La reina Sofía y Diana de Gales, en Palma de Mallorca. /
Quizá porque el reinado de Juan Carlos y Sofía era bisoño, Carlos de Inglaterra decidió imponer su historia imperial con una visita a Gibraltar en plena luna de miel. Fue un error colosal que se saldó en un incidente diplomático incómodo: los reyes españoles no fueron a su boda con Diana de Gales . Todo se resolvió en 1986, con una visita a Londres de los Borbón, que fueron recibidos por los Windsor en el aeropuerto de Heathrow y hospedados en su castillo favorito.
Ese mismo agosto, Carlos y Diana aterrizaron en Marivent para pasar quince días de vacaciones. Un veraneo español que se repetiría en 1987, 1988 y 1990, tiempo suficiente para entablar una relación íntima, todo lo íntima que pueden permitirse los 'royals'. Sobre todo en el caso de la reina Sofía, educada para el trono por su madre, Federica Hannover , y habituada a guardar la compostura, ocultar las emociones y favorecer el deber ante todo.
De 86 al 90, la situación sentimental de Carlos y Diana se fue deteriorando a pasos agigantados. Descontemos, además, el primer veraneo en Marivent , del que la princesa de Gales guardaba un recuerdo horrible. Nada más aterrizar le montaron en el yate del rey Juan Carlos, el Fortuna, para seguir las regatas, tal y como hacía Sofía. Un error, pues Lady Di se mareaba.
«El primer viaje a Mallorca lo pasé entero con la cabeza en el váter. Lo detesté». Se lo contó Diana al periodista Andrew Morton. «Todos estaban obsesionados con que Carlos era la criatura más maravillosa del mundo. ¿Y quién es la chica que viene con él? Me sentí incomodísima».
Los siguientes veraneos fueron de mal en peor. La frialdad entre la pareja británica fue en aumento. Si en 1987 aún compartían tiempo sobre todo pensando en Guillermo y Enrique, en 1988 llevaban vidas paralelas en la isla. Carlos echaba las mañanas en pintar acuarelas en Valldemossa, mientras que Diana dedicaba sus tardes a tomar el sol en las dunas de las playas del sur de Palma . Incluso hizo sus pinitos con el windsurf.
Si él leía en la proa del Fortuna, ella tomaba el sol con sus hijos en la popa. Si él salía a pintar a Valldemossa o a Génova, ella se quedaba en Marivent o se iba con los niños a Marineland, o a bañarse a Illetes, en la zona que fue militar… Los periodistas británicos lo documentaron todo gracias al escáner con el que escuchaban a los escoltas de la pareja planificar el día.
Aquel verano del 87, Carlos no llegó a terminar su estancia en Palma de Mallorca: volvió a Londres con la excusa de un chequeo médico que debía realizar su madre, Isabel II , y dejó en la isla a Diana, Guillermo y Enrique. En 1990, la situación no daba más de sí: Carlos ni siquiera se alojó en Marivent, sino que fijó habitaciones en la finca de Felipe de Villalonga, Puigpunyent.
La reina Sofía y la princesa Diana, en una de sus frecuentes salidas en el Fortuna. /
Como era de esperar, Juan Carlos I continuó con la rutina de sus veranos, al calor de la llamada 'corte de Palma', entre restaurantes y regatas. De hecho, no hubo tal 'roneo' entre el monarca y Diana de Gales, a la que no le hacía demasiada gracia el galanteo más o menos automático del monarca español. ¿A quién tenía para llorar la frialdad y ausencia de Carlos? A la reina Sofía.
Ya es mala suerte: la mujer llamada a escuchar el doliente relato de desamor e infidelidad de Diana de Gales pasaba, de hecho, por el mismo trance. Sofía de Grecia también se casó pensando en que tendría un matrimonio tan romántico como el de sus padres y se dio de bruces con la cruda realidad.
El periodista mallorquín Matías Vallés contó en 'El Diario de Mallorca' cómo era la relación entre Diana de Gales y la reina Sofía. « Lady Di se desahogaba en Palma de Mallorca llorando a moco tendido sobre el hombro de Sofía de Grecia. De Reina en ejercicio a futura Reina, la soberana española le aconsejaba que aguantara, porque el trono exigía los oídos sordos y los ojos ciegos ante las tropelías de los maridos coronados. De nada sirvió».
A pesar de todo, Diana amó Mallorca. Así lo aseguró José Martí Gómez, autor de 'Lady Di, la verdadera historia'. Martí afirmaba que Diana descubrió en Marivent la libertad, hasta el extremo de que llegó a buscar residencia estable en la isla. Vallés sostuvo lo mismo: «La princesa del pueblo amaba Mallorca, esa geografía indiferente que encajaba con su temperamento huidizo». Volvió, de hecho, en mayo de 1996, poco antes de que se anunciara su divorcio.
Diana llevaba ya cuatro años separada cuando recaló en el hotel La Residencia, en Deià, entonces en manos de Richard Branson. Fueron tres días de asueto en los que apenas salió de su cuarto para decepción de Branson, que la había invitado para promocionar su negocio.
La cazó un paparazzi asomándose, en albornoz, entre las mallorquinas del balcón de su habitación. Martí Gómez aseguró que Diana quería comprar casa en la isla y que se interesó por la mansión que el constructor inglés Roy Harry Strudwick tenía en el Port d´Andratx.
20 de enero-18 de febrero
Con el Aire como elemento, los Acuario son independientes, graciosos, muy sociables e imaginativos, Ocultan un punto de excentricidad que no se ve a simple vista y, si te despistas, te verás inmerso en alguno des sus desafíos mentales. Pero su rebeldía y su impaciencia juega muchas veces en su contra. Ver más
¿Qué me deparan los astros?