El príncipe Carlos Felipe y su esposa, la princesa Sofía /
El príncipe Carlos Felipe de Suecia es un hombre eclipsado por tres mujeres: Victoria, la heredera al trono sueco; Magdalena, la princesa que huyó de su país tras un fracaso amoroso (con humillación pública incluida), y su propia mujer, la princesa Sofía Hellqvist, la estrella de reality a la que nadie quería en palacio pero que la prensa adora.
Hubo un tiempo, muy breve, en el que el destino de Carlos Felipe, actual duque de Värmland, parecía bastante más brillante que el actual. Cuando el príncipe llegó al mundo, el 13 de mayo de 1979, ya tenía una hermana mayor, la princesa Victoria, y aún existía la Ley Sálica en Suecia. Eso significaba, que para alegría del rey Carlos XVI Gustavo, el heredero del trono sueco sería un varón.
Pero el gozo del monarca cayó en un pozo: en cuanto nació la primogénita del monarca el Parlamento sueco se puso en marcha para derribar la ley que impedía reinar a las mujeres en cuanto apareciese otro varón en la familia. Un año más tarde del nacimiento del príncipe, y para disgusto del padre de Carlos Felipe, Suecia derogó la ley Sálica y desde entonces el primero que llega se queda con el trono sueco sea chico o chica.
Durante toda su infancia la sociedad le recordó al príncipe que ni él ni sus descendientes ocuparían nunca el trono de Suecia, lo cual debía ser un descontrol para el pobre niño (que para más inri padecía dislexia) porque en cuanto podía su padre declaraba en público que él deseaba que su hijo (y no su hija) fuera su heredero.
La preferencia del monarca sueco por Carlos Felipe sigue vigente hasta nuestros días y se extiende hasta a los hijos de su hijo. Es bien conocido por los medios suecos que de todos los nietos del rey el pequeño Alejandro, primogénito de Carlos Felipe, es también su favorito. Por eso le concedió al niño un ducado más importante que el que cedió a la princesa Estelle, futura reina de Suecia.
Pero por mucho que su padre lo haya intentado y a pesar de poseer una evidente buena percha, el príncipe Carlos Felipe sigue siendo el patito feo de su familia. Su hermana mayor despierta el interés lógico que despiertan todas las herederas y es admirada tanto por su labor y estilismos como por haber realizado la proeza de que consiguiera casarse con su monitor de gimnasio.
Su hermana pequeña, la princesa Magdalena, que no estaba destinada a eclipsarle, también lo ha hecho. No solo dio meses de gloria mediática a la prensa sensacionalista sueca durante su juventud, es que los sigue dando. Tras su primer novio oficial, amigo de Carlos Felipe y alegre consumidor de todo tipo de sustancias, llegó un segundo noviazgo que la convertiría en la obsesión de la prensa rosa para el resto de su vida.
Jonas Bergström, un abogado de buena familia que contaba con el visto bueno de la familia real, salió rana y la princesa tuvo que cancelar su compromiso y huir de su país para sobrellevar el hecho de que su futuro marido tenía una amante y que esta concedía entrevistas en televisión.
Que se enamorara finalmente en Estados Unidos, se casara con un plebeyo que se niega a participar de la pompa y el boato de la familia real, y acabara instalada en Miami ha tenido el efecto colateral de que la prensa de su país natal vigile exhaustivamente su cuenta de Instagram y sus (escasas) visitas a Suecia sean seguidas minuto a minuto.
Pero la gran rival del príncipe es su propia esposa. Él, que lo tenía todo para llenar páginas en los periódicos (buena percha, afición por la velocidad con multas de tráfico incluidas, enfrentamientos con periodistas en las carreras de coches en las que participa e intento de carrera profesional como piloto) se cavó su propia fosa al fijarse en Sofía Hellqvist.
La actual princesa Sofía arrastraba una infancia en una comuna, un pasado como concursante del reality show y una carrera como modelo/camarera con portada de revista en bikini (y con boa constrictor) incluida.
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Para cuando Sofía reconoció públicamente que en su pasado también se incluía haber sido stripper en Estocolmo y un episodio confuso con una actriz porno la prensa del corazón sueca estaba tan encantada con su incorporación a la familia real sueca que ya no podían pensar en otra cosa: la nueva princesa iba a ser su filón.
Ahora Carlos Felipe vive tranquilo en el mismo palacio, el de Drottningholm, en el que viven sus padres, diseñando muebles, disculpándose por teléfono con los periodistas a los que manda a la porra y acudiendo a actos donde el uniforme le queda como un guante mientras aplaude confuso cuando su padre se equivoca en el discurso y desea feliz verano a la audiencia cuando lo que quería decir era feliz día nacional. Y mientras, el flequillo de su mujer sigue acaparando los titulares.