba su temor a ser asesinada en un accidente de coche simulado.

Paul Burrell la sacó a al luz en 2021. «Estoy sentada aquí en mi escritorio hoy en octubre, anhelando que alguien me abrace y me anime a mantenerme fuerte y con la cabeza en alto. Esta fase particular de mi vida es la más peligrosa. [...] está planeando 'un accidente' en mi automóvil, un fallo en los frenos y una lesión grave en la cabeza para dejar el camino despejado para que Carlos se case», decía. Es evidente que Diana vivía angustiada, en guerra con la familia real, y con obsesión persecutoria, aunque eso sigue sin demostrar ninguna teoría de la conspiración.

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