Los durísimos primeros años de Doña Sofía en España: una princesa extranjera, aislada por el idioma, la soledad y el desamor, que luchaba para convertirse en reina

Para la reina Sofía los primeros años fueron difíciles, pero puede que también sean los que recuerde con más cariño de su matrimonio. El rey Juan Carlos y ella lucharon juntos por recuperar la corona española.

A su llegada a España la reina vivió los mejores pero más difíciles momentos de su vida. / D.r.

Elena Castelló
Elena Castelló

Doña Sofía se refiere a aquella época como 'cuando no éramos nadie', según le contó a la periodista Pilar Urbano. La frase transmite la atmósfera de aquellos primeros tiempos en el palacio de La Zarzuela, un periodo de tensa espera para los entonces príncipes Juan Carlos y Sofía de España , mientras Franco daba vueltas a la cuestión sucesoria. Para gran parte de la opinión pública y de la alta sociedad y la aristocracia madrileñas, Sofía era una extranjera, ajena a las tradiciones de un círculo cerrado y muy conservador.

No solo le costaba hablar español, también se había educado en Grecia y Alemania, y siguiendo también la tradición danesa, y traía consigo un cierto aire modernizador y cosmopolita que no gustaba en la «corte» de Franco. Tuvo que aguantar ciertos desaires por las ambiciones de Carmen Polo, esposa de Franco, que estaba convencida de que su nieta Carmen Martínez-Bordiú podía aspirar al trono de España, gracias a su boda con Alfonso de Borbón .

Sus AA.RR. don Juan Carlos y doña Sofia junto a Alfonso de Borbón y a Carmen Martínez Bordiú el día de su boda. / ABC

Esta falta de apoyo, la llevó a tomar una de sus decisiones más inteligentes: no trabar amistades. Sentía que cualquier persona de su entorno más cercano podía no ser tan discreta y leal como ella necesitaba y podía transmitir información al entorno de Franco y su esposa. Doña Sofía tenía que encontrar su sitio no solo en la sociedad española, sino también al lado de su marido. Era una joven esposa que tenía que lidiar con la incertidumbre que rodeaba al entonces Príncipe y aprender a convertirse en un apoyo fundamental para él en su objetivo de instaurar la monarquía.

Se convirtió un gran apoyo para él en aquellos años. Los dos tenían un objetivo común que les mantenía unidos como príncipes. La inseguridad terminó, en parte, en 1969, cuando don Juan Carlos fue designado oficialmente por el general Franco como su sucesor en la jefatura del Estado. Pero todavía quedaban seis años, hasta el momento en que Juan Carlos I fue coronado rey, en 1975, y Sofía se convirtió en la reina consorte, y protagonista de un nuevo período de la historia de España.

Doña Sofía (Princesa de España) en la romería del rocío. / ABC

Doña Sofía ha destacado por su extremada discreción y su lealtad. La última reina consorte de sangre real, bisnieta, nieta, hija, hermana, esposa y madre de Reyes fue educada para convertirse en esposa de rey y para mantener la tradición de la Corona. Fue, desde el principio, una mujer pragmática, que antepuso siempre la institución a otras consideraciones personales y que, en sus primeros años como esposa, en los que no pudo evitar sentirse sola, contó con los experimentados consejos de su madre, la reina Federica para encontrar su sitio en cada momento.

Doña Sofía y Don Juan Carlos, de la mano en plena naturaleza. / D.r.

Quienes la conocieron en esa época, se sorprendían de su cercanía y su sentido del humor. También de su prudencia y su dignidad. «La preocupación es debilidad, la serenidad es fuerza». Se dice que este lema lo escuchó la reina Sofía de boca de su padre, Pablo I de Grecia, cuando era niña, y ha permanecido indeleble en su memoria.

Fueron años difíciles, pero, al tiempo, buenos para su relación matrimonial. El suyo era un matrimonio de la realeza, más o menos convenido, como ocurría con todas las uniones reales en aquella época, antes de que llegara la generación de las reinas plebeyas. Pero era evidente la buena conexión que había entre Juan Carlos y Sofía.

Don Juan Carlos y la Princesa Doña Sofía tras la boda.

Formaron un equipo para recuperar la corona española. Y en ese equipo, Sofía mostraba una especial experiencia, puesto que había sido formada en el seno de una familia reinante. No es exagerado decir que, en esos años, doña Sofía fue feliz, a pesar de las dificultades. Estaba firme al lado de su marido, colaborando con él en todo lo que fuera necesario, y formando su propia familia. Ella mismo confesaba a Pilar Urbano que había sido muy feliz en su viaje de bodas.

Poco a poco, doña Sofía empezó a sentirse como en casa, especialmente cuando empezaron los veraneos en Palma de Mallorca, en el palacio de Marivent, en 1972. En Mallorca siempre se ha sentido muy comoda, por el paisaje mediterráneo que tanto se parece al de Corfú, la isla del mar Jónico donde pasó los veranos de su infancia y juventud. Nunca ha faltado a su cita con la isla, en Semana Santa y en verano.

A pesar de su cautela, fue en esta época en la que trabó algunas relaciones que se prolongarían el resto de su vida. Una de las más destacadas fue la amistad con Ana de Medina Fernández de Córdoba, marquesa de Navahermosa, hija de la XVIII Duquesa de Medinaceli, Victoria Eugenia Fernández de Córdoba y Fernández de Henestrosa, una de las nobles más importantes de española.

Fue su educación internacional la que las unió y Ana se convirtió en su confidente y en un gran apoyo a la hora de presentar a doña Sofía a aristócratas y otras figuras importantes de la sociedad española. Compartían gustos y aficiones y podían hablar en inglés. Su amistad, muy discreta, se prolongó hasta la muerte de Ana, en 2003.