Es importante la promoción. En eso estamos de acuerdo, porque de lo que no se habla no existe. Pero lo del príncipe Harry es posible que esté yendo un poquito más allá de lo necesario. Claro que el hijo de Lady Di y el rey Carlos III nunca ha presumido de perfil bajo, de recato o de pasar desapercibido: el capítulo que dedica en su libro autobiográfico En la sombra al percance sufrido con su miembro viril no es más que un ejemplo de todo ello.
Hay que ser muy tirado p'alante para incluir la frase «Se me congeló el pene durante una expedición en el Ártico» en un ejemplar que está llamado a convertirse en superventas. Sobre todo si eres el quinto en línea de sucesión a uno de los tronos con más solera del universo royal. Ay, si su abuela levantara la cabeza…
Y a todo eso, hay que sumarle además revelaciones sobre Afganistán (asegura que mató a 25 talibanes), acusaciones contra su familia («No han mostrado absolutamente ninguna disposición para reconciliarnos») y dardos contra la pareja de su padre Camilla Parker (asegura que ha hecho «pactos con el diablo»).
Ah, también ha afirmado que nunca acusó a la familia real británica de racismo («No lo hice. Fue la prensa quien lo hizo»). Así que, mientras las ventas de su libro se disparan, la reputación del duque se va hundiendo.
Y la gente empieza a decir, basta. Aquí y al otro lado del charco, lo que a priori parecía más complicado porque tanto él como su esposa, la exactriz Meghan Markle, forman parte del star system made in USA.
En el repaso que el príncipe hace a su vida y a las personas que estuvieron en ella (para bien y para mal), Paul Burrell no sale nada bien parado. Harry acusa al ex mayordomo de su madre de haber «ordeñado» la muerte de la princesa Diana por dinero en el libro que publicó en 2003 (A Royal Duty) en el que relataba los años pasados junto a la princesa.
También aseguraba que cuando se enteró le hirvió la sangre: «Mi madre una vez le consideró como un amigo querido amigo, confiaba en él implícitamente. Nosotros también. Ahora esto. Estaba ordeñando su desaparición por dinero».
Burrell, que sabe más de la familia real inglesa que ellos mismos, no se iba a quedar callado: primero lo hizo en el mismo canal de televisión en el que apareció Harry para promocionar sus memorias y luego en una entrevista para el programa Sunrise.
En el cana británico ITV afirmaba: «Toda esta ropa sucia lavada en público, ¿sabes cuál es el producto final de esto? Hay mucha gente lastimada y tiene que parar porque si sigue escalando así, nunca habrá una reconciliación». Todo muy light, todo bastante conciliador.
Pero con un zasca: «No creo que todo esto hubiera sucedido. Es porque se casó con una mujer de 36 años que le susurró al oído: 'Quiero cambiar el mundo'». Paul, haciendo amigos.
Y por si no había quedado claro que para él la culpable es ella, en su charla con Sunrise, el exmayordomo de Diana declaraba: «Lo conocí por primera vez en la barriga de su mamá... No reconozco al joven que veo hoy. Ese no es el chico que conocí».
Los duques de Sussex llegaron a Estados Unidos hace un par de años después de salir por la puerta trasera de Buckingham. En poco tiempo pasaron de la gloria al destierro (mitad voluntario, mitad invitado).
Al otro lado del charco fueron recibidos con los brazos abiertos: gente guapa, sangre azul, amistades poderosas… Todo muy apetecible. Pero los norteamericanos empiezan a estar cansados también de este cuento de príncipes y estrellas.
Uno de los primeros en posicionarse ha sido el televisivo Don Lemon, presentador en CNN This Morning: «Yo también tengo discusiones en mi familia, pero, ¿voy a publicar eso para que todo el mundo lo vea? No entiendo por qué demonios él querría hacerlo público».
Incluso alguno de los directivos de la editorial Penguin Random House reconocían que hay «es cierto que lo que es bueno para un editor no es necesariamente bueno para la persona que ha publicado el libro».
Existe en la sociedad norteamericana un hartazgo que ha tardado en llegar (aquí hace tiempo que se instaló), pero que ha terminado asentándose allí también allí: la sobrexposición de la pareja ha (actos, alfombras, Oprah Winfrey, el documental de Netflix, ahora el libro…) ha acabado con la paciencia de los estadounidenses.
Empiezan a estar un poco cansados de escuchar la misma cantinela, de asistir a los rifirrafes de una familia real que le es ajena y de conocer detalles cada vez más ridículos del relato.
Howard Bragman es un conocido relaciones públicas y gestor de crisis que trabaja para la firma LaBrea Media, especializada en este tipo de conflictos. Bragman hacía una reflexión en The New York Times que explica el parecer del norteamericano medio.
Entre sus reflexiones plantea que solo se puede contar la historia una vez, que publicar el libro un mes después de la muerte de tu abuela tal vez no sea una buena idea, y que, precisamente aquel funeral propició el escenario para un reencuentro frustrado.
«Se parece mucho a un programa de telerrealidad. Se sienten un poco Trumpistas, ya que parece que no pueden dejar atrás el rencor», ha apuntado Bragman. Y mientras los expertos opinan, la sociedad se posiciona y Twitter arde, las mentes más creativas van aportando ideas para títulos alternativos. De momento, 'La lavandería de Harry, el sucio' es el que más nos convence.
20 de enero-18 de febrero
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