Carnaval brasileño

La princesa Leonor desembarca en Salvador de Bahía: así fue la fiesta de disfraces del rey Felipe a su llegada a Brasil

La guardiamarina Borbón hará su primera escala americana en la ciudad brasileña, escenario en 1987 de uno de los momentos más divertidos del crucero de instrucción de su padre.

El príncipe Felipe durante una escala del Juan Sebastián Elcano en 1987. / getty images

Jorge C. Parcero
Jorge C. Parcero

Los respectivos viajes de la princesa Leonor y de su padre, el rey Felipe VI, a bordo del buque escuela Juan Sebastián Elcano , nos han dejado de momento numerosos paralelismos. La guardiamarina Borbón navega viento en popa a toda vela por el Océano Atlántico, reeditando así la singladura que primero realizara Juan Carlos I en 1958 y posteriormente el actual monarca en 1987. Tras dejar atrás las Islas Canarias , la primera parada en el continente americano será este viernes, 14 de febrero, en la ciudad brasileña de Salvador de bahía.

Como «un viaje que está entre mis mejores recuerdos de formación militar», describía el rey aquel crucero de instrucción en el que se embarcaba cuando todavía era príncipe de Asturias. Si a Leonor la despedían en Cádiz tan solo sus padres , en el caso del joven Felipe fueron los ahora monarcas eméritos y sus hermanas las infantas Elena y Cristina, además de su abuelo, el Conde de Barcelona, los que acudieron a decirle adiós en la ciudad andaluza, rodeados de unos 15.000 gaditanos.

En aquel largo viaje realizado hace casi cuatro décadas, donde llegó a entrevistarse con el presidente Ronald Reagan, el príncipe logró ser «un ejemplo para sus compañeros, por participar en toda clase de ejercicios y maniobras con buen talante y humor», como describe en su libro 'Felipe VI' el teniente coronel José Antonio Alcina, que supervisó su formación académica y castrense.

La gran fiesta de carnaval del príncipe Felipe en Brasil

Aunque en el Juan Sebastián Elcano reina una exigente disciplina , los guardiamarinas pueden disfrutar a veces de momentos de ocio, con alguna pequeña fiesta a bordo. Y en el caso del actual soberano español, aquel momento de diversión coincidió con su llegada a Salvador de Bahía. El carnaval que se celebra cada año en febrero es uno de los más importantes de Brasil. Pero a diferencia del de Río de Janeiro, que se desarrolla en el Sambódromo, este es al aire libre, permitiendo un acceso y una participación más directa.

Invadidos por el espíritu carnavalero, y tal como recogía la revista 'Lecturas', el príncipe Felipe y sus compañeros decidieron celebrar una fiesta secreta de disfraces, como tal vez haga también su hija Leonor al llegar al continente americano. En aquella ocasión, el futuro rey de España sacó a relucir su lado más travieso, eligiendo un disfraz de lo más original.

El príncipe Felipe en su etapa a bordo del buque escuela. / getty images

Ni corto ni perezoso, el barbilampiño royal de 18 años optó por vestirse de bebé para la fiesta. Como disfraz utilizó tan solo unos pañales para adultos. Desde luego, todo era más fácil sin paparazzi a la vista y con los móviles con cámara todavía lejos de inventarse.

El lado más divertido a bordo del buque escuela

Esta fiesta marinera de disfraces sin duda fue una anécdota que Felipe VI recordará para siempre, como también la princesa Leonor guardará en su memoria los buenos y malos ratos que pase en el emblemático velero de la Armada. La heredera al trono tiene aún por delante varios meses de navegación hasta que llegue a Nueva York, desde donde regresará en avión a España.

Uno de sus días más especiales durante la travesía habrá sido el tradicional paso del Ecuador . Ese día, los guardiamarinas pueden vivir un día de descanso y juegos que forma parte de una antigua costumbre marinera que se remonta al siglo XVIII. Es entonces cuando reciben la visita del dios Neptuno y toda la estricta jerarquía en el barco se viene abajo por completo.

Claro que también puede haber contratiempos. Que se lo digan al rey Felipe, cuya falta de disciplina pudo terminar con sus reales huesos en el calabozo . Según podemos leer también en el libro de José Antonio Alcina, todo ocurrió en la ciudad estadounidense de Baltimore, donde se decidió que la entrada en puerto la hiciera el príncipe en el puente de mando. Pero este no aparecía por ningún lado, ya que estaba «con su cámara de fotos inmortalizando sus últimos momentos a bordo». Aunque aquel era motivo suficiente para el arresto, «el comandante y yo dejamos que la pequeña transgresión pasara inadvertida».

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