su enemiga

La rival de Máxima de Holanda que perdió la corona: el acoso a Emily Bremers, la hija de un dentista que pudo ser reina

Como buenos amigos de los chismes, los holandeses también tuvieron su Kate Middleton: Emily Bremers. La diferencia es que la novia jamás oficializada del príncipe Guillermo no consiguió su objetivo, convertirse en reina.

Los reyes Máxima y Guillermo de Holanda. / / GTRES

Silvia Vivas
Silvia Vivas

Antes de que el rey Guillermo de los Países Bajos tuviera suficiente poder como para prohibir por ley fotografiar a la familia real cuando la familia real no quería ser fotografiada, el marido de la reina Máxima soportó carros y carretas por culpa de los paparazzis. Pero peor aún lo pasaron sus novias, especialmente la súper acosada Emily Bremers.

De hecho, el caso Emily Bremers motivó que, a posteriori, la siempre sonriente Máxima Zorreguieta llegara de tapadillo a Bélgica a aprender neerlandés. Porque para entonces Guillermo ya había tenido sus amoríos con otras tan rubias y tan plebeyas como ella, pero aprendió la experiencia de perder a su amor cuando Emily volvió loca a la prensa holandesa y a su madre, la reina Beatriz .

Mucho se ha hablado del acoso que sufrió Kate Middleton en sus años de novia eterna del príncipe William por culpa de los tabloides británicos, e incluso de lo mal que lo pasó Mette Marit de Noruega cuando el mundo descubrió a la madre soltera que salía con el futuro rey. Pero a Emily Bremers su compensación en forma de boda real por el mal rato vivido jamás le llegó. Lo único que consiguió fue coleccionar titulares hirientes.

Emily Bremers, una plebeya en apuros

Emily Bremers y el entonces príncipe Guillermo tuvieron una relación en la década de 1990 que se convirtió en la portada de prensa nacional cuando trascendió que habían tenido un accidente de tráfico juntos en Alemania. Aquel incidente se convirtió en el pistoletazo de salida de su relación para los medios y el principio del fin para ella.

Sucedió el 20 de enero de 1995 cuando la pareja se disponía a esquiar en Austria en una escapada romántica. En menos de 12 horas todos los periódicos e informativos nacionales tenían los detalles del accidente que había dejado siniestro total el Volvo del príncipe: había ocurrido a la una y media de la tarde en la Autobahn A9, a unos 50 kilómetros al norte de Munich, en el sur de Alemania. Y el príncipe no iba solo.

En un principio el Servicio de Información del Estado intentó impedir que se supiera quién quién era el copiloto del príncipe, pero, vía revista de cotilleos, no tardó en saberse el nombre de la chica en cuestión, así como el resto de los detalles: que la pareja se había conocido en Leiden el año anterior, que era hija de un dentista de Nimega y que estudiaba derecho.

Máxima de Holanda en una imagen reciente. / GTRES

A partir de ese momento la campaña en prensa contra Emily se convirtió en un calco de la campaña en palacio contra la pareja del príncipe. Tanto es así que en la revista Panorama de ese año, en su célebre artículo anual sobre predicciones para 1996, se puede leer: «podemos esperar una boda en un futuro próximo. Guillermo Alejandro se casa, naturalmente, con Emily Bremers, porque la ruptura sugerida por algunos tabloides resulta no ser más que una maniobra de distracción. Y aunque (la reina) Beatriz hubiera preferido una nuera noble, Emily es mejor que ninguna novia».

La campaña en medios contra el príncipe y su no novia

El acoso a la rubia novia no oficial del príncipe y los artículos sobre que la pareja y su futurible boda o ruptura eran una completa anomalía en la prensa holandesa, en general, poco dada a que su casa real protagonice titulares. Le Monde catalogó lo que sucedió a lo largo de 1995 como «una pequeña revolución», porque contra toda tradición, el príncipe heredero y su futura ¿esposa? monopolizaban la portada de la prensa más popular.

No olvidemos que la reina Beatriz, madre del príncipe , sólo había concedido dos entrevistas en todo su reinado y el propio Guillermo sólo se había reunido con periodistas (sin preguntas y respuestas pactadas de por medio) en una ocasión en toda su vida.

