María del Prado y Pablo de Hohenlohe. /
Es hija de los marqueses de Caicedo, duquesa de Tarifa y mujer de Pablo de Hohenlohe , sobrino del príncipe Alfonso, y su vida es muy diferente a la de una aristócrata al uso. Muy activa, llena de proyectos y comprometida con todo lo que emprende, María es una fuente constante de energía.
Todo empezó con una noticia terrible: hace 12 años, le detectaron un cáncer de mama. Era muy joven –32 años– y sus hijas Cecilia y Allegra muy pequeñas (tienen 18 y 17 años ahora) y fue un golpe muy duro para toda la familia. Sin embargo, con el tiempo, María vio la enfermedad como un regalo, «aunque con un envoltorio muy feo». El sufrimiento actuó como un revulsivo y le cambió la vida.
Tras una cirugía radical bilateral y una reconstrucción, lo primero que hizo, una vez recuperada, fue dejar su trabajo como directora comercial de la firma Chloé en España, y cambiar su estilo de vida, su alimentación –orgánica y de temporada– y su ejercicio.
Empezó a practicar yoga y meditación y a investigar el «mindfulness». Hoy se describe en Instagram como «madre de adolescentes, dos perros y dos gatos. Musicoterapia. A veces escribo. A veces canto». Su filosofía, según confesaba a Vanity Fair: «Hay que vivir la vida, no pensarla.
Yo juzgué mi enfermedad como algo malísimo y al final ha sido una bendición para mí. Me puso en el camino de algo que me gusta y es mi vocación. Me trae mucha paz, que es lo que me hacía falta». Aunque confiesa que todavía se le encoge el corazón a recordar aquellos días.
Con el tiempo, María se ha convertido en terapeuta y facilitadora de desarrollo transpersonal y en consultora en «mindfulness», el método creado por Jon Kabat-Zinn para acabar con el estrés a través de la meditación. María organiza talleres, clases, ejercicios a distancia y consultorías a empresas.
Lleva años montando sesiones de meditación activa en los jardines de Alcuzcuz, la casa mañagueña del ya fallecido decorador Jaime Parladé . También ofrece retiros en el Pazo de Oca, una de las propiedades más impresionantes de la familia de su marido. Le llena tanto que no lo considera un trabajo, aunque muchos de los talleres se celebran un verano. A ellos acude todo tipo de gente.
Madrileña de nacimiento, y licenciada en Arte, María sigue, a sus 42 años, igual de estilosa. Se casó, en 2002, con Pablo de Hohenlohe, nieto de la Duquesa de Medinaceli, en la capilla del Hospital de Tavera de Toledo, propiedad de La Casa de Medinaceli. La boda fue el acontecimiento social del año. El rey Felipe, entonces príncipe de Asturias, ejerció como testigo.
Entre los invitados, estuvieron algunas de las damas más elegantes del momento como Alicia Koplowitz, Isabel Sartorius, Eugenia Martínez de Irujo o Ana Gamazo de Abelló, tía del novio. María lució un vestido en blanco roto de inspiración medieval con encajes antiguos, diseñado por Javier Larraínzar, y una preciosa tiara de familia de brillantes y perlas.
El matrimonio vive hoy con sus dos hijas en Istán, cerca de Marbella. Durante la pandemia se conectaban a su cuenta de Instagram hasta 600 personas desde Australia, África, USA, México, Uruguay, Chile, Argentina, Finlandia, UK, Italia y, por supuesto, España para seguir sesiones gratuitas de «mindfulness».
María también organiza unos talleres de arteterapia y musicoterapia, denominados Emocionarte, cuyo tema central es la música, y se trabajan disciplinas como la pintura, el psicoteatro, la expresión corporal o la escritura creativa. La duquesa de Tarifa tiene clara la importancia de meditar bien: «El positivismo y los libros de autoayuda han hecho mucho daño.
Nos han enseñado que no esta bien sentirse triste, ansioso, rabioso, pero si ocultamos esas emociones vivimos bajo la presión y la resistencia hasta que un día explotan. Las emociones vienen para ser sentidas, y no pensadas o evitadas. Hay una especie de «cultura de la felicidad» que considero dañina, nuestra mayor fortaleza es reconocernos vulnerable», declaraba al diario ABC en plena pandemia.
Pero María tiene muchas facetas, y una de ellas es su amor por el flamenco, al que es aficionada desde niña. En sus cursos de meditación ha colaborado con grandes figuras de ese arte, y hace un año, María se convirtió en la directora del primer festival de arte jondo de Sotogrande, junto al guitarrista El Perla y Dionisiso Hernández-Gil, dueño del Beach Club Trocadero.
En el Flamenco Trocadero Sotogrande pasaron entre junio y agosto primeras figuras como Estrella Morente, Diego el Cigala, Remedios Amaya o Farruquito, en plena playa. Este año, se espera a Rancapino, Antonio Cabales o Raimundo Amador.