Puede que el rey Juan Carlos se aburra en Abu Dabi y esté deseando ir a visitar a sus amigos en Sanxenxo, pero la jubilación sin jubilación de la reina Sofía no está siendo tan tranquila como se merece a sus 83 años. El involuntario photobombing Borbón a la princesa Leonor que protagonizaron las infantas Elena y Cristina junto a sus hijos esta Semana Santa fue la prueba de que la reina Sofía aún no se puede retirar del todo de uno de sus roles más importantes, ese que ha ido delegando poco a poco en su hija la infanta Elena : el de mantener a la familia del rey unida (y sin pisarse el protagonismo los unos a los otros).
La situación actual se ha fraguado desde hace ya una década y comenzó con el célebre incidente de Botsuana del 12 de abril de 2012. El rey se rompe la cadera en un safari de lujo y España descubre a Corinna. La reina Sofía, educada en la férrea tradición germánica (no dejar nunca que los sentimientos nublen la razón) sonríe en público y visita a su marido en el hospital acunque su primer impulso fue resguardarse del chaparrón junto a su familia griega. Esta sería la última vez que decidiera unir a la familia ante a prensa y fue cediendo, poco a poco, su sitio ante los medios.
Para cuando llega 2019, la reina apenas visita a su marido un par de horas en el hospital tras ser operado del corazón y en 2020 el emérito abandona España mientras ella elige quedarse en Zarzuela cerca de Felipe, Letizia y sus nietas. No ha trascendido ni una sola visita de la reina al rey en dos años, a pesar de que los íntimo aseguran que hablan a diario por teléfono: quizá para no remover aún más las aguas la emérita prefiere que sean sus hijas, especialmente la infanta Elena, quienes les lleven su apoyo familiar al rey hasta Abu Dabi porque, como resume Pilar Eyre, « Juan Carlos ha sido un mal marido pero ha sido un buen padre, y sus dos hijas lo adoran». Las visitas de las infancias a su padre fueron la primera evidencia de que ahora era Elena, la hija favorita del rey, la encragada de mantner la familia unida, pero no fue la única pista.
El scándalo del caso Nóos supuso un auténtico cisma familiar para la familia real. Iñaki Urdangarin era el yerno favorito de los eméritos, pero la reina fue la que más se significó a su favor tras estallar el escándalo: sus visitas a la infanta Cristina en Washington fueron muy criticadas en su momento. La reina llegó a hablar de que su yerno había sido «engañado» pero una vez que llegó la sentencia la familia real quedó rota en dos: por un lado Felipe, Letizia y sus dos hijas, del otro lado todos los demás. Y la reina Sofía decidió quedarse de cara al público en Zarzuela a pesar de que era consciente de que su hijo le quitaba títulos y funciones a su propia hermana, una decisión que dinamitó para siempre la compleja relación que mantenía con sus hijas.
La infanta Cristina dejó de ser duquesa de Palma por decisión del rey y acabó viviendo en el extranjero bajo el paraguas protector de los amigos de su padre. Cuando este mismo año las imágenes de la infidelidad de Iñaki Urdangarin coparon las portadas la reina emérito intentó de nuevo un acercamiento público a su hija, pero la infanta Elena se la adelantó e incluso se habló de una visita de Cristina a Abu Dabi.
La infanta Elena, la única de todos los Borbones a la que no le rozan las polémicas desde hace décadas, que entra y sale de Zarzuela cuando quiere (aunque lo haga para montar a caballo y sin pisar el Pabellón del Príncipe), que ha recuperado parte de su agenda (solo para ir a actos que la interesan) y que es una verdadera especialista en borrar a un ex de un plumazo, le dejó muy claro a su hermana lo que tenía que hacer con Iñaki Urdangarin: divorciarse, Meses más tarde la reina Sofía descansaba en solitario en la isla de Palma, sin misa de Pascua ni posado con nietos mientras sus hijas aparecían en Instagram abrazadas a su padre, una muestra más de que la infanta Elena ha heredado la capacidad de convocatoria de su madre que, por fin, parece descansar de ese papel de «pegamento» de los Borbones.
20 de enero-18 de febrero
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