La curiosidad mediática acerca de Emily Bremers no sólo estaba motivada porque fuera de origen no aristocrático, sino también por las circunstancias que la rodeaban. Era católica y él un príncipe protestante. Era amante de la caza y las antigüedades y él tenía a su disposición un millón y medio de florines (más de 700.000 euros) que se le asignaba cada año en calidad de futuro rey y una de las madres más ricas de Europa. Lo justo para mantener sus caras aficiones.

Por qué la reina Beatriz odiaba a Emily Bremers

Pero, y ahí estaba el quid de la cuestión, ni a los medios ni a la reina les agradaba Emily. La prensa, la misma que había descubierto en el pasado la fascinación de la anterior reina Juliana por una médium o destapó la relación de los Orange con el escándalo Lockheed se empeñó en descubrir el «turbio» secreto de la familia de Emily Bremers. Finalmente encontró los eslabones débiles de la cadena: su padre y sus dos tíos no tenían un pasado impecable.

Hacía dos décadas la revista Vrij Nederland había publicado un informe sobre un fraude multimillonario: fondos comunitarios y gubernamentales terminaron en cuentas privadas a través de fundaciones de un origen dudoso. ¿Los propietarios de esas cuentas? Los tíos de Emily Bremers, afirmaron los medios. Quien estableció esa conexión entre el escándalo del pasado y la actual novia del príncipe fue un documental basándose en un artículo del semanario HP/De Tijd. Pero resultó que el padre de Emily Bremers no tenía hermanos. Las disculpas y rectificaciones llegaron en 1998, demasiado tarde para la pareja.

La situación del padre de la novia no era mucho mejor. Los tabloides lo bautizaron como «el peor suegro de los Países Bajos», afirmaban que vivía en Bélgica para evadir impuestos y que tenía ideas extrañas y reaccionarias acerca de temas como la posesión de armas.

Para complicar aún más las cosas Emily llegó a la corte en el peor momento, cuando todos se preguntaban en voz alta para qué servía un príncipe heredero exento de carisma y empuje que había confesado en algún momento que no estaba interesado en el trono. ¿Sería capaz alguien como Emily de sustituir algún día a una reina tan imponente como Beatriz sí su propio hijo no era capaz de hacerle sombra?

El desprecio por los orígenes de Emily Bremers

Con el debate en los medios abierto día sí y día también, no era extraño que el nombre de Emily saliera mencionado en los momentos más inesperados. Como cuando la embajadora holandesa ante el Consejo de Europa, Gualthérie van Weezel, consideró necesario decir en público que «una chica de la vuelta de la esquina» no podría relacionarse en igualdad de condiciones con otros monarcas.

A la prensa le encantaba este enfoque y repetía machaconamente que Emily no era suficiente. La llamaban la «moza de Brabante» y aseguraban que la Casa de Orange nunca dejaría el nacimiento del heredero en manos de una muchacha cualquiera que no tenía una gota de sangre azul en sus venas. Hasta había quién apuntaba a que todo era un complot real, una gigantesca cortina de humo que la reina había creado para que el resto de casas reales europeas no supieran con qué princesa, duquesa o marquesa se iba a casar finalmente el príncipe.

El recibimiento a la plebeya en palacio no fue mucho mejor. En enero de 1998, tras cuatro años de noviazgo y persecución, Emily Bremers consiguió ser invitada a la fiesta de cumpleaños de la reina Beatriz, pero tuvo que entrar y salir por la puerta de personal y no salir en la fotos. También asistió a la boda del príncipe Maurits y Marilène van den Broek, cuya familia filtró a los medios que Guillermo y Emily ya no estaban juntos ese mismo año.

La reina Máxima de Holanda sonriente. / GTRES

El Servicio de Información del Gobierno no emitió ningún comunicado de la ruptura ni aún cuando se le pidió explicaciones en la Cámara de Representantes. Su postura era clara: nunca habían reconocido el noviazgo por lo que no es necesario hablar de su desaparición.

Al final fue a la propia Emily Bremers, cual Chenoa, a la que le tocó explicar, en la puerta de su casa, que la relación entre ella y el príncipe se había acabado. Uno de los periodistas aprovechó la ocasión para regalarle un álbum de recortes con todas las fotos robadas de los últimos cuatro años. Así acabó el cuento de hadas de la Kate Middleton holandesa, con ella hablando a pie de calle con la prensa rogando por lo que no tuvo durante cuatro años: respeto, libertad de movimientos y que la dejaran en paz.