Es más lo que une que lo que separa a Letizia Ortiz , mujer de Felipe VI, y a Elke Bünderbender, esposa del presidente alemán Frank-Walter Steinmeier. Puede parecer lo contrario, porque son una española y una germana, una jueza y una periodista, una reina y una primera dama . Nacieron y se desarrollaron en ambientes dispares, pero las dos tienen sus prioridades muy claras. Y esta semana se han vuelto a reunir.
Elke y Letizia ya coincidieron en 2018 en una sesión de clausura del foro Hispano-Alemán, donde estuvieron charlando por el Palacio Real de Madrid. En esta ocasión, los monarcas españoles han viajado a Alemania, donde estarán 48 horas. Tienen una agenda programada por lugares como la Feria del Libro (España es el país invitado) y el Banco Central Europeo.
Lo primero y más llamativo que une a las dos mujeres es que una relación sentimental les cambió la vida al completo. Primero, porque dejaron sus profesiones. Letizia abandonó el periodismo. Dejó de ponerse frente a las cámaras de TVE porque era incompatible con su nueva realidad. Esa misma decisión la tomó Elke Bünderbender.
Antes de conocer a su marido, Elke se labraba su futuro con esfuerzo. Cuando terminó su educación secundaria estuvo como dependienta en el sector de la construcción y como técnica administrativa industrial. Con lo que ganó, pudo pagarse sus estudios en la Facultad de Derecho de la Universidad de Gießen. En ese edificio conoció a un compañero de carrera con quien luego se fue a trabajar en 1991, cuando él abrió su bufete. Era su futuro marido; Frank-Walter Steinmeier.
Su siguiente paso laboral fue ejercer de jueza en el Tribunal Administrativo de Hannover y en el de Berlín. Estuvo en esos puestos hasta 2017, cuando su esposo fue elegido como presidente de Alemania. Entonces, pidió una excedencia para adentrarse en sus nuevas obligaciones y ser una primera dama a tiempo completo.
Elke y Letizia tienen un fuerte compromiso solidario que las ha llevado a viajar por el mundo. Por ejemplo, en la primera visita oficial de la reina de España a El Salvador. Esos días se dedicó a descubrir qué planes financiados por empresas españolas se estaban desarrollando en el país. Además, ha viajado junto a Cooperación Española a Mauritania, donde visitó el proyecto de ayudas a las familias con una renta de menos de 100 euros al mes.
Por su parte, Elke visitó los programas de UNICEF en Nepal , en 2020. «He venido para llamar la atención sobre la importancia de mejorar la vida de los niños y promover sus derechos. El desarrollo sostenible, con el que Alemania se ha comprometido junto con la comunidad internacional, no se puede lograr sin los derechos de los menores», aseguró.
Pese a estar absolutamente expuestas, las dos tienen claro que no quieren que sus hijas sean el centro de atención de periódicos y televisiones. Ambas han defendido la privacidad de su familia. Poco se sabe de Leonor y Sofía, las princesas de España. Las adolescentes ni siquiera tienen redes sociales y cuentan con una educación blindada a la prensa.
Lo mismo le ocurre a Merit, hija del presidente de Alemania. A sus 26 años, ha mantenido un perfil social muy bajo. Lo que se conoce de ella es que ha estudiado la carrera de árabe en la Universidad de Leipzig y ha seguido su formación en ese campo en la Universidad Freie Universität de Berlín.
Lo único que ha compartido Elke de su hija ha sido porque no lo ha podido evitar, por orgullo materno. En las paredes de su despacho de la residencia oficial en el Palacio de Bellevue cuelga un autorretrato de su hija (uno de los pasatiempos de Merit es la pintura).
Sin duda, en la biografía de la reina de España y la primera dama hay un aspecto que reluce sobre los demás, el amor. Felipe VI se lanzó a un compromiso con una mujer sin raíces aristócratas, e incluso el día de su boda no pudo evitar emocionarse. «Me he casado con la mujer que amo», anunció ante los ojos atónitos de los españoles.
La demostración de Frank-Walter Steinmeier fue incluso mayor, si es que se puede medir el cariño. Lo tuvo cuando a Elke le diagnosticaron una enfermedad renal degenerativa. Su marido aún era el líder de la oposición y acababa de perder las elecciones a canciller contra Angela Merkel. No le importó estar en el punto máximo de su carrera. Anunció que se retiraba temporalmente.
Elke necesitaba urgentemente un trasplante de riñón. Lo que hizo él fue prestar su cuerpo, dar su riñón a la mujer de su vida. «No es un gesto heroico ni un regalo para mi esposa. Si lo fuera, sería un regalo para los dos, para poder tener más tiempo para estar juntos», anunció.
Al tiempo, él volvió a su vida normal. Casi una década después llegó a su verdadera cumbre profesional: lo nombraron jefe de Estado.
20 de enero-18 de febrero
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