Su misterio no cede un centímetro. Ni la tormenta de revelaciones que desde 2014 ha puesto el foco en la familia real logra desentrañar la lógica sentimental de la reina Sofía , probablemente la mujer más consciente de los derechos y deberes que conlleva su apellido. Su silencio desconcierta y frustra, además de promover que de sus movimientos pueda decirse uno y lo contrario. Es el caso de su fidelidad a Palma de Mallorca y al palacio de Marivent , su residencia favorita.
Resulta inexplicable: la reina emérita Sofía vuelve una y otra vez a Palma, la ciudad de vacaciones en la que se rompió su matrimonio, se escenificó el desprestigio de su familia y se destapó (en 2018) la lucha de poder que mantenía con su sucesora, la reina Letizia. No ha fallado ni un solo año a su cita con Marivent desde los años 70, pese que fue allí donde el rey Juan Carlos estableció su corte paralela y una relación sentimental paralela con Marta Gayá, su amiga entrañable más fiel.
Palma de Mallorca fue también la ciudad que, en 2016, sentó en el banquillo a Iñaki Urdangarin y la infanta Cristina, en un juicio que marcó un antes y un después para la familia real y desembocaría en una abdicación y una coronación antes de tiempo. Aún así, continúa siendo el paraíso en tierra de la reina Sofía, quien preside cada Semana Santa el concierto de Pascua en beneficio de Proyecto Hombre y asiste a la misa del Domingo de Resurrección en la catedral.
Este año, además, ha disfrutado de unos días a solas junto a su hijo favorito, el rey Felipe . Evidentemente, la reina Sofía tiene absolutamente idealizada la ciudad de Palma de Mallorca y el palacio de Marivent, un maravilloso palacio con unos jardines preciosos (y abiertos al público desde 2017) en el que se respira paz y naturaleza. Nada que ver con el día a día en Zarzuela, un incesante ir y venir de personas en un ambiente administrativo y burocrático nada hogareño.
En Marivent, Sofía de Grecia y su hermana, la princesa Irene, están a sus anchas desde siempre. De hecho, los cronistas de Palma de Mallorca lo llamaban, irónicamente, Hotel Marivent e incluso parece que el rey Juan Carlos se quejaba de la constante presencia de su familia política en el palacio. Constantino, Ana y sus hijos pasaban allí días de vacaciones sí o sí.
La familiaridad de la familia real griega con Marivent tiene más razones que la generosidad de la reina Sofía, e incluso puede explicar la fidelidad que la emérita le tiene a la residencia que siente como su auténtico hogar. Este palacio mallorquín fue construido en 1922 precisamente por un pintor e ingeniero de origen griego, Juan de Saridakis, y por la escultora francesa y heredera Laura Mounier. Erigieron un refugio ideal para el arte y la belleza.
Juan de Saridakis escribió en su testamento que Marivent fuera cedida al gobierno balear tras su fallecimiento, cosa que ocurrió en 1963. El legado incluía su impresionante colección de arte, con obras del pintor Santiago Rusiñol y del mismo Saridakis, esculturas de Mounier y una apreciable colección de cerámica. De hecho, para fomentar la conservación de este patrimonio artístico, Saridakis solo puso una condición: que Marivent se destinara a albergar un museo.
Como hoy sabemos, el Govern balear no respetó la última voluntad de Juan Saridakis y, en 1973, Marivent se cedió como residencia de verano para la familia real. De hecho, uno de los herederos de Sarisakis demandó al Govern en 1978 y, en 1988, todo el contenido del palacio le fue restituido, lo que obligó a redecorar las estancias con obras y muebles procedentes de Patrimonio Nacional.
En los últimos años, sin embargo, la polémica por el uso de Marivent ha vuelto a la vida política balear. Varios partidos de la izquierda y nacionalistas han pedido que el palacio sea destinado al disfrute de toda la ciudadanía, como quiso su propietario original. Parece que en las disposiciones testamentarias queda claramente estipulado que si no se cumpliera su voluntad, el palacio debía ser devuelto a sus herederos.
La reina Sofía se aferra a Marivent, el palacio que decoró a su gusto y para disfrute de sus hijos y su familia griega, como el lugar que guarda la memoria de toda una vida. Continúa acudiendo, además, como una manera de marcarlo como territorio Borbón, en un momento en el que esta propiedad aparece cada vez más disputada. De hecho, lleva camino de convertirse en otra patata caliente en manos del rey Felipe y Letizia.
Los actuales monarcas pasan cada vez menos tiempo allí, conscientes de la problemática política que rodea a Marivent. El mantenimiento de este palacio cuesta a Patrimonio Nacional unos 220.000 euros anuales, solo en mantenimiento básico y pago de los salarios del personal fijo. Cada vez que un doña Sofía acude con la princesa Irene, el gasto se dispara. Además, el Govern balear le asigna una partida de casi un millón de euros anualmente.
20 de enero-18 de febrero
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