Ya es el tercer año consecutivo que Felipe VI y Letizia , y tampoco la princesa Leonor y la infanta Sofía, rehusan acudir a la tradicional misa del domingo de Resurrecciónen la catedral de Palma de Mallorca. Esta aparición de los reyes cerraba la Semana Santa y subrayaba la especial relación de la familia real con Mallorca, la isla en la que veranean desde los años 70 y donde el rey emérito Juan Carlos, la infanta Elena y el rey Felipe han aprendido a regatear.
Todo se torció en 2018, cuando los periodistas y fans captaron el famoso rifirrafe entre la reina Letizia y la reina emérita Sofía , una disputa por aparecer junto a las niñas que jamás se explicó y que se cerró en falso, con subsiguientes eventos en los que ambas reinas derrochaban cordialidad. Jamás se visualizó con tanta crudeza el fantasma de la verdadera relación entre los miembros de la familia del rey, una verdadero misterio por resolver aún hoy.
Primero por la pandemia y ahora por motivos desconocidos, lo cierto es que la misa en la catedral de Palma y el posado de rigor desaparece de la agenda oficial, prueba de la maldición que recae en este señalado templo religioso y quién sabe si en toda la isla, un lugar que no ha terminado de ser del agrado de la reina Letizia.
Para ella puede ser como jugar en campo ajeno, pues el palacio de Marivent podría ser la residencia más querida de los Borbón y un reflejo inevitable de la personalidad y el gusto de la reina emérita. Además, a la asturiana no le apasiona regatear y mucho menos esperar en el club náutico a que los regatistas retornen a casa después de sus hazañas marineras.
Durante años, Letizia tuvo que buscar a duras penas su sitio tanto en el posado familiar de Semana Santa frente a la catedral de Palma, casi siempre 'engullida' por la nutrida comparecencia Borbón y junto a varios miembros de la dinastía que no llegaron a aceptarla, por mujer trabajadora y sin credencial aristocrática y, además, divorciada.
Algo parecido le pasabe en verano en Marivent, donde todo el mundo tenía ya su rutina de compras o deportiva. Palma de Mallorca debe recordarle mucho a sus primeros años como miembro de la familia real, cuando no era aceptada ni por la prensa monárquica ni por su propio suegro seguía a pies juntillas los consejos de la reina Sofía.
No solo el peso de la memoria juega en contra de la presencia de los reyes en la misa de Semana Santa de la catedral de Palma. Aunque Casa Real aluda a razones de ahorro presupuestario para eliminar este acto público, lo cierto es que cada vez observamos menos eventos con presencia Borbón en el que se produzca cierta proximidad entre la familia real y la ciudadanía.
De hecho, hace mucho que no vemos escenas como las que protagonizó Letizia en la pequeña localidad de Bishop Auckland (Durham, Reino Unido), con motivo de la inauguración de una exposición de arte español a la que también asistió Carlos de Inglaterra. Banderitas españolas, aclamación popular, saludos y besos recibieron a nuestra reina, quien ni siquiera en los Premios Príncipe de Asturias llega a estrechar la mano de la ciudadanía española.
Solo en actos muy concretos y controlados, muchas veces en pueblos y localidades pequeñas, se permiten los reyes aproximarse a sus fans. La prevención ante posibles críticas, gritos y hasta insultos es máxima, sobre todo porque la constante presencia de móviles grabando impide que se pueda controlar el material audiovisual que llega a los medios de comunicación.
Todo lo empeora la constante presencia de miembros varios de la familia del rey en las portadas de la prensa de corazón o los periódicos. Casa Real lo tiene claro: va a impedir a toda costa que los reyes tengan que escuchar preguntas sobre el divorcio de la infanta Cristina e Iñaki Urdangarín, el juicio por acoso en Reino Unido del rey emérito Juan Carlos o deslumbrante carrera de influencer de Victoria Federica. La que sí puede pasearse sin restricciones es la reina Sofía. Ella sí acudirá a la misa en la catedral de Palma de Mallorca.
20 de enero-18 de febrero
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