La princesa Indiana Jones

La curiosa y desconocida historia de la ciudad perdida que descubrió la reina Sofía cuando era princesa: elegante, intrépida y aventurera

Mucho antes de ser reina de España y joven casadera, la princesa griega Sofía descubrió una pasión que poco tenía que ver con la realeza y los bailes de sociedad: la arqueología.

La reina Sofía de Grecia, con su hermana Irene, en una imagen de archivo.. / Getty images

Silvia Vivas
Silvia Vivas

La infancia y juventud de la reina Sofía de Grecia no fue la que uno puede imaginar cuando piensa en una princesa: vivió el exilio, conoció la pobreza y asistió a las víctimas de los terremotos que sacudieron Grecia de los años 50, una experiencia que la marcó tan profundamente que aún en 2023 se encargó de enviar ayuda, a través de la fundación que preside, a los afectados por el terremoto de Siria y Turquía.

Pero entre tantas responsabilidades también hubo tiempo de una pulcra formación clásica en un internado alemán donde pulió sus habilidades y desarrolló un hobby sorprendente: excavar en yacimientos arqueológicos. Mientras su hermana pequeña, la princesa Irene, se decantó por el estudio de la música y llegó a destacar como pianista, una afición bastante habitual entre la clase alta; la princesa Sofía escogió la arqueología.

Su decisión, aunque pareciera una excentricidad en la época era, en realidad, lógica. Poseía la agudeza para completar los estudios sobre esta materia, tenía a su disposición a los mejores especialistas y cerca del palacio de Tatoi existía suficiente patrimonio cultural enterrado como para investigar sin problemas.

Los descubrimientos de las princesas arqueólogas

Aún se puede ver el resultado de su trabajo si se viaja hasta Grecia. Al este de la carretera que conduce al antiguo aeródromo de Tatoi, en el lugar renombrado como Decelia, en el que se encontraba el antiguo municipio ateniense del mismo nombre, la reina Sofía, junto a su hermana Irene y su maestra, la arqueóloga Theophanó Arvanitopoulou, acabó propiciando el descubrimiento del emplazamiento de la Tumba de Sófocles, llamada así porque se cree que en ella descansa el poeta trágico de la Grecia Clásica.

Mientras otras royals de su edad se esmeraban en encontrar el mejor esposo, o acudían a bailes con tiaras, la reina Sofía conducía hasta esta zona bajo el sol del verano, y armada con una azada excavaba el montículo de 13 metros de altura que reveló su contenido: un gran recinto funerario con cuatro sarcófagos.

La reina Sofía junto a su hermana, Irene de Grecia. / GTRES

La princesa se pasó un año recopilando pequeños restos de cerámica dispersos por toda la zona. Cada una de las pequeñas piezas era transportada por ella misma y su hermana hasta el diminuto estudio que habían acondicionado en palacio para sus investigaciones arqueológicas, apenas una mesa y dos sillas donde ambas, vestidas con batas blancas, catalogaban los pequeños pedazos de historia.

Cada fragmento era mimado, limpiado con esmero, catalogado y, si el puzle era posible de completar, encolado y pegado a sus compañeros del pasado. De esta forma, y con bastante esfuerzo, Sofía e Irene consiguieron identificar y componer 35 vasijas que mostraron al mundo en una pequeña exposición arqueológica al aire libre.

El olvido de su afición más intelectual

El interés de la reina Sofía por la arqueología y los restos diseminados cerca del palacio tuvo un efecto positivo en el impulso de esta disciplina. Gracias a su perseverancia en la promoción y protección del patrimonio cultural griego, las primeras operaciones de rescate de dicho patrimonio por parte del Servicio Arqueológico en la zona comenzaron en 1959.

La labor arqueológica de la hija mayor de la reina Federica culminó recuperando un pequeño museo, el de Jorge I, que había sido destruido en 1916, para que se pudieran mostrar los hallazgos obtenidos en Decelia y con la publicación de dos libros, «Cerámicas en Decelia» y «Miscelánea arqueológica», en 1959 y 1960.

La reina Sofía, en una imagen reciente. / GTRES

Desde 1960, el Servicio Arqueológico griego continúa la labor en la zona donde estuvieron las dos princesas, encontrando más tumbas, murallas, un baño romano… Pero a la hacedora de ese interés por Decelia el destino le tenía reservado un futuro sin ruinas, azadas ni excavaciones. En 1962 se casó con Juan Carlos de Borbón y abandonó su país para siempre. Cinco años más tarde la familia real griega fue expulsada de Grecia y ya no podría volver a Tatoi más que para enterrar a la reina Federica al lado de su esposo , el rey Pablo.

Los esfuerzos arqueológicos de la reina Sofía cayeron en el olvido, así como el fruto de su trabajo. Tatoi fue abandonado y apenas una placa recuerda su intervención y la de su hermana en la e xcavación de la Tumba de Sófocles. Incluso sus libros, hechos con tanto esmero y para los que tomó tantas fotografías, se pierden. Ni siquiera la propia reina conserva un ejemplar de ellos.

Hasta 2013. Una traductora y un editor españoles logran lo que parecía imposible: hacerse con los originales, traducirlos y publicarlos. La reina Sofía les recibe en palacio y le hacen un singular regalo, un ejemplar en español de los dos libros unificados en una obra llamada «En Decelia», y los originales imposibles de conseguir. Un recuerdo de su juventud en Tatoi, cuando antes que princesa, era arqueóloga.

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