Oveja negra

Quiénes son los Wildenstein, la saga de millonarios con un escándalo de fraude fiscal pendiente cuyo heredero es ahijado de Carlos III

Íntimos amigos de ricos y poderosos de todo el planeta, incluido el rey Carlos III desde que era príncipe de Gales, la saga de los Wildenstein se enfrenta a una crisis de imagen con problemas con el fisco francés incluidos.

Carlos de Inglaterra y Guy Wildenstein en un partido de poklo. / / GETTY IMAGES

Silvia Vivas
Silvia Vivas

Por mucho que la familia real británica intente combatir el fuego con almibarados retratos, fiestas de Navidad a todo trapo y Kate Middleton sonriendo en todas y cada una de las ocasiones en las que aparece en público, no es oro todo lo que reluce en el círculo social de los Windsor y los todopoderosos Wildenstein parecen ser una prueba de ello.

David Wildenstein, ahijado del mismísimo Carlos III, y heredero de uno de los apellidos más famosos (y millonarios) del mundo del arte, acaba de conceder una exclusiva entrevista a la muy elegante revista Tatler para confesar todo lo que siente sobre su fortuna, el peso de ser una buena persona en plena crisis de identidad familiar y, muy especialmente, para hablar sobre su padre, Guy Wildenstein, el mismo que está acusado por el fisco francés de haber escamoteado en impuestos 750 millones de euros (tirando por lo bajo).

Hasta que llegaron los tribunales y los titulares, Guy Wildenstein era mundialmente conocido como marchante de arte e identificado como un buen amigo del hijo mayor de la reina Isabel III desde que era príncipe de Gales y estaba casado con Diana Spencer . Su amor por el arte, los caballos de pura raza y el polo, unió al futuro rey británico con el rico heredero en un equipo de este deporte ecuestre que ellos mismos bautizaron como los «diablos azules».

Ahora Guy Widenstein se enfrenta a otro tipo de partido bastante menos glamuroso pero mucho más importante porque en él se juega su fortuna y buen nombre. Su caso ha sido descrito por los fiscales franceses como «el fraude fiscal más sofisticado y prolongado» de la historia moderna del país galo.

Las autoridades francesas exigen desde septiembre a los «W», como se conoce a esta ultrapoderosa familia que se enriqueció gracias a sus transacciones con arte y caballos, cientos de millones de euros. El pasado mes de septiembre comenzó un nuevo juicio en París contra la saga familiar que lleva ejerciendo su actividad desde el siglo XIX (su primera galería parisina data de 1890, su primera incursión en EE.UU. fue en el Nueva York de 1905 y en 1925 fundaron su espacio de arte en Londres) con un rotundo éxito y alguna que otra sombra entre tanta luz.

Desde que Daniel Wildenstein se hiciera cargo de la galería en 1963 su sistema de compra masiva de obras de arte que ponía en barbecho durante décadas hasta conseguir la autentificación final dio jugosos frutos. Y también consiguió los primeros titulares sobre posibles estafas. En 1973, de hecho, se le exigió a la familia una regularización de impuestos por un valor de 30 millones de francos.

A pesar de los rumores y los juicios los W han vivido (y continúan haciéndolo) una vida al alcance de muy pocos. Tanto como para permitirse un rancho en Kenia (Ol Jogi) de casi 30.000 hectáreas en el que la familia organiza safaris al módico precio de 210.000 euros y que todos pudimos disfrutar porque allí se rodó Memorias de África. O veranear en un yate por el Caribe que es tan grande que no se puede refugiar en ningún puerto de Haití ni Santo Domingo ante una tormenta tropical. O como que David Wildenstein tuviera de padrino al futuro rey de Reino Unido. ¿Pero cuándo y cómo comenzó la pesadilla de una de las familias más ricas de Europa?

Una herencia, un fraude y una traición

Al morir Daniel Wildenstein en 2001 al frente de los negocios familiares se quedaron sus dos hijos, Alec y Guy. Pero la viuda de su padre, Sylvia Wildenstein, no quedó muy conforme con lo que le tocó en el reparto final: una pensión de 400.000 euros al año, un apartamento y ninguno de los adorados caballos de carreras que su marido le había regalado.

El patrimonio de la herencia Wildenstein ascendía en aquel momento a unos 3.000 millones de euros, pero sus yernos, nada más fallecer su marido, la hicieron firmar un documento renunciando a la herencia bajo la amenaza de que el fisco francés la perseguiría si no lo hacía. Sylvia decidió denunciar el papel que firmó, según sus declaraciones, engañada y bajo presiones, y la abogada que escogió para defender su caso se convirtió en la peor pesadilla de la familia.

Claude Dumont Beghi fue quien, cuando su cliente falleció en 2010, cedió al fisco francés todos sus informes y sus investigaciones sobre la red de fideicomisos en paraísos fiscales en los que, según ella, se «escondía» la herencia que la familia W no había declarado en la toma de posesión de su herencia.

Diana de Gales, Carlos de Inglaterra y Guy Wildenstein. / GETTY IMAGES

Y de aquellos barros llegaron estos lodos. El caso fue denunciado por primera vez en 2013, llevado a los tribunales en 2016, los herederos fueron absueltos en 2017, pero resucitó en 2021 y se juzga de nuevo en 2023. Incluso a lo largo de estas décadas se promulgó una ley francesa a la que se llamó «Wildenstein» sobre las fortunas millonarias, las herencias y los fideicomisos en el extranjero. Y el tema parece que va a seguir alargándose porque la recompensa es demasiado jugosa.

Mientras la justicia francesa sienta en el banquillo a una de las familias que jamás pensó verse en semejante posición, las pistas delatan un cierto ¿declive? Vendieron sus propiedades neoyorkinas de postín (el taller de Andy Warhol incluido), vendieron muchos de sus caballos, e incluso dijeron adiós a un cuadro de Manet.

Parece mucho, pero en realidad puede ser muy poco si se hace caso a otras cifras de vértigo: Pierre Nahon, también marchante de arte, afirmó que la familia W poseía unas 10.000 pinturas, entre ellas obras de Picasso, Renoir, Gauguin, Cézanne… Con este panorama, el ahijado de Carlos III se esfuerza en limpiar el nombre de su familia, recordando que los Wildenstein son los principales donantes de los museos franceses y que en todas las familias hay ovejas negras. Y de eso, Carlos III , también sabe mucho.

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